sábado, 7 de febrero de 2015

Sólo Dios decide cuándo llevar a cabo lo que piensa hacer.


Muy distinguido amigo Teófilo: En mi primer libro le escribí a usted acerca de todo lo que Jesús
hizo y enseñó, desde el principio hasta el día en que subió al cielo. Jesús murió en una cruz, pero resucitó y luego se apareció a los apóstoles que había elegido. Durante cuarenta días les demostró que realmente estaba vivo, y siguió hablándoles del reino de Dios.

Un día en que estaban todos juntos, Jesús, con el poder del Espíritu Santo, les ordenó: No salgan de Jerusalén. Esperen aquí, hasta que Dios mi Padre cumpla su promesa, de la cual yo les hablé. Juan bautizaba con agua, pero dentro de poco tiempo Dios los bautizará con el Espíritu Santo.

Cierto día en que estaban reunidos los apóstoles, le preguntaron a Jesús: Señor, ¿no crees que este es un buen momento para que les des a los israelitas su propio rey? Jesús les respondió: Sólo Dios decide cuándo llevar a cabo lo que piensa hacer. Pero quiero que sepan que el Espíritu Santo vendrá sobre ustedes, y que recibirán poder para hablar de mí en Jerusalén, en todo el territorio de Judea y de Samaria, y también en los lugares más lejanos del mundo.

Después de esto, los apóstoles vieron cómo Jesús era llevado al cielo, hasta que una nube lo cubrió y ya no volvieron a verlo. Mientras tanto, dos hombres se aparecieron junto a los apóstoles. Estaban vestidos con ropas muy blancas, pero los apóstoles no los vieron porque estaban mirando al cielo. Entonces aquellos dos les dijeron: Hombres de Galilea, ¿qué hacen ahí, mirando al cielo? Acaban de ver que Jesús fue llevado al cielo, pero así como se ha ido, un día volverá.

Los apóstoles que vieron a Jesús subir al cielo eran Pedro, Juan , Santiago, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Santiago el hijo de Alfeo, Simón el Celote y Judas el hijo de Santiago. Todos ellos se alejaron del Monte de los Olivos y caminaron como un kilómetro, hasta llegar de nuevo a Jerusalén. Cuando llegaron a la casa donde se estaban quedando, subieron a su cuarto. Estos seguidores de Jesús eran un grupo muy unido, y siempre oraban juntos. Con ellos se reunían los hermanos de Jesús y algunas mujeres, entre las que se encontraba María, la madre de Jesús. Todos los de este grupo eran como ciento veinte personas. Un día en que todos ellos estaban juntos, Pedro se levantó de pronto y les dijo:

Queridos amigos, todos sabemos que a Jesús lo arrestaron porque Judas llevó a los enemigos de Jesús hasta donde él estaba. Eso ya lo había anunciado el Espíritu Santo por medio de David. Así lo dice la Biblia, y así sucedió. No hay que olvidar que Judas era uno de los nuestros, y que trabajaba con nosotros. Cuando traicionó a Jesús, con el dinero que le dieron fue y compró un terreno. Pero luego se cayó de cabeza y se estrelló contra el suelo. Todos en Jerusalén lo supieron y, desde entonces, ese lugar se conoce como “Campo de sangre”. Ahora tiene que cumplirse lo que se dice en el libro de los Salmos: ¡Que su casa se quede vacía! ¡Que nadie viva en ella! ¡Que otro haga su trabajo!

Por eso, otro tiene que ocupar el lugar de Judas, para que junto con nosotros anuncie a todo el mundo que Jesús resucitó. Tiene que ser alguien que, desde el principio, haya andado con Jesús y con nosotros; alguien que lo haya conocido desde que Juan lo bautizó hasta el día en que subió al cielo. 

Los candidatos presentados para ocupar el puesto de Judas fueron dos. Uno de ellos se llamaba José Barsabás, más conocido como el Justo, y el otro se llamaba Matías. Luego todos oraron: Señor, tú sabes lo que nosotros pensamos y sentimos. Por eso, te rogamos que nos muestres cuál de estos dos debe hacer el trabajo que a Judas le correspondía. Después de eso se hizo un sorteo, y Matías resultó elegido. Desde ese día, Matías se agregó al grupo de los apóstoles.

Aquí puedes darte cuenta que Dios es un Dios vivo y verdadero, que a través de su Palabra el hombre edifica su vida pues su mensaje es fuente de vida para todo aquél que en El cree, pero sabes, este mensaje es esencial que el hombre lo transmita a otros para que sepan del reino de Dios.

No obstante, el hombre debe reconocer que el Señor Jesús enseñó a través de su ejemplo, así es que cada persona que lo acepta en su corazón debe ser obediente a sus enseñanzas y esperar en sus promesas.

Asimismo, el hombre debe entender que sólo Dios bautiza con el Espíritu Santo pero sólo Dios decide a quien elige y cuando lo llevará a cabo y, con ese poder el hombre tendrá la fuerza para que enseñe otros  y conozcan a Jesucristo, el Hijo de Dios pero es necesario que el hombre se empape de la Palabra de Dios y que esté vigilante en su proceder, libre de la esclavitud del pecado, entre otros, de la ira, cizaña, odio, venganzas, traición, sino más bien, ponga en las manos del Señor estas emociones negativas  para que el hombre no contriste el Espíritu Santo y siga avanzado en su crecimiento espiritual y, entonces estará preparado cuando Jesús vuelva.


Con Alta Estima,

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