sábado, 24 de enero de 2015

Tú no eres más que un hombre, y dices que eres igual a Dios.


Jesús les dijo: Ustedes saben que sólo un ladrón y bandido entra al corral saltando la cerca. En cambio, el pastor de las ovejas entra por la puerta. El que cuida la entrada le abre, y el pastor llama a cada una de sus ovejas por nombre, y ellas reconocen su voz. Luego el pastor las lleva fuera del corral, y cuando ya han salido todas, él va delante de ellas.

Las ovejas siguen al pastor porque reconocen su voz. Pero no seguirían a un desconocido; más bien huirían de él, pues no reconocerían su voz. Jesús les puso el ejemplo anterior, pero ellos no entendieron lo que les quiso decir.

Entonces Jesús les explicó el ejemplo: Yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que vinieron antes que yo, eran bandidos y ladrones; por eso las ovejas no les hicieron caso. Yo soy la puerta del reino de Dios: cualquiera que entre por esta puerta, se salvará; podrá salir y entrar, y siempre encontrará alimento.

Cuando el ladrón llega, se dedica a robar, matar y destruir. Yo he venido para que todos ustedes tengan vida, y para que la vivan plenamente. Yo soy el buen pastor. El buen pastor está dispuesto a morir por sus ovejas. El que recibe un salario por cuidar a las ovejas, huye cuando ve que se acerca el lobo. Deja a las ovejas solas, porque él no es el pastor y las ovejas no son suyas. Por eso, cuando el lobo llega y ataca a las ovejas, ellas huyen por todos lados. Y es que a ese no le interesan las ovejas, sólo busca el dinero; por eso huye.

Así como Dios mi Padre me conoce, yo lo conozco a él; y de igual manera, yo conozco a mis seguidores y ellos me conocen a mí. Yo soy su buen pastor, y ellos son mis ovejas. Así como el buen pastor está dispuesto a morir para salvar a sus ovejas, también yo estoy dispuesto a morir para salvar a mis seguidores.

También tengo otros seguidores que ustedes no conocen; son ovejas que traeré de otro corral, y me obedecerán. Así tendré un solo grupo de seguidores, y yo seré su único pastor. Mi Padre me ama porque estoy dispuesto a entregar mi vida para luego volver a recibirla. Nadie me quita la vida, sino que yo la entrego porque así lo quiero. Tengo poder para entregar mi vida, y tengo poder para volver a recibirla, pues esto es lo que mi Padre me ha ordenado hacer.

Cuando aquellos judíos oyeron esto, se pusieron a discutir, pues unos pensaban una cosa, y otros otras. Muchos decían: Ese hombre tiene un demonio y está loco. ¿Por qué le hacen caso? Pero otros decían: Nadie que tenga un demonio puede hablar así. Además, ningún demonio puede darle la vida a un ciego.

Era invierno, y Jesús había ido a Jerusalén para participar en la fiesta del Templo. Mientras andaba por los patios del templo, cerca del Portón de Salomón, la gente lo rodeó y le preguntó: ¿Hasta cuándo nos tendrás con esta duda? Dinos ahora mismo si eres el Mesías.

Jesús les respondió: Ya les dije quién soy, pero ustedes no me han creído. Yo hago todo con la autoridad y el poder de mi Padre, y eso demuestra quién soy yo. Pero ustedes no me creen, porque no me siguen ni me obedecen. Mis seguidores  me conocen, y yo también los conozco a ellos. Son como las ovejas, que reconocen la voz de su pastor, y él  las conoce a ellas. Mis seguidores me obedecen, y yo les doy vida eterna; nadie me los quitará. Dios mi Padre me los ha dado; él es más poderoso que todos, y nadie puede quitárselos. Mi Padre y yo somos uno solo.

Otra vez, los jefes judíos quisieron apedrear a Jesús, pero él les dijo: Ustedes me han visto hacer muchas cosas buenas con el poder que mi Padre me ha dado. A ver, díganme, ¿por cuál de ellas merezco morir? Ellos le respondieron: No queremos matarte por lo bueno que hayas hecho, sino por haber ofendido a Dios. Tú no eres más que un hombre, y dices que eres igual a Dios.

Jesús les dijo: ¿Pero en la Biblia Dios dice que somos dioses! Y ella siempre dice la verdad. Y si Dios me envió al mundo, ¿por qué dicen ustedes que ofendo a Dios al decir que soy su Hijo? Si no hago lo que mi Padre quiere, entonces no me crean. Pero si yo lo obedezco, crean en lo que hago, aunque no crean en lo que digo. Así de una vez por todas, sabrán que mi Padre y yo somos uno solo.

De nuevo ellos intentaron encarcelar a Jesús. Pero él se les escapó, y se fue de nuevo al otro lado del río Jordán, al lugar donde Juan el Bautista había estado bautizando. Mientras estaba allí, muchas personas fueron a verlo, y decían: Juan el Bautista no hizo ningún milagro, pero todo lo que dijo de Jesús era verdad. Y mucha gente de aquel lugar creyó en Jesús.

Aquí puedes darte cuenta que el hombre que es obediente a los mandatos de Dios, reconoce la voz audible del Señor pues hace la voluntad de Dios. Así pues, es necesario  que el hombre crea en Jesús, pues El es la puerta de las ovejas, El cuida de su rebaño y ha venido al mundo a dar su vida  para salvar aquellos que le buscan.

No obstante, el hombre que crea y acepte a Jesús en su corazón,  debe cambiar su manera de vivir, marcar límites y no rebasarlos para que el hombre evite salir del redil, pero es necesario que cada persona viva de acuerdo a sus enseñanzas, y haga lo que es bueno para Dios.

Asimismo, el hombre regenerado conoce al Buen Pastor, que es Jesucristo, pues El es la puerta del reino de Dios, y para tener acceso a su reino el hombre debe adquirir sabiduría a través de su Palabra y la comunión con el Señor, y, por ende el hombre recibe el Espíritu de Dios que le da poder para entender el propósito de Dios para su vida.

Por tanto, es urgente que el hombre despierte y se empape del conocimiento de Dios, que esté alerta a la voz audible de Dios, que entienda que Jesús, vino al mundo en obediencia a la voluntad de Dios, su Padre y que El y su Padre son uno mismo y Jesús se hizo hombre para habitar entre nosotros pero El nunca cometió pecado pues  El es Santo. Así también, Dios mira el corazón de cada persona y El  elige a sus seguidores, por lo que es esencial que el hombre que quiere seguirle,  debe ser  obediente a su Palabra, con una actitud transparente en todo lo que haga, firme en su fe, disciplinado en su hacer, de manera que adquiera riqueza espiritual y se conduzca por el camino del bien.


Con Alta Estima,  

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