En el cuarto año del gobierno de Darío, rey de Persia,
los habitantes de Betel preguntaron a los profetas y a los sacerdotes si debían seguir ayunando
los días cinco de cada mes. Para eso enviaron al templo del Dios todopoderoso a
Sarezer y Réguem-mélec, y a su gente. Era el día cuatro del mes de Quislev.
Entonces Dios me dio un mensaje. Me dijo: Zacarías, diles de mi parte a los
sacerdotes y a toda la gente de este país: Durante los últimos setenta años
ustedes han estado ayunando todos los meses quinto y séptimo.
Pero no lo hacen pensando en mí. Y cuando dejan de
ayunar, comen pensando sólo en ustedes. Esto que ahora les digo ya lo dije hace
mucho tiempo por medio de los profetas, cuando aún estaban habitadas Jerusalén
y las ciudades vecinas, cuando aún se vivía en paz en el desierto y en la
llanura.
El Dios todopoderoso también me dio este mensaje: Ustedes
deben tratar a los demás con justicia, amor y compasión. No maltraten a
nadie, ni hagan daño a los demás; en vez
de hacer planes malvados, cuiden de las viudas, de los huérfanos, de los pobres
y de los refugiados.
En el pasado, puse mi espíritu en los profetas para que
ellos les comunicaran mis mensajes. Pero ustedes siempre han sido tercos; en
vez de obedecerme, me abandonaron y no me hicieron caso. Por eso me enojé y les
dije: Como ustedes no me hicieron caso cuando yo los llamé, tampoco yo les haré
caso cuando me llamen. Yo soy el Dios todopoderoso, y les juro que así lo haré.
Por eso los dispersé por naciones que ustedes no
conocían. ¨Por eso su país quedó hecho un desierto, por el que nadie se atrevía
a pasar. Por culpa de ustedes, su hermoso país quedó abandonado y en ruinas.
Aquí puedes darte cuenta que para Dios es importante que
el hombre confié en El pues Dios ha puesto su espíritu en cada ser humano, El
conoce su corazón y mira su comportamiento y entonces El sabe cuándo el hombre
hace algo con sinceridad pensando en Dios.
No obstante, lo importante es que Dios ocupe el primer
lugar en la vida de cada hombre para que todo lo que haga sea agradable a Dios.
Por tanto, es imprescindible que el hombre trate a su
prójimo con justicia, amor y compasión, en obediencia a sus mandatos, y así
cada persona muestra su verdadero amor a Dios amando a su prójimo y, por ende
el hombre vivirá en paz en cualquier lugar.
Con Alta Estima,
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