Yo soy el profeta Habacuc. Dios me encargó dar este
mensaje a su pueblo. Dios mío, a gritos te pido que me ayudes, pero tú no me
escuchas; ¿cuándo vas a hacerme caso? Te he rogado que acabes con la violencia,
pero tú no haces nada. ¿Por qué me obligas a ver tanta violencia e injusticia?
Por todas partes veo sólo pleitos y peleas; por todas
partes veo sólo violencia y destrucción. Nadie obedece tus mandamientos, nadie
es justo con nadie. Los malvados maltratan a los buenos, y por todas partes hay
injusticia.
Dios respondió: Fíjense en las naciones. Miren lo que
sucede entre ellas. Lo que pronto van a ver los dejará con la boca abierta. Si
alguien les contara esto, ustedes no podrían creerlo. Voy a hacer que los
babilonios se dispongan a atacarlos. Son un pueblo muy cruel, y recorren el
mundo para adueñarse de tierras ajenas. Para ellos sólo vale su ley y sólo
importa su honor; ¡son un pueblo terrible!
Sus caballos y sus jinetes vienen galopando desde muy
lejos; son más veloces que los leopardos y más feroces que los lobos nocturnos;
se lanzan sobre sus enemigos como el águila sobre su presa. A su paso lo
destruyen todo; a su paso siembran el terror, y los prisioneros que toman son
tantos como la arena del mar.
Se ríen de reyes y gobernantes, se burlan de sus murallas
, y construyen rampas de arena para conquistar sus ciudades. Son como un viento
violento que llega, golpea y se va; pero son culpables de un gran pecado: no
tienen más dios que su fuerza.
Yo, Habacuc, digo: Dios de Israel, tú eres un Dios santo;
siempre has existido, y no nos dejarás morir porque eres nuestro refugio; sé
que usarás a Babilonia sólo para castigar a tu pueblo.
Tú no soportas la maldad, ni aceptas el pecado. No te
quedes callado ni permitas que los malvados maten a quienes somos buenos.
Tú nos tratas como si fuéramos simples peces del mar;
como si fuéramos reptiles, que no tienen quién los dirija. Por eso los
babilonios nos atrapan fácilmente, como se atrapan los peces con el anzuelo o
con la red. ¡Eso les encanta!
Por eso los babilonios han hecho de sus armas un dios y
les rinden culto. Gracias a ellas se han hecho muy ricos. ¡No permitas que los
babilonios nos sigan matando sin compasión!
Aquí puedes darte cuenta que Dios es luz pero el hombre vive en la
oscuridad, las tinieblas predominan en
su vida y en cuanto a sus actitudes engendran violencia, injusticia, pleitos y
peleas, pues el respeto no existe entre unos y otros, sino más bien se destruyen
pues el maligno está al acecho del hombre para contaminar su ser interior.
Por tanto, es necesario que el hombre se vuelva a Dios, que obedezca sus
mandamientos pues sólo asido de la mano de Dios puede vencer la adversidad pues
es una lucha constante contra el enemigo.
Con Alta Estima,
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