Ustedes deben
considerarnos como simples servidores de Cristo, encargados de dar a conocer
los planes que Dios tenía en secreto. Los que están encargados de alguna tarea
deben demostrar que se puede confiar en ellos. A mí, en lo personal, no me
importa si ustedes, o un tribunal de justicia de este mundo, se ponen a
averiguar si hago bien o mal. Ni siquiera me juzgo a mí mismo. Y aunque no
recuerdo haber hecho nada malo, eso no significa que yo esté del todo libre de
culpa. Pero el único que tiene derecho a juzgarme es Dios. Por eso, no culpen a
nadie antes de que Jesucristo vuelva. Cuando él venga, dará a conocer todo lo
que está oculto y todo lo que piensa cada uno de nosotros. Entonces Dios nos
dará el premio que merezcamos.
He hablado de Apolo,
y de mí mismo, para que aprendan de nuestro ejemplo lo que significa el dicho:
No hay que hacer ni decir más de lo que dice la Biblia, Así que no anden
presumiendo de que un servidor de Dios es mejor que otro. No hay nada que los
haga a ustedes más importantes que otros. Todo lo que tienen, lo han recibido
de Dios. Y si todo se lo deben a él, ¿por qué presumen, como si ustedes solos
lo hubieran conseguido?.
Ustedes tienen ahora
todo lo que desean: ya son ricos, y actúan como reyes, como si no necesitaran
de nosotros. ¡Ojalá que de veras fueran reyes! ¡Así nosotros podríamos reinar
junto con ustedes! Pero me parece que a nosotros, los apóstoles, Dios nos ha
dejado el último lugar. Parecemos prisioneros condenados a muerte. Somos el
hazmerreír del mundo entero, ¡y hasta de los ángeles! Por obedecer a Cristo, la
gente nos considera tontos. En cambio, gracias a Cristo, a ustedes los
respetan, y a nosotros no. Ahora mismo tenemos hambre y sed, andamos casi
desnudos, la gente nos maltrata, y no tenemos ni dónde vivir. Nos cansamos trabajando con nuestras manos.
Bendecimos a los que nos insultan. Cuando sufrimos lo soportamos con paciencia.
Cuando hablan mal de nosotros, contestamos con palabras amables. Hasta ahora,
se nos ha tratado como si fuéramos la basura del mundo.
No les escribo esto
para avergonzarlos. Al contrario, lo que quiero es darles una enseñanza, pues
los amo como si fueran mis hijos. Ustedes podrán tener diez mil maestros que
los instruyan acerca de Cristo, pero padres no tienen muchos. El único padre
que tienen soy yo, pues cuando les anuncié la buena noticia de Jesucristo,
ustedes llegaron a ser mis hijos. Por lo tanto, les ruego que sigan mi ejemplo.
Por eso les envié a
Timoteo, a quien amo como a un hijo, y quien es fiel al Señor Jesús. Por eso
confío en él. Timoteo les recordará mis enseñanzas, que son las mismas
enseñanzas de Cristo. Eso es lo que yo enseño en todas las iglesias. Algunos de
ustedes se sienten muy valientes, pues creen que no iré a verlos. Sin embargo,
si Dios quiere, muy pronto iré a visitarlos, y entonces sabré si esos
valentones, además de hablar, hacen lo que dicen. Cuando alguien pertenece al
reino de Dios, lo demuestra por lo que hace y no sólo por lo que dice. ¿Cómo
quieren que vaya a visitarlos? ¿Con un palo en la mano, o con mucho cariño y
ternura?
Aquí puedes darte
cuenta que el hombre que es servidor de Jesús obedece sus enseñanzas y las pone en práctica y las enseña a otros,
dando a conocer el verdadero mensaje de Dios, sin importar si es el hazmerreír
de la gente pues sólo Dios puede juzgar su actitud, por lo que es importante
que el hombre cambie su estilo de vida, cuide sus pensamientos y logre tener
una mente renovada pues sólo Dios sabe lo que el hombre piensa en lo más
recóndito de su ser interior.
Así pues, el mensaje
que el hombre anuncie debe ser en apego a la Palabra de Dios, por lo tanto,
ningún servidor es mejor que otro.
Ahora bien, lo
importante es que el hombre recuerde que todo lo que tiene lo ha recibido de
Dios y, entonces el hombre obediente que pertenece al Reino de Dios demuestra
con sus acciones, si lo que hace es bueno, como bendecir a los que le insultan
y si sufre lo hace con paciencia, pues el hombre debe tener una actitud congruente
en lo que dice y en lo que hace.
Con Alta Estima,
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