Por esos días llegaron a Antioquía algunos hombres de la
región de Judea. Ellos enseñaban a los seguidores de Jesús que debían
circuncidarse, porque así lo ordenaba la ley de Moisés. Les enseñaban también
que, si no se circuncidaban, Dios no los salvaría. Pablo y Bernabé no estaban
de acuerdo con eso, y discutieron con ellos. Por esa razón, los de la iglesia
de Antioquía les pidieron a Pablo y a Bernabé que fueran a Jerusalén, y que
trataran de resolver ese problema con los apóstoles y los líderes de la iglesia
en esa ciudad. Pablo y Bernabé se pusieron en camino, y algunos otros
seguidores los acompañaron.
En su camino a Jerusalén pasaron por las regiones de Fenicia
y Samaria. Allí les contaron a los cristianos judíos que mucha gente no judía
había decidido seguir a Dios. Al oír esta noticia, los cristianos judíos se
alegraron mucho.
Pablo y Bernabé llegaron a Jerusalén. Allí fueron recibidos
por los miembros de la iglesia, los apóstoles y los líderes. Luego Pablo y
Bernabé les contaron todo lo que Dios había hecho por medio de ellos. Pero
algunos fariseos que se habían convertido en seguidores de Jesús dijeron: A los
que han creído en Jesús, pero que no son judíos, debemos exigirles que obedezcan
la ley de Moisés y se circunciden.
Los apóstoles y los líderes de la iglesia se reunieron para
tomar una decisión bien pensada. Luego de una larga discusión, Pedro les dijo:
Amigos míos, como ustedes saben, hace algún tiempo Dios me eligió para anunciar
las buenas noticias de Jesús a los que no son judíos, para que ellos crean en
él. Y Dios, que conoce nuestros pensamientos, ha demostrado que también ama a
los que no son judíos, pues les ha dado el Espíritu Santo lo mismo que a
nosotros, pues también a ellos les perdonó sus pecados cuando creyeron en
Jesús.
¿Por qué quieren ir en contra de los que Dios ha hecho? ¿Por
qué quieren obligar a esos seguidores de Jesús a obedecer leyes, que ni
nuestros antepasados ni nosotros hemos podido obedecer? Más bien, nosotros creemos que somos salvos gracias a que Jesús
nos amó mucho, y también ellos lo creen.
Todos se quedaron callados. Luego, escucharon también a
Bernabé y a Pablo, quienes contaron las maravillas y los milagros que, por
medio de ellos, Dios había hecho entre los no judíos. Cuando terminaron de
hablar, Santiago, el hermano de Jesús, les dijo a todos: Amigos míos,
escúchenme. Simón Pedro no ha contado cómo Dios, desde un principio, trató bien
a los que no son judíos, y los eligió para que también formaran parte de su
pueblo. Esto es lo mismo que Dios anunció en la Biblia por medio de los
profetas: Yo soy el Señor su Dios, y volveré de nuevo para que vuelva a reinar
un descendiente de David. Cuando eso pase, gente de otros países vendrá a mí, y
serán mis elegidos. Yo soy el Señor su Dios. Yo había prometido esto desde hace
mucho tiempo.
Los que no son judíos han decidido ser seguidores de Dios.
Yo creo que no debemos obligarlos a obedecer leyes innecesarias. Sólo debemos
escribirles una carta y pedirles que no coman ninguna comida que haya sido
ofrecida a los ídolos. Que tampoco coman carne de animales que hayan muerto
ahogados, ni carne que todavía tenga sangre. Además, deberán evitar las
relaciones sexuales que la ley de Moisés prohíbe. Hay que recordar que, desde
hace mucho tiempo, en esos mismos pueblos y ciudades se ha estado enseñando y
predicando la ley de Moisés. Esto pasa cada sábado en nuestras sinagogas.
Los apóstoles, los líderes y todos los miembros de la
iglesia, decidieron elegir a algunos de ellos y enviarlos a Antioquía, junto
con Pablo y Bernabé. Eligieron a Judas, a quien la gente también llamaba
Barsabás, y a Silas. Estos dos eran líderes de la iglesia. Con ellos mandaron
esta carta: Nosotros, los apóstoles y líderes de la iglesia en Jerusalén, les
enviaron un cariñoso saludo a todos ustedes, los que viven en las regiones de
Antioquía, Siria y Cilicia, y que no son judíos pero creen en Jesús. Hemos
sabido que algunos de aquí han ido a verlos, sin nuestro permiso, y los han
confundido con sus enseñanzas. Por eso hemos decidido enviarles a algunos de
nuestra iglesia. Ellos acompañarán a nuestros queridos compañeros Bernabé y
Pablo, los cuales han puesto su vida en peligro por ser obedientes a nuestro
Señor Jesucristo. También les enviaron a Judas y a Silas. Ellos personalmente
les explicarán el acuerdo a que hemos llegado.
Al Espíritu Santo y a nosotros nos ha parecido bien no
obligarlos a obedecer más que las siguientes reglas, que no podemos dejar de
cumplir: No coman carne de animales que hayan sido sacrificados en honor a los
ídolos; no coman sangre ni carne de animales que todavía tengan sangre adentro,
y eviten las relaciones sexuales que la ley de Moisés prohibe. Si cumplen con
esto, harán muy bien. Reciban nuestros cariñosos saludos.
Entonces Bernabé, Pablo, Judas y Silas se fueron a
Antioquía. Cuando llegaron allá, se reunieron con los miembros de la iglesia y
les entregaron la carta. Cuando la carta
se leyó, todos en la iglesia se pusieron muy alegres, pues lo que decía los
tranquilizaba. Además, como Judas y Silas eran profetas, hablaron con los
seguidores de Jesús, y los tranquilizaron y animaron mucho.
Después de pasar algún tiempo con los de la iglesia en
Antioquía, los que habían venido de Jerusalén fueron despedidos con mucho cariño.
Pero Silas, Pablo y Bernabé se quedaron en Antioquía y, junto con muchos otros
seguidores, enseñaban y anunciaban las buenas noticias del Señor Jesucristo.
Tiempo después, Pablo le dijo a Bernabé: Regresemos a todos
los pueblos y ciudades donde hemos anunciado las buenas noticias, para ver cómo
están los seguidores de Jesús. Bernabé quería que Juan Marcos los acompañara,
pero Pablo no estuvo de acuerdo. Y es que hacía algún tiempo Juan Marcos los
había abandonado en la región de Panfilia, pues no quiso seguir trabajando con
ellos. Pablo y Bernabé no pudieron ponerse de acuerdo, así que terminaron por
separarse. Bernabé y Marcos tomaron un barco y se fueron a la isla de Chipre.
Por su parte, Pablo eligió a Silas como compañero. Luego, los miembros de la
iglesia de Antioquía los despidieron, rogándole a Dios que no dejara de amarlos
y cuidarlos. Entonces Pablo y Silas salieron de allí y pasaron por las regiones
de Siria y Cilicia, donde animaron a los miembros de las iglesias a seguir confiando en el Señor
Jesús.
Aquí puedes darte cuenta que para Dios lo importante es que
el hombre crea en nuestro Señor Jesucristo, que confíe en El, que por su gran
amor a la humanidad, se entregó a sí mismo y resucitó para que el hombre tenga
salvación.
No obstante, es fundamental que el hombre cumpla sus
mandamientos, que los obedezca y, por ende se apartará de los malos deseos.
Así que es esencial que el hombre crea en nuestro Señor Jesucristo y aumente su
fe, pues El es el camino que lleva hacia el Padre, quizá bajo la fuerza humana
es difícil que el hombre cumpliera cabalmente con algunas imposiciones de la
ley, pero es necesario que aprenda a discernir del bien y del mal y que escoja
lo correcto, pues sabes, Dios le dio al hombre libre albedrío, lo que si debe
entender es que no todo le es conveniente.
Así pues, el tiempo apremia, y es prioridad que el hombre se
conduzca apegado a la Palabra de Dios.
Con Alta Estima,
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