Dios le dio al profeta Jeremías un mensaje para todo el pueblo de
Judá. Este mensaje lo recibió cuando Joacin hijo de Josías llevaba cuatro años
como rey de Judá, y Nabucodonosor tenía un año de reinar en Babilonia. Y este
es el mensaje que el profeta comunicó a todo el pueblo de Judá y a todos los
habitantes de Jerusalén: Desde hace veintitrés años Dios me comunica sus
mensajes. El primero que me dio fue cuando Josías hijo de Amón tenía trece años
de reinar en Judá. Yo les he anunciado estos mensajes una y otra vez, pero
ustedes no han querido hacerme caso.
Dios también les ha enviado a otros profetas que están a su servicio,
pero ustedes no les han hecho caso ni se han mostrado dispuestos a obedecer.
Ellos les han dicho: Dejen ya de hacer lo malo; abandonen sus malas acciones.
Si lo hacen, siempre podrán habitar en la tierra que Dios les ha dado a ustedes
y a sus antepasados. No confíen en esos dioses que ustedes mismos se han
fabricado. No los adoren, y Dios no se enojará con ustedes ni los castigará.
Pero ustedes no han prestado atención a estos mensajes de Dios. Al
contrario, lo han ofendido con esos ídolos que ustedes mismos se fabrican. Lo
único que consiguen es causar su propia desgracia. Por lo tanto, el dios
todopoderoso dice: Ya que ustedes no quieren obedecerme, voy a enviar contra
ustedes al rey de Babilonia y a todos los pueblos del norte. Ese rey está a mi
servicio, así que lo enviaré contra ustedes y contra sus vecinos. Voy a
destruirlos por completo, voy a convertirlos en un montón de ruinas, que sólo
causará terror y burla. Les juro que así será. No dejaré que vuelvan a
escucharse los gritos de alegría y de entusiasmo, ni las serenatas de los
novios, ni se oirá ruido en las calles, ni se verá luz en las casas. Todo este
país quedará convertido en un montón de ruinas, que sólo producirá terror. Y
durante muchos años todos quedarán bajo el dominio del rey de Babilonia.
Pasado ese tiempo, yo castigaré por su maldad al rey de Babilonia y a
su nación, ¡y ese país quedará destruido para siempre! Yo les juro que así
será. Haré con este país todo lo que dije contra las otras naciones. Cumpliré
las amenazas que anunció mi profeta Jeremías, y que han quedado escritas en
este libro. También los babilonios quedarán bajo el dominio de naciones y reyes
más poderosos. De ese modo los castigaré por todo el mal que han hecho.
El Dios de Israel me dijo: Jeremías, esta copa que tengo en la mano
representa mi enojo. Tómala y haz que beban de ella todas las naciones y las
que voy a enviarte. Esas naciones comenzarán a tambalearse, y sus habitantes se
volverán locos por causa de la guerra que voy a enviar contra ellos.
Yo recibí la copa de las manos de Dios, y se la di a beber a todas las
naciones a las que él me envió. También se la di a los habitantes de Jerusalén
y de las ciudades de Judá, y a sus gobernantes, para destruirlos. Sus ciudades
quedaron convertidas en ruinas. Hasta el momento en que esto se escribe, esas
ciudades son motivo de espanto, de burla y de insultos.
También les di la copa del castigo al rey de Egipto, a sus jefes y
oficiales, a todo su pueblo, y a todos los extranjeros que allí vivían. Además
bebieron de ella todos los reyes del país de Uz, los reyes filisteos de Ascalón, Gaza y Ecrón; los sobrevivientes de
Asdod, Edom, Moab y los amonitas. Luego bebieron de ella los reyes de Tiro y de
Sidón, y los reyes de los pueblos que viven en las costas del mar Mediterráneo,
los reyes de Dedán, Tema y Buz; todo los pueblos y tribus del desierto; los
reyes de Arabia Zimri, Elam y Media, todos los reyes del norte, tanto los
cercanos como los lejanos, y todos los reinos que hay en la tierra. Por último,
el rey de Babilonia también bebió de la copa.
El Dios todopoderoso también me dijo: Jeremías, esta copa representa
mi enojo y la guerra que voy a mandar contra ellos. Ordénales que beban de la
copa, hasta que vomiten y se caigan, y no vuelvan a levantarse. Pero si se
niegan a beber de ella, tú les dirás de mi parte: ¡Tendrán que beber de ella,
aunque no quieran! Ya he comenzado a castigar a Jerusalén, ciudad donde se me
adora, y están muy equivocados si creen que a ustedes no los castigaré.
Jeremías, voy a castigar a todas esas naciones, y lo haré por medio de
la guerra. Yo, el Dios todopoderoso, te juro que así será. Anuncia este mensaje
contra esas naciones: Dios lanza un grito de guerra desde el cielo, donde él
tiene su trono. Es tanto su enojo contra su pueblo y contra los habitantes de
la tierra, que su voz retumba a lo lejos, y se oyen sus botas aplastando a las
naciones. Dios está en pleito contra todas las naciones y contra todos los
habitantes del mundo. ¡El condenará a los malvados! El Dios todopoderoso les
advierte que ninguna nación escapará de la desgracia; un poderoso ejército las
atacará por todos lados. Ese día, aquellos a los que yo castigue con la muerte
quedarán tendidos por toda la tierra, como si fueran basura. No habrá nadie que
llore por ellos, ni habrá tampoco quien los recoja y los entierre.
Jefes y gobernantes del pueblo, ¡no podrán escapar a ninguna parte!
¡Sólo se oirán sus gritos de dolor, porque Dios está furioso y ha destruido sus
campos! ¡Ya no tienen qué comer! Es tanto el enojo de Dios que ha abandonado a
su pueblo. Dios salió en contra de ellos como un león furioso, ¡y los hizo
morir en la guerra!
Así puedes darte cuenta que es impresionante el amor infinito de Dios
hacia la humanidad, una y otra vez Dios le da oportunidad al hombre para que se
vuelva a El, que reconozca sus faltas, se arrepienta verdaderamente y Dios le
perdonará, pero sabes, es importante que el hombre cambie en su manera de ser,
que obedezca la Palabra de Dios, que se apegue a sus mandatos.
Ahora bien, es tiempo de que el
hombre se levante, que con sus testimonio trascienda para ser mejor cada día,
que se aleje de tantos impulsos de codiciar cosas no edificantes para su vida,
por el contrario, busque a Dios, que deje a un lado el materialismo excesivo, lo
que debe entender es que meditando en la Palabra, Dios da esa llenura, el
hombre ya no se sentirá insatisfecho, expresará gozo, pero es necesario que se
aleje de tantos excesos que no cubrirán jamás esa vaciedad. Lo conveniente, que el hombre cambie de estilo de vida,
disfrute de lo que tiene pero con medida, para que logre una vida equilibrada y
de plenitud espiritual.
Con Alta Estima,
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