lunes, 14 de abril de 2014

No me hicieron caso ni respetaron mi pacto…


El rey de Babilonia estaba atacando a Jerusalén y a sus ciudades vecinas, con el apoyo de todo su ejército y de los reinos y naciones bajo su dominio. Mientras esto sucedía, Dios me habló y me dijo: Jeremías, ve y dile de mi parte al rey Sedequías: Yo soy el Dios de Israel, y quiero decirte algo. Voy a permitir que el rey de Babilonia conquiste Jerusalén y le prenda fuego. Tú no podrás escapar de su poder, sino que serás capturado y entregado en sus manos. Te llevarán ante su presencia, y después de eso serás llevado prisionero a Babilonia. Pero te prometo que no morirás en la batalla, sino que morirás en paz. Cuando mueras, la gente se pondrá muy triste y quemará incienso en tu honor, como lo hicieron con tus antepasados.
Yo fui a Jerusalén y le dije todo esto al rey Sedequías. Mientras tanto, el ejército del rey de Babilonia estaba atacando las ciudades de Jerusalén, Laquis y Azeca. Estas ciudades eran las únicas protegidas por grandes murallas, y por eso aún no habían sido conquistadas.

Dios volvió a hablarme después que de que el rey Sedequías y toda la gente de Jerusalén decidieron liberar a los esclavos. Según esa decisión, ningún israelita debía esclavizar a sus compatriotas, sino que debían ponerlos en libertad. Los jefes y toda la gente estuvieron de acuerdo en hacerlo así, pero después se arrepintieron y volvieron a hacerlos sus esclavos. Por eso Dios me dijo: Jeremías, yo soy el Dios de Israel. Los antepasados de ustedes vivieron como esclavos en Egipto. Cuando yo los saqué de ese país hice un pacto con ellos. Parte de ese pacto establecía que cada siete años dejarían libre a todo esclavo israelita que hubieran comprado. Esto significa que todo esclavo debía ser liberado después de siete años de servicio. Sin embargo, sus antepasados no me hicieron caso ni respetaron mi pacto.

En cuanto a ustedes, al principio se arrepintieron de sus pecados, volvieron a obedecerme y pusieron en libertad a sus esclavos. Además, hicieron un pacto conmigo en mi templo. Pero después cambiaron de parecer y me ofendieron; volvieron a esclavizar a los mismos que ustedes ya habían puesto en libertad.
Ustedes me desobedecieron. No cumplieron con su parte del pacto, pues no dejaron en libertad a los esclavos. Por eso yo declaro que voy a enviar contra ustedes guerra, enfermedad y hambre. ¡Haré que se conviertan en motivo de espanto para todas las naciones de la tierra! Recuerden que cuando hicieron el pacto conmigo, cumplieron con la ceremonia de cortar el toro en dos, y dijeron: Así nos haga Dios si no cumplimos el pacto. Pues ahora, como no lo cumplieron, los haré pedazos. Esto va para todos los jefes de Judá y de Jerusalén, los oficiales de la corte, los sacerdotes, y para todos los que hicieron el juramento. A todos los entregaré en manos de sus enemigos, para que los maten. ¡Sus cadáveres servirán de alimento a los buitres y a las fieras salvajes!

Los enemigos del rey Sedequías y de sus jefes quieren matarlos. Y aunque por ahora el rey de Babilonia ha dejado de atacar a Jerusalén, más tarde yo los pondré en sus manos, para que los maten. Yo haré que los babilonios vuelvan a atacar a Jerusalén; ¡dejaré que se apoderen de ella, y que la quemen! La destrucción de las ciudades de Judá será total, ¡Nadie podrá volver a vivir en ellas!

No obstante, el hombre debe ser firme en sus convicciones, en sus creencias, teniendo a Dios como su único Dios verdadero, fortaleciendo su conducta a través de la Palabra para que lo edifique, que no sea voluble ni muestre una conducta de acuerdo a las circunstancias o cambie de parecer según la conveniencia, cuando lo más importante para que el hombre agrade a Dios es que disponga su corazón con humildad y  viva de acuerdo a los principios de Dios, cumpla con su parte del pacto, que es de valor eterno pues este pacto no será quebrantado porque Dios lo escribe en el corazón del ser humano para que establezca una relación personal con el Creador, un Dios de amor y misericordia; entonces el hombre se apartará del pecado, obstáculo que le impide crecimiento espiritual.


Con Alta Estima 

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