Pero Johanán y Azarías hijo de Hosaías vinieron a hablar conmigo,
junto con los jefes militares y el pueblo, desde el más viejo hasta el más
joven. Me dijeron: Por favor, Jeremías, atiéndenos y pídele a Dios por todos
nosotros. Tú bien sabes que antes éramos muchos, pero ahora sólo quedamos muy
pocos. Pídele a Dios que nos diga a dónde tenemos que ir, y qué debemos hacer.
Yo les contesté: Está bien. Voy a rogarle a Dios por ustedes, tal como
me lo han pedido. Todo lo que él me diga, yo se lo diré a ustedes. No les voy a
esconder nada.
Ellos me prometieron: Haremos todo lo que Dios nos mande hacer, nos
guste o no nos guste: Ponemos a Dios como testigo fiel y verdadero de que
cumpliremos nuestra promesa. Sie le obedecemos, estamos seguros de que nos irá
bien.
Días después, Dios me habló . Entonces yo llamé a Johanán y a todos
los que habían venido con él, y les dije: El Dios todopoderoso me manda a
decirles que se queden a vivir en Babilonia, y les promete que no volverá
destruirlos, sino que los bendecirá. ¡Le duele mucho haber tenido que
castigarlos! No tengan miedo del rey de Babilonia. Pueden estar seguros de que
el Dios de Israel va a protegerlos y a salvarlos del poder de ese rey. Dios
tendrá compasión de ustedes, y hará que también el rey de Babilonia los trate
bien y les permita volver a su país.
Pero si ustedes lo desobedecen, y en vez de quedarse a vivir aquí
deciden irse a vivir a Egipto, entonces deben prestar mucha atención. Ustedes
creen que si se van a Egipto, no correrán ningún peligro. Pero yo les aseguro
que también allá sufrirán a causa de la guerra y el hambre, y allí morirán. Una
vez más les digo: todos los que decidan irse a vivir a Egipto morirán. Una vez
más les digo: todos los que decidan irse a vivir a Egipto morirán en la guerra,
o de hambre, o de alguna enfermedad. ¡Ninguno podrá librarse del terrible
castigo que voy a mandarles!
El Dios de Israel les advierte que, así como se enfureció contra los
que vivían en Jerusalén, así también se enojará contra los que se vayan a
Egipto. La gente se burlará de ustedes y los atacará. ¡Nunca volverán a ver
este lugar! Recuerden que Dios les ha dicho que no vayan a Egipto. Ustedes son
los únicos que quedan de Judá, y deben entender bien lo que les estoy diciendo.
Ustedes mismos me pidieron que le rogara
a Dios por ustedes, y se comprometieron a cumplir todo lo que él les ordenara
hacer. Hoy les he dicho lo que Dios quiere que hagan. Sin embargo, ustedes no
quieren obedecer. Por eso yo les aseguro que, si insisten en irse a vivir a
Egipto, morirán en la guerra, o de hambre o de enfermedad.
Por lo tanto, lo importante es que el hombre desarrolle una conciencia
positiva de lo que debe hacer, se discipline con buenos hábitos, pero
sobretodo, obedezca los mandatos de Dios.
Ahora bien, si el hombre sigue las enseñanzas de Dios y se apega a su
orden establecido, lo que decida hacer estará bajo ese orden divino, precisará
el tiempo para hacerlas y entonces cumplirá
lo prometido, lo que ayudará al hombre a conducirse mediante patrones positivos.
Lo grandioso sería que el hombre en la búsqueda de Dios, aprenda a
seguir sus instrucciones: hacer el bien, aunque lo que Dios pide que haga no
sea de su agrado, pero lo importante es que el hombre cumpla con las promesas a
Dios para que le vaya bien.
Con Alta Estima,
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