Habitantes de Asiria, ustedes atacaron a mi pueblo; lo
dejaron cómo a un arbusto con las ramas rotas, pero Dios le devolverá su
grandeza al reino de Israel. ¡Prepárate, Asiria, tu destructor ya va en camino!
¡Reúne a tu ejército! ¡Pon guardias en tus murallas! ¡Vigila el camino y
prepara tus armas!
¡Ya llega tu enemigo! Viene agitando sus lanzas; sus
soldados visten de rojo, y del mismo color son sus escudos; sus carros son
veloces como el rayo y brillantes como el relámpago; ya están listos para la
batalla, y recorren calles y plazas.
Los generales dan órdenes, y los soldados corren a
cumplirlas; ya colocan las torres para el asalto, pero caen al trepar por las
murallas.
¡Asiria, tus enemigos derriban las puertas de tu ciudad
capital! Los soldados llenan la ciudad y en el palacio todos tiemblan de miedo.
Toman presa a la reina, y junto con sus sirvientas se la llevan a otro país.
¡Todas ellas gimen y lloran de dolor!
Tus habitantes huyen de la ciudad; ¡son como el agua que
se escapa de un estanque roto! El enemigo intenta detenerlos, pero sin éxito
alguno. Los soldados enemigos gritan: Tomemos el oro y la plata; ¡son tantas
las riquezas de Asiria que parecen no tener fin!
¡Asiria, tu capital ha quedado destruida, arruinada y con
poca gente; los que quedaron tiemblan de miedo, las fuerzas los abandonan, y el
terror los deja pálidos.
Asiria parecía un león feroz: mataba y despedazaba a sus
enemigos, luego tomaba sus riquezas y las repartía entre su gente. Nadie
invadía su territorio. ¿Pero dónde está ahora su poder? ¿Dónde están sus
feroces soldados?
Así dice nuestro Dios: Asiria, yo estoy contra ti. Voy a matar a todos tus habitantes. Pondré fin
a todos tus robos, y no volverán a escucharse las amenazas de tus mensajeros.
Yo soy el Dios de Israel, y te juro que así lo haré.
Aquí puedes darte cuenta que el hombre debe estar ¡Alerta!
Siempre vigilante pues lo importante es
que el hombre esté preparado en el conocimiento de Dios para que pueda vencer
la adversidad.
No obstante, el hombre debe estar despierto y atento para
escuchar la voz audible de Dios, El desea que todo hombre oiga su mensaje pero
sabes, sólo Dios envía a sus mensajeros.
Por lo tanto, el hombre debe vigilar su camino y
prepararse en sus enseñanzas a través de su Palabra para que guarde su
fortaleza y adquiera discernimiento del bien y del mal y pueda vencer las tribulaciones.
Con Alta Estima,
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