Procuren amar con
sinceridad, y pídanle al Espíritu Santo que los capacite de manera especial
para hablar de parte de Dios. Cuando ustedes hablan en un idioma extraño, se
ayudan sólo a ustedes mismos. Dios los
entiende, porque hablan de verdades secretas que solo el Espíritu Santo conoce.
Pero aparte de él, nadie más sabe lo que ustedes dicen. En cambio, cuando Dios
les ordena hablar de su parte, la gente si los entiende. Además, así ustedes
ayudan a todos en la iglesia a confiar más en Cristo, a sentirse mejor y a
estar alegres.
Me gustaría que todos
ustedes hablaran en idiomas desconocidos, pero más me gustaría que hablaran de
parte de Dios. En realidad, es más importante hablar de parte de Dios que
hablar en idiomas que otros no entienden, a menos que alguien pueda traducir lo
que se dice. Porque así se ayuda a los miembros de la iglesia.
Hermanos míos, si yo
fuera a visitarlos y les hablara en idioma desconocidos, ¿de qué les serviría?
Solamente los ayudaría si les diera algún conocimiento, o si les comunican
algún mensaje de parte de Dios, o alguna enseñanza.
Si todos los
instrumentos musicales tuvieran el mismo sonido, ¿cómo podría distinguirse una
flauta de un arpa? Si en una guerra nadie pudiera distinguir el sonido de la
trompeta que anuncia la batalla, ninguno se prepararía para combatir: Algo así
pasa cuando ustedes hablan en idiomas desconocidos. Si nadie entiende lo que
significan, es como si estuvieran hablándole al aire.
En el mundo hay
muchos idiomas, y en todos ellos se pueden decir cosas que tienen sentido. Pero
si alguien me habla y yo no entiendo lo que dice, esa persona pensará que soy
un extranjero. Y lo mismo pensaré yo, si esa persona no me entiende a mí. Por
eso, ya que desean las capacidades que da el Espíritu, traten de tener aquellos
que ayuden a todos los de la iglesia-
Por lo tanto, cuando
ustedes hablen en idiomas desconocidos,
deben pedirle a Dios que les dé la capacidad de explicar lo que estén diciendo.
Por ejemplo, si yo oro en un idioma desconocido, el que ora es mi espíritu,
porque yo no entiendo lo que digo. ¿qué debo hacer entonces? Pues orar y cantar
con mi espíritu, pero también orar y cantar con mi entendimiento. Porque si tú
das gracias a Dios con tu espíritu, y te escucha algún extraño, no podrá unirse
a tu oración si no entiende lo que dices. Y no podrá hacerlo, porque no habrá
comprendido nada. Tu oración podrás ser muy buena, pero no estaría ayudando a
nadie.
Yo le doy gracias a
Dios de que hablo en idiomas desconocidos más que todos ustedes. Sin embargo,
cuando estoy en la iglesia, prefiero decir cinco palabras que se entiendan y
que ayuden a otros, más que decir diez mil palabras en un idioma que nadie
entienda.
Hermanos en Cristo,
sean inocentes como niños, pero no piensen como niños. Piensen como personas
maduras. Dios dice en la Biblia: Le hablaré a este pueblo por medio de extranjeros
y en idiomas desconocidos. ¡Pero ni así me harán caso!
Por lo tanto, hablar
en idiomas desconocidos podrá probarles algo a los no cristianos, pero para los
cristianos esos idiomas no prueban nada. En cambio, los mensajes de parte de
Dios son para los cristianos, no para los que no creen en Dios.
Supongamos que todos
los de la iglesia se reúnen y comienzan a hablar en idiomas desconocidos. Si en ese momento entra
gente de afuera, o llegan algunos que no creen en Cristo, van a pensar que
ustedes están locos. Pero si todos ustedes hablan de parte de Dios, esa gente
se dará cuenta de que es pecadora, y les confiará a ustedes hasta sus
pensamientos más secretos. Luego se arrodillará delante de Dios, lo adorará, y
reconocerá que, en verdad, Dios está entre ustedes.
Hermanos míos, cuando
se reúnan, todo lo que hagan debe ayudar a los demás. Unos pueden cantar, otros
pueden enseñar o comunicar lo que Dios les haya mostrado, otros pueden hablar
en idiomas desconocidos, o traducir lo que se dice en esos idiomas. Si algunos
hablan en idiomas desconocidos, que no sean más de dos o tres personas, y que
cada uno espere su turno para hablar. Además, alguien debe traducir lo que
estén diciendo. Pero si no hay en la iglesia nadie que traduzca, entonces deben
callarse, o hablar sólo para sí mismos y para Dios.
Y si algunos hablan
de parte de Dios, que sean sólo dos o tres personas. Los demás deben prestar
atención, para ver si el mensaje es de parte de Dios o no. Pero si alguno de
los que están sentados, recibe un mensaje de Dios, el que está hablando debe
callarse y dejar que la otra persona diga lo que tenga que decir. Así todos
tendrán la oportunidad de anunciar un mensaje de Dios, y todos los que escuchan
podrán aprender y sentirse animados. La persona que hable de parte de Dios podrá
decidir cuándo hablar y cuándo callar. Porque a Dios no le gusta el desorden y
el alboroto, sino la paz y el orden.
Como es costumbre en
nuestras iglesias, no se debe permitir que las mujeres hablen en las reuniones.
La ley de Moisés dice que las mujeres deben aprender en silencio. Si quieren
saber algo, que le pregunten a su esposa cuando ya estén en su casa. Se ve mal
que la mujer hable en la iglesia.
Ustedes no inventaron
el mensaje de Dios, ni fueron los únicos que lo recibieron. Si alguien cree que
puede hablar de parte de Dios, o cree que obedece al Espíritu Santo en todo,
debe reconocer que esto que les escribo es una orden de Dios. Pero si no lo quiere
reconocer, ustedes no deben prestarle atención.
Mis queridos
hermanos, ustedes deben procurar hablar de parte de Dios, y no impidan que se
hable en idiomas desconocidos. Pero háganlo todo de manera correcta y ordenada.
Aquí puedes darte
cuenta que lo fundamental es que el hombre de prioridad en su vida de hablar de
parte de Dios con un lenguaje sencillo, para ayudar a los demás, sobre todo, a confiar
más en Cristo y llenar su corazón de alegría y bienestar.
No obstante, cuando
el hombre transmite el mensaje de parte de Dios, el Espíritu de Dios mueve el
corazón de la persona que lo escucha, y entiende el mensaje y esto le ayuda a reflexionar y tomar conciencia de que su actitud no es la correcta y transgrede la ley de Dios, por lo que es conveniente que
el hombre se reivindique y cambie su manera de vivir para que construya esa
nueva vida que Dios le da bajo el orden divino.
Con Alta Estima,
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