El día veintiuno del mes de Etanim, Dios le dio al
profeta Hageo este mensaje para Zorababel, Josué y el resto del pueblo: Todavía
hay entre ustedes algunos que conocieron mi templo anterior. ¿Qué les parece el
templo de ahora? ¿Verdad que es muy poca cosa, si lo comparamos con el primero?
Pero yo soy el Dios de Israel y estoy contigo, Zorababel, con Josué y con todo
el pueblo; ¡anímense y pongan manos a la obra!
Cuando ustedes salieron de Egipto yo les prometí que los
acompañaría; y así ha sido siempre: ¡mi espíritu los acompaña! Por eso, no
tengan miedo. Yo soy el Dios de Israel, y dentro de poco tiempo haré temblar el
cielo y la tierra; ¡sacudiré el mar y la tierra firme! Haré que tiemblen todas
las naciones; haré que me traigan todas sus riquezas para llenar con ellas mi
templo, pues la plata y el oro me pertenecen.
La grandeza de este segundo templo será mayor que la del
primero, y en él se vivirá en paz. Yo soy el Dios de Israel, y juro que así lo
haré.
También durante el segundo año del gobierno de Darío, rey
de Persia, Dios le ordenó al profeta Hageo que les hiciera unas preguntas a los
sacerdotes. Esto sucedió el día veinticuatro del mes de Quisleva. Hageo les
hizo estas preguntas: Supongamos que alguien aparta un trozo de carne para
presentarlo como ofrenda a Dios. Luego lo pone en su manto para llevarlo al
templo. Supongamos también que la capa de esa persona toca sin querer algún
otro alimento. ¿Bastará eso para que también ese alimento sea considerado una
ofrenda para Dios?
Todos los sacerdotes contestaron: ¡Por supuesto que no!
Entonces Hageo les hizo otra pregunta: Supongamos ahora que alguien toca un
cadáver, y que por tocarlo se contamina y ya no puede adorar a Dios. Si esa
persona algún alimento, ¿acaso también ese alimento se contamina y tampoco
sirve para adorar a Dios?
Todos los sacerdotes contestaron: ¡Por supuesto que sí!
Entonces Hageo les dijo: Ahora escuchen que nuestro Dios les dice: Algo
parecido lo que nuestro Dios les dice: Algo parecido pasa con ustedes. Todo lo
que hacen y todo lo que me ofrecen está contaminado y no me agrada. Ahora
pónganse a pensar en lo que les pasaba antes de que comenzaran a reconstruir mi
templo. Antes de eso, ustedes esperaban cosechar veinte sacos de trigo y cosechaban
solamente diez: esperaban que sus viñas dieran cincuenta barriles de vino y
daban solamente veinte. Esto les sucedía porque yo enviaba plagas y granizo
para destruir el fruto de su trabajo. A pesar de todo, ustedes no quisieron
obedecerme. Yo, el Dios de Israel, les juro que así fue.
Pero hoy, que es el veinticuatro de Quislev, ustedes han
puesto los cimientos de mi templo. Presten mucha atención, porque a partir de
hoy todo será diferente. Ustedes todavía no tienen trigo en sus graneros, ni
hay uvas en sus viñas, ni frutos en sus árboles, pero a partir de hoy voy a
bendecirlos.
Ese mismo día, Dios le dio al profeta Hageo este mensaje:
Zorobabel es el gobernador de Judá, pero ve a decirle de mi parte que yo voy a
hacer temblar el cielo y la tierra. Voy a acabar con el poder de los reyes,
pondré fin a su reinado, destruiré sus carros de guerra y sus caballos, y los
jinetes se matarán unos a otros. Pero yo he elegido a Zorobabel, y cuando
llegue ese día lo tomaré y le daré toda mi autoridad. Yo soy el Dios de Israel,
y juro que así lo haré.
Aquí puedes darte cuenta que el hombre debe entender que
debe poner su confianza en Dios y el espíritu de Dios le acompañará en todo lo
que haga, pues es una promesa del Señor y El siempre cumple lo que ha
prometido.
No obstante, el hombre al estar asido de la mano de Dios
podrá experimentar su grandeza, pero es esencial que el hombre a través de su
conducta se muestra a Dios como una ofrenda grata a El pues el hombre debe
ofrecer a Dios su ser, su esencia, como un suave aroma, con un corazón limpio,
una mente renovada y por ende, una buena actitud en todo momento pues su vida
está siendo dirigida por El, a través del mensaje de su Palabra.
Por lo tanto, el tiempo apremia, pues el hombre está
viviendo tiempos difíciles, por lo que debe construir su vida bajo un cimiente
firme, el único fundamento que es verdad : J e s u c r i s to.
Con Alta Estima,
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