lunes, 21 de abril de 2014

Estás en libertad de ir a donde quieras…


Dios volvió a hablarme cuando me llevaban a Babilonia junto con los prisioneros de Judá y Jerusalén. Cuando llegamos a Ramá, el comandante Nebuzaradán me quitó las cadenas y me dijo a solas: El Dios de Israel me pidió que te dijera que él mandó este desastre sobre tu país, para cumplir con sus amenazas. Ustedes se rebelaron contra él y fueron muy desobedientes. Por eso les pasó todo esto. Ahora mismo voy a quitarte de las manos esas cadenas. Si quieres, puedes venir conmigo a Babilonia; ahí yo te cuidaré muy bien. Si no quieres, puedes irte a donde quieras. ¡Toda la tierra está a tu disposición!

Como Nebuzaradán me vio indeciso, me dijo: El rey de Babilonia ha nombrado a Guedalías como gobernador de las ciudades de Judá. Creo que te conviene quedarte a vivir en este lugar, con él y con tu pueblo. Pero estás en libertad de ir a donde quieras.

Dicho esto, Nebuzaradán me dio bastante comida y un regalo, y me dejó ir. Fue así como me quedé en Israel, con la gente de Judá que no fue llevada prisionera a Babilonia. Me quedé a vivir en Mispá, cerca de la casa de Guedalías.

El rey de Babilonia nombró a Guedalías gobernador de Judá. Lo puso a cargo de los que se habían quedado allí, que eran los más pobres del país. Cuando se supo la noticia, algunos jefes y soldados de Judá todavía estaban en el campo. Entonces fueron a Mispá, junto con los soldados que estaban bajo su mando, y se presentaron ante Guedalías. Entre ellos estaban Ismael, los hermanos Johanán y Jonatán, Seraías, Jezanías y los hijos de Efai.

Guedalías les dio ánimo a todos ellos, y les hizo la siguiente promesa: No tengan miedo de los babilonios. Quédense a vivir en Babilonia, y ríndanse al rey. Yo les prometo que les irá bien. Voy a quedarme a vivir en Mispá, y cuando los babilonios vengan acá, yo hablaré a favor de ustedes. Sólo les pido que vuelvan a sus ciudades, y que se encarguen de cosechar los frutos de verano, y de almacenar el vino y el aceite.

Los judíos que estaban en Moab, Amón y Edom se enteraron de que el rey de Babilonia había dejado en Judá a unos cuantos judíos, y que había puesto a Guedalías como gobernador de Judá. También lo supieron los judíos que vivían en otros países, así que todos ellos vinieron para volver a establecerse en Judá. En cuanto llegaron, fueron a presentarse ante el gobernador Guedalías, que estaba en Mispá. También ellos se dedicaron a cosechar los frutos de verano y a guardar mucho vino en las bodegas.

Un día, Johanán hijo de Caréah fue a Mispá para hablar con Guedalías. Lo acompañaron todos los jefes militares que estaban en el campo. Al llegar, le dijeron: Queremos advertirte que Baalís, el rey de Amón, quiere matarte. Para eso ha encontrado a Ismael hijo de Netanías.

Como Guedalías no les creyó, Johanán le propuso en secreto: Guedalías, no podemos permitir que ese Ismael te mate. Si llega a matarte, se dispersarán todos los judíos que se han puesto a tus órdenes, y con eso Judá acabará de hundirse. ¡Déjame ir a matarlo! ¡Te prometo que nadie sabrá quién lo hizo!
Pero Guedalías le advirtió a Johanán: ¡Ni se te ocurra hacerlo! ¡Eso que  me dices de Ismael es pura mentira!

Aquí puedes darte cuenta, que el hombre  a veces se encuentra en la disyuntiva de tener que elegir un camino, Dios le ha dado libre albedrío, es decir tiene libertad para irse para donde él quiera, pero el Señor con su amor infinito dotó al hombre de una conciencia, una voz interior que avisa al hombre que lo que está haciendo no está bien pues al estar apegado a la Palabra de Dios le da discernimiento y sabe elegir lo correcto.

No obstante, en este capítulo, puede el hombre valorar la actitud sincera del Profeta Jeremías, se le presenta la oportunidad de irse con los israelitas a Babilonia obteniendo privilegios, pero prefirió elegir con sencillez quedarse con los oprimidos, pobres para predicar la Palabra de Dios, aceptó vivir en la adversidad pero pensando que era la forma de proceder que agradaría a Dios, ayudar a otros en tiempo de desolación.

Sabes, es importante estar alertas y preparados en el conocimiento de Dios, morir al “yo” para dar lo mejor de sí mismos.


Con Alta Estima, 

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