Como no era mi
intención ponerlos tristes, decidí mejor no ir a visitarlos. Porque, si yo los
pongo tristes, ¿quién me alegrará después a mí? Nadie más que ustedes. Yo sabía
muy bien que todos ustedes compartirían mi alegría. Pero tampoco era mi
intención que ustedes se pusieran triste, cuando más bien deberían alegrarme.
Por eso decidí escribirles en vez de ir a visitarlos. Pero cuando les escribí,
estaba yo tan triste y preocupado que hasta lloraba. No quería ponerlos
tristes; más bien, quería que se dieran cuenta del gran amor que les tengo.
No quiero exagerar en
este asunto, pero la persona que causó mi tristeza, hasta cierto punto también
causó la tristeza de todos ustedes. Pero ya es suficiente con el castigo que la
mayoría de ustedes le impuso. Ahora deben perdonarlo y ayudarlo a sentirse
bien, para que no vaya a enfermarse de tanta tristeza y remordimiento. Yo les
ruego que, una vez más, le muestren que lo aman.
La carta que les
escribí era para saber si realmente están dispuestos a obedecerme en todo. Yo,
por mi parte, estoy dispuesto a perdonar a todo el que ustedes perdonen,
suponiendo que haya algo que perdonar. Lo hago pensando en ustedes, y poniendo
a Cristo como testigo, Así Satanás no se aprovechará de nosotros. ¡Ya conocemos
sus malas intenciones!
Cuando fui a la
ciudad de Tróade para anunciar la buena noticia de Cristo, tuve la gran
oportunidad de trabajar por el Señor en ese lugar. Pero me preocupaba no
encontrar allí a nuestro hermano Tito. Por eso me despedí de los miembros de la
iglesia en Tróade, y me fui a la región de Macedonia.
Doy gracias a Dios
porque nos hace participar del triunfo de Cristo, y porque nos permite anunciar
por todas parte su mensaje, para que así todos lo reconozcan. Anunciar la buena
noticia es como ir dejando por todas partes el suave aroma de un perfume. Y
nosotros somos ese suave aroma que Cristo ofrece a Dios. Somos como un perfume
que da vida a los que creen en Cristo. Por el contrario, para los que no creen
somos como un olor mortal.
¿Quién es capaz de
cumplir con la tarea que Dios nos ha dejado? Algunos anuncian el mensaje de
Dios sólo para ganarse la vida, pero nosotros no hacemos así. Al contrario,
Dios es testigo de que trabajamos con sinceridad y honradez, porque Dios nos
envió y porque estamos muy unidos a Cristo.
Aquí puedes darte
cuenta que lo fundamental es que el hombre obedezca a Dios y muestre una
actitud fraternal a sus semejante así como de perdón si alguien incurre en una
falta pero es necesario hacer sentir bien a los demás y así vivir en armonía.
No obstante, es de
prioridad que el hombre muestre gratitud a Dios pues El envió a su Hijo Jesús a
dar su vida y venció a la muerte y esta victoria ha sido para redimir al
hombre, y entonces el hombre regenerado puede anunciar el mensaje de Dios por
todas partes para que lo reconozcan.
Así pues, es
apremiante que el hombre despierte y cumpla esta tarea que Dios ha ordenado, y, sabes este trabajo el hombre lo realizará
con ahínco y honestidad, que agrade a Dios pues el Espíritu de Dios se
manifestará siempre en cada persona que
acepta este compromiso y entonces el
hombre será como un perfume suave que da vida a los que creen en nuestro Señor
Jesucristo.
Con Alta Estima,
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