Cuando alguno de
ustedes tenga un problema serio con otro miembro dela iglesia, no debe pedirle
a un juez de este mundo que lo solucione. Más bien debe pedírselo a un juez de
la iglesia. Porque, en el juicio final, el pueblo de Dios será el que juzgue al
mundo. Y si ustedes van a juzgar al mundo, también pueden juzgar los problemas
menos importantes. Si vamos a juzgar a los ángeles mismos, ¡con mayor razón podemos
juzgar los problemas de esta vida! ¿Por qué tratan de resolver esos problemas
con jueces que no pertenecen a la iglesia? Les digo esto para que les dé
vergüenza. Entre ustedes hay gente sabia, que puede juzgar y solucionar los
problemas. Pero ustedes no sólo pelean el uno contra el otro, ¡sino que hasta
buscan jueces que no creen en Jesús, para solucionar sus pleitos!
En sus peleas, los
únicos que salen perdiendo son ustedes mismos. Vale más ser maltratado y
robado, que robar y maltratar. Pero ustedes hacen lo contrario: ¡se maltratan y
se roban entre ustedes mismos!
No se dejen engañar.
Ustedes bien saben que los que hacen lo malo no participarán en el reino de Dios. Me refiero a los que
tienen relaciones sexuales prohibidas, a los que adoran a los ídolos, a los que
son infieles en el matrimonio, a los afeminados, a los hombres que tienen
relaciones sexuales con otros hombres, a los ladrones, a los que siempre
quieren más de lo que tienen, a los borrachos, a los que hablan mal de los
demás, y a los tramposos. Ninguno de ellos participará del reino de Dios. Y
algunos de ustedes eran así. Pero Dios les perdonó esos pecados, los limpió y
los hizo parte de su pueblo. Todo esto fue posible por el poder del Señor
Jesucristo y del Espíritu de nuestro Dios.
Algunos de ustedes
dicen: Soy libre de hacer lo que yo quiera. ¡Claro que sí! Pero no todo lo que
uno quiere, conviene; por eso no permito que nada me domine. También dicen: La
comida es para el estómago, y el estómago es para la comida. ¡Claro que sí!
Pero Dios va a destruir las dos cosas. En cambio, el cuerpo no es para que lo
usemos en relaciones sexuales prohibidas. Al contrario, debemos usarlo para
servir al Señor Jesús, pues nuestro cuerpo es de él. Y así como Dios hizo que
Jesucristo resucitara, así también a nosotros nos dará vida después de la
muerte, pues tiene el poder para hacerlo.
Ustedes saben que
cada uno de ustedes forma parte de la iglesia, que es el cuerpo de Cristo. No
está bien que una parte de ese cuerpo, que es la iglesia de Cristo, se junte
con una prostituta, pues al tener relaciones sexuales con ella, se hace un solo
cuerpo con ella. Así lo dice la Biblia: Los dos serán una sola persona. En
cambio, quien se une al Señor Jesús se hace un solo cuerpo espiritual con él.
No tengan relaciones
sexuales prohibidas. Ese pecado les hace más daño al cuerpo que cualquier otro
pecado. El cuerpo de ustedes es como un templo, y en ese templo vive el
Espíritu Santo que Dios les ha dado. Ustedes no son sus propios dueños. Cuando Dios los salvó, en realidad los
compró, y el precio que pagó por ustedes fue muy alto. Por eso deben dedicar su
cuerpo a honrar y agradar a Dios.
Aquí puedes darte
cuenta que el hombre que vive apegado a la Palabra de Dios pertenece al pueblo
de Dios y el Señor le da sabiduría para resolver los problemas o pruebas en su
cotidiano vivir, pero es triste ver que en el mundo actual a pesar delas
circunstancias y tiempos difíciles que el hombre vive, sigue teniendo envidia,
peleas que sólo lo llevan a pérdidas en vez de poner toda adversidad en las
manos de Dios pues sólo El tiene control de todas las cosas.
Asimismo, es
necesario que el hombre se aparte de los malos deseos, que gobierne bien sus
emociones, que nada lo domine; sino al
contrario que el hombre cuide su cuerpo para servir al Señor pues el hombre
obediente se une a Dios y forma un solo cuerpo espiritual.
Por lo tanto, es el
momento de que el hombre cambie pues sólo Dios con su poder perdona los pecados
y restaura al hombre y así el hombre regenerado, en gratitud al precio alto que
Jesús pagó con su vida, entonces el
hombre con su cuerpo debe honrar a Dios y por ende participará en el reino de Dios.
Con Alta Estima,
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