¡Ay, gálatas, qué
tontos son ustedes! ¡Hasta parece que estuvieran embrujados! Yo mismo les di
una explicación clara de cómo murió Jesucristo en la cruz. Sólo quiero que me
digan una cosa: Cuando recibieron el Espíritu de Dios, ¿fue por obedecer la
ley, o por aceptar la buena noticia? ¡Claro que fue por aceptar la buena
noticia! Y si esto fue así, ¿por qué no quieren entender? Sí para comenzar esta
nueva vida necesitaron la ayuda del Espíritu de Dios, por qué ahora quieren
terminarla mediante sus propios esfuerzos? ¿Tantos sufrimientos, para nada?
¡Aunque no creo que no hayan servido de nada! Dios no les ha dado el Espíritu,
ni ha hecho milagros entre ustedes, sólo porque ustedes obedecen la ley. ¡No!
Lo hace porque ustedes aceptaron el mensaje de la buena noticia.
Dios aceptó a Abraham
porque él confió en Dios. Sepan, entonces, que los verdaderos descendientes de
Abraham son todos los que confían en Dios. Desde mucho antes, la Biblia decía
que Dios también iba a aceptar a los que no son judíos, siempre y cuando
pusieran su confianza en Jesucristo. Por eso Dios le dio a Abraham esta buena
noticia: ¡Gracias a ti, bendeciré a todas las naciones. Así que Dios bendecirá,
por medio de Abraham, a todos los que confían en él como Abraham lo hizo. Pero
corren un grave peligro los que buscan agradar a Dios obedeciendo la ley,
porque la Biblia dice: Maldito sea el que no obedezca todo lo que la ley
ordena. Nadie puede agradar a Dios sólo obedeciendo la ley, pues la Biblia
dice: Los que Dios ha aceptado, y que confían en él, vivirán para siempre.
Pero para tener vida
eterna por medio de la ley no haría falta confiar en Dios; sólo habría que
obedecer la ley. Por eso dice la Biblia:
El que obedece la ley se salvará por su obediencia. Pero Cristo prefirió
recibir por nosotros la maldición que cae sobre el que obedece la ley. De ese
modo nos salvó. Porque la Biblia dice:
Dios maldecirá a cualquiera que muera colgado de un madero. Por eso, la
bendición que Dios prometió darle a Abraham es también para los que no son
judíos. Así que, si confiamos en Cristo, recibiremos el Espíritu que Dios nos
ha prometido.
Hermanos míos, les
voy a dar un ejemplo que cualquiera puede entender. Cuando una persona hace un
pacto con otra, y lo firma, nadie puede anularlo ni agregarle nada. Ahora bien,
las promesas que Dios le hizo a Abraham eran para él y para su descendiente. La
Biblia no dice que las promesas eran para sus descendientes, sino para su
descendencia, la cual es Cristo. Lo que quiero decir es esto: la promesa de
Dios no puede cambiarla, ni dejarla sin valor, una ley que Dios dio
cuatrocientos treinta años después. Porque si Dios diera lo que prometió sólo a
quien obedece la ley, entonces ya no lo
daría para cumplir su promesa. Pero lo cierto es que, cuando Dios le aseguró a
Abraham que le daría lo prometido, no le pidió nada a cambio.
Entonces, ¿para qué
sirve la ley? Pues después de hacerle su promesa a Abraham, Dios nos dio la ley
para ministrarnos lo que estábamos haciendo mal. Pero esa ley serviría sólo
hasta que viniera el descendiente de Abraham, a quien Dios le hizo la promesa.
Dios le dio la ley a Moisés por medio de los ángeles, para que él nos la diera
a nosotros. Pero cuando Dios le hizo la promesa a Abraham, no usó mensajeros,
sino que se la hizo personalmente.
Esto no significa que
la ley está en contra de las promesas de Dios. ¡De ninguna manera! Porque si la
ley pudiera darnos vida eterna, entonces Dios no hubiera aceptado por
obedecerla. La Biblia dice que el pecado nos domina a todos, de modo que el
regalo que Dios prometió es para los que confían en Jesucristo. Antes de eso,
la ley fue como una cárcel, donde estuvimos encerrados hasta que vimos que
podíamos confiar en Cristo. La ley fue como un maestro que nos guió y llevó
hasta Cristo, para que Dios nos aceptara por confiar en él. Pero ahora que ha
llegado el tiempo en que podemos confiar en Jesucristo, no hace falta que la
ley nos guíe y nos enseñe.
Ustedes han confiado en Jesucristo, y por eso todos
ustedes son hijos de Dios. Porque cuando fueron bautizados, también quedaron
unidos a Cristo, y ahora actúan como él. Así que no importa si son judíos o no
lo son, si son esclavos o libres, o si son hombres o mujeres. Si están unidos a
Jesucristo, todos son iguales. Y si están unidos a Cristo, entonces son
miembros de la gran familia de Abraham, y tienen derecho a recibir las promesas
que Dios le hizo.
Aquí puedes darte
cuenta que lo más importante es que el hombre acepte la buena noticia que Jesús
murió en la cruz y resucitó para dar al hombre una nueva vida, que crea en
Jesucristo y que confíe en Dios y entonces el hombre recibe el Espíritu de
Dios.
No obstante, lo que
el hombre debe esperar en Dios pues es un Dios de Pacto y él cumple sus
promesas pero es fundamental que el
hombre entienda que es dominado por el pecado, y mientras esto suceda el hombre
vive cautivo por lo que es de prioridad que el hombre confíe en Dios pues Jesús,
el Hijo de Dios vino a redimir al hombre y así está unido a Cristo y por ende
tiene derecho a la vida eterna.
Con Alta Estima,
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