Israelitas, prestemos atención. Nuestro Dios tiene un
pleito contra nosotros, y ahora mismo está presentando su acusación. Esto es lo
que Dios nos dice: Pueblo mío, tengo una queja contra ti, y espero que te
defiendas. Llama como testigos a tu favor a las montañas y a las colinas, y
pídeles que escuchen tu defensa.
Pero antes quiero
que me digas: ¿en qué te he perjudicado?, ¿en qué te he ofendido? Recuerda que
yo te di libertad; yo fui quien te sacó de Egipto, país donde eras esclavo; yo
envié a Moisés, a Aarón y a María para que te sacaran de allí.
Recuerda también, pueblo mío, que Balac, rey de Moab,
tenía pensado hacerte daño, pero que Balaam hijo de Beor te bendijo en mi
nombre. No olvides tampoco lo que ocurrió cuando pasaste de Sitim a Guilgal;
reconoce que yo fui quien te salvó.
Ustedes, israelitas, se defienden diciendo: Altísimo Dios
y rey nuestro, ¿cómo podemos presentarnos ante ti? Podemos ofrecerte terneros
de un año, pero no es eso lo que quieres; podemos ofrecerte mil carneros, o
diez mil litros de aceite, pero tampoco eso te agrada; ¡ni siquiera esperas
como ofrenda al mayor de nuestros hijos en pago por nuestros pecados!
Pero ya Dios les ha dicho qué es lo mejor que pueden
hacer y lo que espera de ustedes. Es muy sencillo: Dios quiere que ustedes sean
justos los unos con los otros, que sean bondadosos con los más débiles, y que
lo adoren como su único Dios.
Habitantes de Jerusalén, escuchen las palabras de nuestro
Dios: Israelitas, ya no voy a soportar que sigan siendo tan malvados. Todo lo
que hacen me disgusta. Se hacen ricos mediante el engaño; usan pesas y medidas
falsas, y luego amontonan en sus casas todo lo que se han robado. Los ricos se
aprovechan de los pobres, y todos en esta ciudad son unos mentirosos.
Por eso voy a castigarlos; ¡voy a destruirlos por sus
pecados! Aunque coman, no quedarán satisfechos, sino que se quedarán con
hambre; lo que cosechen, lo perderán; y aun si logran rescatar algo, yo haré
que lo pierdan en la guerra.
Sembrarán trigo, pero no llegarán a cosecharlo;
exprimirán aceitunas para sacar aceite, pero no llegarán a usarlo; exprimirán
uvas para hacer vino, pero no llegarán a beberlo. Ustedes se han portado tan
mal con Omrí, rey de Israel; ¡Han seguido el mal ejemplo de la familia del rey
Ahab! Por eso voy a destruirlos; ¡voy a hacer que la gente los humille y se
burle de ustedes!.
Aquí puedes darte cuenta que el hombre sigue haciendo lo
malo, no aprende a ser agradecido con Dios, quien envió a su Hijo Jesús para
que sufriera y que a través de su sacrificio en la cruz redimió los pecados del
hombre. Por lo tanto, lo más importante es que cada persona le ofrezca a Dios
una sincera actitud con sus semejantes, que sea justo en todo lo que haga y entonces
podrá presentarse ante Dios limpio de mente y de corazón para amar y bendecir
al único Dios verdadero.
No obstante, es esencial que el hombre escuche la Palabra
de Dios y la practique, que deje a un lado la mentira, sino más bien que el
hombre decida caminar en el temor del Señor, siendo la integridad su cimiento fundamental
que le motiva hacer lo correcto, que
pueda avanzar y seguir creciendo espiritualmente.
Con Alta Estima,
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