Yo soy libre. Soy
apóstol. He visto al Señor Jesús. Y gracias a mi trabajo, ahora ustedes son de
Cristo. Aunque otros piensen que no soy apóstol, para ustedes si lo soy;
ustedes son cristianos, y eso demuestra que realmente soy un apóstol.
A los que discuten
conmigo, yo les respondo que Bernabé y yo también tenemos derecho a recibir
comida y bebida por el trabajo que hacemos. También tenemos derecho a que
nuestra esposa nos acompañe en nuestros viajes. Así lo hacen Pedro y los otros
apóstoles, y los hermanos de Jesucristo ¿Acaso Bernabé y yo somos los únicos
que estamos obligados a trabajar para
vivir? En el ejército, ningún soldado paga sus gastos. Los que cultivan uvas,
comen de las uvas que recogen. Y los que cuidan cabras, toman de la leche que
ordeñan. Esta no es una opinión mía, sino que así lo enseña la Biblia. Porque
en los libros que escribió Moisés leemos: No impidan que el buey coma mientras
desgrana el trigo. Y si la Biblia dice eso, no es porque Dios se preocupe de
los bueyes, sino porque se preocupa por nosotros. Tanto los que preparan el
terreno como los que desgranan el trigo lo hacen con la esperanza de recibir
parte de la cosecha. De la misma manera, cuando nosotros las comunicamos a
ustedes la buena noticia, es como si sembráramos en ustedes una semilla
espiritual. Por eso como recompensa por nuestro trabajo, tenemos derecho a que
ustedes nos den lo necesario para vivir. Si otros tienen ese derecho, con más
razón lo tenemos nosotros. Pero no hemos hecho valer ese derecho, sino que todo
lo hemos soportado, con tal de no crear problemas al anunciar la buena noticia
de Cristo.
Ustedes saben que los
que trabajan en el templo viven de lo que hay en el templo. Es decir, que los que trabajan en el altar
del templo, comen de los animales que allí se sacrifican como ofrenda a Dios.
De la misma manera, el Señor mandó que los que anuncian la buena noticia vivan
de ese mismo trabajo. Sin embargo, yo nunca he reclamado ese derecho. Tampoco
les escribo esto para que me den algo. ¡Prefiero morirme antes de que alguien
me quite la satisfacción de ser apóstol sin sueldo!
Yo no anuncio la
buena noticia de Cristo para sentirme importante. Lo hago porque Dios así me lo
ordenó. ¡Y pobre de mí si no lo hago! Yo no puedo esperar que se me pague por
anunciar la buena noticia, pues no se me preguntó si quería hacerlo; ¡se me
ordenó hacerlo! Pero entonces, ¿qué gano yo con eso? ¡Nada menos que la
satisfacción de poder anunciar la buena noticia, sin recibir nada a cambio! Es
decir, anunciarla sin hacer valer mi derecho de vivir de mi trabajo como
apóstol.
Aunque soy libre,
vivo como si fuera el esclavo de todos. Así ayudo al mayor número posible de
personas a creer en Cristo. Cuando estoy con los judíos, vivo como judío para
ayudarlos a creer en Cristo. Esto no significa que yo no obedezca la ley de
Dios. Al contrario, la obedezco, pues sigo la ley de Cristo. Cuando estoy con
los que apenas empiezan a ser cristianos, me comporto como uno de ellos para
poder ayudarlos. Es decir, me he hecho igual a todos, para que algunos se
salven. Y todo esto hago porque amo la buena noticia, y porque quiero
participar de sus buenos resultados.
Ustedes saben que, en
una carrera, no todos ganan el premio, sino uno solo. Pues nuestra vida como
seguidores de Cristo es como una carrera, así que vivamos bien para llevarnos
el premio. Los que se preparan para competir en un deporte, dejan de hacer todo
lo que pueda perjudicarlos. ¡Y lo hacen para ganarse un premio que no dura
mucho! Nosotros, en cambio, lo hacemos para recibir un premio que dura para
siempre. Yo me esfuerzo por recibirlo. Así que no lucho sin un propósito. Al
contrario, vivo con mucha disciplina y trato de dominarme a mí mismo. Pues sí
anuncio a otros la buena noticia, no quiero que al final Dios me descalifique a
mí.
Aquí puedes darte
cuenta que es importante que el hombre enseñe la buena noticia, es como sembrar
la semilla espiritual en cada persona que escucha el mensaje de Dios, con la
esperanza que dará buen fruto y abundante.
No obstante, lo
esencial de anunciar la buena noticia no es para que el hombre se sienta
superior a los demás, sino al contrario que como seguidor de Cristo es una
carrera que el hombre debe ganar con esfuerzo, viviendo una vida de disciplina
y dominio propio para vencer todo obstáculo y recibir el gran premio, la vida
eterna.
Con Alta Estima,
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