viernes, 1 de mayo de 2015

Porque todos nosotros vamos a tener que presentarnos delante de Cristo, que es nuestro juez.


Bien sabemos que en este mundo vivimos como en una tienda de campaña, que un día será destruida. Pero en el cielo tenemos una casa permanente, construida por Dios y por seres humanos. Mientras vivimos en este mundo,  suspiramos por la casa donde viviremos para siempre. Sabemos que, cuando estamos allí, estaremos bien protegidos. Mientras vivimos en esta tienda de campaña, que es nuestro cuerpo, nos sentimos muy tristes y cansados. Y no es que queramos morir. Más bien, quisiéramos que nuestros cuerpos fueran transformados, y que lo que ha de morir se cambie por lo que vendrá para siempre. Dios nos preparó para ese cambio y, como prueba de que así lo hará, nos dio el Espíritu Santo.

Por eso estamos siempre alegres. Sabemos que, mientras vivamos en este cuerpo, estaremos lejos del Señor. Pero, aunque no lo podamos ver, confiamos en él. No nos sentimos tristes, aunque preferiríamos dejar este cuerpo para ir a vivir con el Señor. Por eso tratamos de obedecerlo, ya sea en esta vida o en la otra. Porque todos nosotros vamos a tener que presentarnos delante de Cristo, que es nuestro juez. El juzgará lo que hicimos mientras vivíamos en este cuerpo, y decidirá si merecemos que nos premie o nos castigue.

Nosotros sabemos que hay que obedecer y adorar a Dios. Por eso tratamos de convencer a los demás para que crean en él. Dios nos conoce muy bien, y espero que también ustedes nos conozcan. No estamos tratando de impresionarlos al hablar bien de nosotros mismos. Lo que queremos es darles una razón para que se sientan orgullosos de nosotros. Así sabrán cómo responder a los que se creen importantes, y que en realidad no lo son.

Si acaso estamos locos, lo estamos por querer servir a Dios. Y si no lo estamos, es para el bien de ustedes. El amor de Cristo domina nuestras vidas. Sabemos que él murió por todos y que, por lo tanto, todos hemos muerto. Así que, si Cristo murió por nosotros, ya no debemos vivir más para nosotros mismos, sino para Cristo, que murió y resucitó para darnos vida.

A partir de ahora, ya no vamos a valorar a los demás desde el punto de vista  humano. Y aunque antes valorábamos a Cristo de esa manera, ya no seguiremos valorándolo así. Ahora  que estamos unidos a Cristo, somos una nueva creación. Dios ya no tiene en cuenta  nuestra antigua manera de vivir, sino que nos ha hecho comenzar una vida nueva. Y todo esto viene de Dios. Antes éramos sus enemigos, pero ahora, por medio de Cristo, hemos llegado a ser sus amigos, y nos ha encargado que anunciemos a todo el mundo esta buena noticia. Por medio de Cristo, Dios perdona los pecados y hace las paces con todos. Cristo nos envió para que hablemos de parte suya, y Dios mismo les ruega a ustedes que escuchen nuestro mensaje. Por eso,  de parte de Cristo les pedimos hagan las paces con Dios.

Cristo nunca pecó. Pero Dios lo trató como si hubiera pecado, para declararnos inocentes por medio de Cristo.

Aquí puedes darte cuenta que el hombre mientras viva en este mundo, vivirá  bajo un cuerpo temporal y que en un futuro será destruido, por lo que es importante, que el hombre cambie su manera de vivir, pues Dios da al hombre el Espíritu Santo para que su mente sea renovada y por ende, su vida sea transformada.

Así pues, es esencial que el hombre regenerado confíe en Dios y viva apegado a su Palabra, que sea un hombre obediente, sencillo,  y con un corazón dispuesto a cambiar de actitud, pues tiempo de que el hombre busque a Dios y esté preparado, que se llene del conocimiento de Dios pues la sabiduría viene de El y entonces anunciar el mensaje de Dios, pues el hombre será juzgado por  Cristo, pues El es el juez.

No obstante, lo conveniente es que el hombre permita que Jesús gobierne su vida y así podrá morir a su “yo” y enderezar su andar, pues bajo la fuerza humana es imposible lograrlo; pero sabes,  es necesario que el hombre muestre un arrepentimiento genuino y, modifique  su conducta, que todo lo que haga honre a Cristo  pues para Dios eso es lo que cuenta,  y entonces el hombre hace las paces con Dios.


Con Alta Estima,

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