viernes, 12 de septiembre de 2014

Vivirán en paz y sin ningún temor…



¡Qué mal te va a ir, Jerusalén! Eres una ciudad desobediente, y maltratas a los demás. ¡Estás llena de pecado! No aceptas consejos de nadie, ni permites que se te corrija; no me buscas ni confías en mí.

Tus jefes más importantes parecen leones feroces; tus gobernantes parecen lobos, que atacan por la noche y no dejan nada para la mañana. Tus profetas son orgullosos, y no se puede confiar en ellos; tus sacerdotes ofenden mi santuario y no obedecen mis mandamientos. ¡Esos malvados no tienen vergüenza!

Yo estoy en ti, Jerusalén, para hacerte bien, no para hacerte daño. Todos los días te trato con justicia. Yo he destruido naciones, y he derribado sus torres; ya no hay nadie que camine por sus calles solitarias; sus ciudades están desiertas, pues no queda un solo habitante.

Todo esto lo hice por ti, Jerusalén: Pensé que así me obedecerías y no tendría que castigarte. Pero tus habitantes se dieron prisa para cometer toda clase de maldad. Y ahora, como han actuado así, ya se acerca el día en que vendré a castigarlos. Yo soy el Dios de Israel, y les juro que así lo haré. Ya he decidido reunir a las naciones para castigarlas con toda mi furia. Cuando me enojo, soy como el fuego; ¡Voy a quemar toda la tierra!

Cuando llegue ese día, haré que todos los pueblos hablen un lenguaje limpio de toda maldad, para que juntos me adoren y puedan pronunciar mi nombre. Entonces la gente que me adora, y que ahora anda en otros países, vendrá a presentarme ofrendas desde el país de Etiopía.

Tú, Jerusalén, has sigo muy rebelde; pero no volverás a quedar en vergüenza. Viene el día en que expulsaré de ti a los que se creen muy importantes. En ti no habrá lugar para los orgullosos. En tus calles sólo habrá gente humilde y sencilla, que pondrá en mí su confianza. Los pocos israelitas que hayan quedado con vida no cometerán ninguna maldad; no mentirán ni engañarán a nadie, sino que vivirán en paz y sin ningún temor.

Yo, Sofonías, les digo: ¡Canten de alegría, israelitas! ¡Alégrense, habitantes de Jerusalén! No tienen nada que temer, porque Dios, el rey de Israel, no volverá a castigarlos; ha expulsado a sus enemigos, y va a vivir en medio de ustedes. En ese día se dirá: No tengas miedo, Jerusalén, ni pierdas el ánimo, pues tu Dios está contigo y con su poder te salvará. Aunque no necesita de palabras para demostrarte que te ama, con cantos de alegría te expresará la felicidad que le haces sentir, como en un día de fiesta.

Dios promete poner fin a la desgracia que ahora sufren y a la vergüenza que ahora sienten. Este es su mensaje: Cuando llegue ese día, ayudaré a los indefensos y castigaré a quienes los maltratan. Yo haré que cambie la suerte de los que ahora andas dispersos, y los haré volver a su tierra. ¡Esto lo verán ustedes mismos!

Si antes los ofendían, ahora sólo hablarán bien de ustedes, y la fama de ustedes llegará a todos los países de la tierra. Yo, el Dios de Israel, juro que así será.

Aquí puedes darte cuenta que el hombre tiende a ser rebelde, se deja llevar por sus malos deseos y a veces no reflexiona sobre si su conducta es la correcta ni toma consejos de la Palabra de Dios que transmite sabiduría para que sea practicada en el diario vivir.

No obstante, el tiempo se acerca y el hombre debe conducirse apegado a los mandatos de Dios, pues la desobediencia sólo lo lleva a la autodestrucción, pero sabes, lo importante es que el hombre deje de hacer lo malo y tome la decisión voluntaria de buscar a Dios, pues sólo creyendo en El, el hombre podrá ser restaurado y a través  de su Palabra edificará su vida  con un corazón limpio, sin temor pues su confianza está puesta en Dios.

Por lo tanto, es imprescindible que el hombre se arrepienta verdaderamente y cambie su manera de pensar, que con humildad y sencillez muestre su arrepentimiento de tanta transgresión que ofende a Dios para que El pueda habitar en ese corazón contrito, lleno de gozo y alejado de la maldad.


Con Alta Estima,

No hay comentarios:

Publicar un comentario