Una vez Jesús estaba a la orilla
del Lago de Galilea, y la gente se amontonó alrededor de él para escuchar el
mensaje de Dios. Jesús vio dos barcas en la playa. Estaban vacías porque los
pescadores estaban lavando sus redes.
Una de esas barcas era de Simón Pedro. Jesús subió a ella y le pidió a
Pedro que la alejara un poco de la orilla. Luego se sentó en la barca, y desde
allí comenzó a enseñar a la gente.
Cuando Jesús terminó de
enseñarles, le dijo a Pedro: Lleva la barca a la parte honda del lago, y lanza
las redes para pescar. Pedro respondió: Maestro, toda la noche estuvimos
trabajando muy duro y no pescamos nada. Pero, si tú lo mandas, voy a echar las
redes. Hicieron lo que Jesús les dijo, y fueron tantos los pescados que
recogieron, que las redes estaban a punto de romperse. Entonces hicieron señas
a los compañeros de la otra barca, para que fueran enseguida a ayudarlos. Eran
tantos los pescados que, entre todos, llenaron las dos barcas. Y las barcas
estaban a punto de hundirse.
Al ver esto, Pedro se arrodilló
delante de Jesús y le dijo: ¡Señor, apártate de mí, porque soy un pecador!
Santiago y Juan que eran hijos de Zebedeo, Pedro y todos los demás, estaban muy
asombrados por la pesca tan abundante. Pero Jesús le dijo a Pedro: No tengas
miedo. De hoy en adelante, en lugar de pescar peces, voy a enseñarte a ganar
seguidores para mí. Los pescadores llevaron las barcas a la orilla, dejaron
todo lo que llevaban, y se fueron con Jesús.
Un día, Jesús estaba en un
pueblo. De pronto llegó un hombre que estaba enfermo de lepra, se inclinó
delante de Jesús hasta tocar el suelo con la frente, y le suplicó: Señor, yo sé
que tú puedes sanarme. ¿Quieres hacerlo? Jesús extendió la mano, tocó al
enfermo y le dijo: ¡Si quiero! ¡Queda sano!
De inmediato, el hombre quedó
completamente sano. Después, Jesús le dijo: No le digas a nadie lo que sucedió.
Ve con el sacerdote y lleva la ofrenda que Moisés ordenó; así los sacerdotes
verán que ya no estás enfermo. Jesús se hacía cada vez más famoso. Mucha gente
se reunía para escuchar su mensaje, y otros venían para que él los sanara. Pero
Jesús siempre buscaba un lugar para estar solo y orar.
En cierta ocasión, Jesús estaba
enseñando en una casa. Allí estaban sentados algunos fariseos y algunos
maestros de la Ley. Habían venido de todos los pueblos de Galilea, de Judea, y
de la ciudad de Jerusalén, para oír a Jesús.
Y como Jesús tenía el poder de
Dios para sanar enfermos, llegaron unas personas con una camilla, en la que
llevaban a un hombre que no podía caminar. Querían poner al enfermo delante de
Jesús, pero no podían entrar en la casa porque en la entrada había mucha gente.
Entonces subieron al techo y abrieron allí un agujero. Por ese agujero bajaron
al enfermo en la camilla, hasta ponerlo en medio de la gente, delante de Jesús.
Cuando Jesús vio la gran confianza que aquellos hombres tenían en él, le dijo
al enfermo: ¡Amigo, te perdono tus pecados! Los maestros de la Ley y los
fariseos pensaron: ¿Y este quién se cree que es? ¡Qué barbaridades dice contra
Dios! ¡Sólo Dios puede perdonar pecados!
Jesús se dio cuenta de lo que
estaban pensando, y les preguntó: ¿Por qué piensan así? Díganme, ¿qué es más
fácil? ¿Perdonar a este enfermo, o sanarlo? Pues voy a demostrarles que yo, el
Hijo del hombre, tengo autoridad aquí en la tierra para perdonar pecados.
Entonces le dijo al hombre que no podía caminar: Levántate, toma tu camilla y
vete a tu casa. En ese mismo instante, y ante la mirada de todos, el hombre se
levantó, tomó la camilla y se fue a su casa alabando a Dios. Todos quedaron
admirados y llenos de temor, y comenzaron a alabar a Dios diciendo: ¡Qué cosas
tan maravillosas hemos visto hoy!
Después de esto, Jesús se fue de
aquel lugar. En el camino vio a un hombre llamado Mateo que estaba cobrando
impuestos para el gobierno de Roma, Jesús le dijo: Sígueme. Mateo se levantó, dejó
todo y lo siguió. Ese mismo día, Mateo ofreció en su casa una gran fiesta en
honor de Jesús. Allí estaban comiendo muchos cobradores de impuestos y otras
personas. Algunos fariseos y maestros de la Ley comenzaron a hablar contra los
discípulos de Jesús, y les dijeron: ¿Por qué comen ustedes con los cobradores
de impuestos y con toda esta gente mala? Jesús les respondió: Los que necesitan
del médico son los enfermos, no los que están sanos. Yo vine a invitar a los
pecadores para que regresen a Dios, no a los que se creen buenos.
Algunas personas le dijeron a
Jesús: Los discípulos de Juan el Bautista y los seguidores de los fariseos
siempre dedican tiempo para ayunar y para orar. Tus discípulos, en cambio,
nunca dejan de comer y de beber. Jesús les respondió: Los invitados a una
fiesta de bodas no ayunan mientras el novio está con ellos. Pero llegará el
momento en que se lleven al novio, y entonces los invitados ayunarán.
Jesús también les puso esta
comparación: Si un vestido viejo se rompe, nadie corta un pedazo de un vestido
nuevo para remendar el viejo. Si lo hace, echa a perder el vestido nuevo. Además,
el remiendo nuevo se verá feo en el vestido viejo. Tampoco se echa vino nuevo
en recipientes viejos porque, cuando el vino nuevo fermente, hará que reviente
el cuero viejo. Entonces se perderá el vino nuevo, y los recipientes se
destruirán. Por eso, hay que echar vino nuevo en recipientes de cuero nuevo.
Además, si una persona prueba el vino viejo, ya no quiere beber vino nuevo,
porque habrá aprendido que el viejo es mejor
Aquí puedes darte cuenta que lo
fundamental es que el hombre se vuelva a Dios, pues para Dios es esencial que
el hombre confíe en El, que ponga toda su carga en las manos de Dios, que a
través de su Palabra sea fortalecido y, enriquecido en sabiduría que viene de lo Ato y asimismo pueda enseñar a
otros el mensaje y ganar seguidores para
el reino de Dios.
Por tanto, es el momento de que
el hombre cambie su forma de pensar, que
se arrepienta de lo malo que ha hecho, pues sólo Dios perdona los pecados.
Asimismo, Jesús vino a invitar a los
pecadores no a los que se creen buenos .
Así que es tiempo de que el hombre
renueve su mente y su corazón, que actúe en obediencia a sus enseñanzas, y por
ende honre a Dios con su manera de vivir.
Con Alta Estima,
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