El rey de Babilonia ordenó que Sedequías hijo de Josías pasara a ser
rey de Judá, en lugar de Joaquín hijo de Joacín. Pero ni Sedequías ni sus
sirvientes ni la gente de Judá hicieron caso del mensaje que yo les anuncié de
parte de Dios. Sin embargo, el rey Sedequías me envió un mensaje por medio de
Jucal hijo de Selemías, y del sacerdote Sofonías hijo de Maaselas. En ese
mensaje me pedía orar a Dios por ellos.
En aquel tiempo yo podía andar libremente entre la gente, pues todavía
no me habían metido en la cárcel. Por aquellos días los babilonios habían
dejado de atacar a Jerusalén y se habían regresado a su país, pues se habían
enterado de que el ejército egipcio se había puesto en marcha para ayudar a los
de Judá. Entonces Dios me dio este mensaje: Jeremías, ve y diles a los
mensajeros que envió el rey Sedequías, que el ejército del rey de Egipto salió
en su ayuda, pero se volverá a su país. Diles también que los babilonios
volverán a atacar a Jerusalén, y que la conquistarán y le prenderán fuego. Así
que no canten victoria antes de tiempo. Se equivocan si creen que los
babilonios no van a volver. Yo les aseguro que volverán atacarlos. Y aun si
ustedes llegaran a derrotarlo, y en el campamento quedaran sólo unos cuantos
babilonios heridos, esos pocos heridos se levantarán y le prenderán fuego a
esta ciudad.
Cuando el ejército egipcio estuvo cerca de Jerusalén, el ejército
babilonio se retiró de la ciudad. Entonces yo intenté salir de Jerusalén para
ir al territorio de Benjamín, pues iba a recibir una herencia. Pero al llegar
al Portón de Benjamín, me detuvo Irías, que era hijo de Selemías y nieto de
Hananías. Como era capitán de la guardia me dijo: ¡Así que quieres unirte a los
babilonios!
Yo le contesté que no era esa
mi intención; pero Irías no me creyó. Al contrario, me arrestó y me llevó ante
los asistentes del rey. Como ellos estaban muy enojados conmigo, mandaron que
me golpearan en la espalda y que me encerraran en la casa del secretario
Jonatán, la cual había convertido en prisión. Me encerraron en una celda que
estaba en el sótano, y allí me dejaron mucho tiempo. Finalmente, el rey
Sedequías ordenó que me llevaran a su palacio, y allí, sin que nadie se
enterara, me preguntó: Jeremías, ¿tienes algún mensaje de Dios para mí?
Yo le contesté: Así es, y el mensaje es que usted caerá en poder del
rey de Babilonia. Además, quiero hacerle a usted algunas preguntas personales:
¿Qué crimen he cometido contra su Majestad? ¿Qué mal le he hecho a usted, o a
sus ministros o a este pueblo? Yo no merezco estar en la cárcel. Dígame usted
dónde están sus profetas, esos que decían que el rey de Babilonia nunca
atacaría este país. Yo le ruego a su Majestad que me tenga compasión. Por
favor, ¡no me mande de nuevo a la casa del secretario Jonatán! ¡No me deje
usted morir encerrado en ese lugar!
Entonces el rey Sedequías ordenó que me encerraran en el patio de la
guardia, y ordenó también que todos los
días llevaran pan fresco del que vendían en la calle de los Panaderos. Fue así
como me dejaron encerrado en el patio de la guardia. Y todos los días me
llevaban de comer, hasta que ya no hubo más pan en toda la ciudad.
No obstante, lo importante es que el hombre crea en Dios y ponga su
confianza en El antes de emprender cualquier proyecto de vida, pues el hombre
tiene una mente finita y a veces no puede ver más allá del horizonte y, por
consiguiente no debe cantar victoria
antes de tiempo, ya que a pesar de que el hombre planea, diseña estrategias
para emprender algo nuevo y analiza todos los inconvenientes que pueden
suscitarse en su camino, lo esencial es que el hombre entienda que tiene
límites y hay cosas que no pueden suceder bajo sus fuerzas debido a sus limitaciones como ser humano. Lo esencial, que el hombre se deje guiar por las enseñanzas
de Dios y las obedezca, pues sólo el Señor es todopoderoso y El guardará al
hombre en su camino, El le iluminará
el entendimiento y le dará sabiduría para avanzar teniendo la seguridad que
Dios le dirigirá en el sendero que ha de seguir.
Con Alta Estima,
No hay comentarios:
Publicar un comentario