Dios le ha mostrado a Jesucristo lo que pronto sucederá,
para que él se lo enseñe a sus servidores.
Por eso Jesucristo se lo ha comunicado a Juan, su servidor, por medio de
un ángel; y Juan ha puesto por escrito toda la verdad.
¡Dios bendiga a quien lea en público este mensaje! ¡Y
bendiga también a los que lo escuchen y lo obedezcan! ¡Ya viene el día en que
Dios cumplirá todo lo que se anuncia en este libro!
Yo, Juan, saludo a las siete iglesias que están en la
provincia de Asia. Dios es el que vive, el que siempre ha vivido, y el que está
por venir. Deseo que Dios y Jesucristo, y los siete espíritus que están delante
de su trono, los amen a ustedes y les den su paz. Podemos confiar en que
Jesucristo nos ama y dice la verdad acerca de Dios. El fue el primero en
resucitar, y es también el que gobierna sobre todos los reyes de la tierra.
Por medio de la muerte de Jesucristo, Dios nos ha
perdonado nuestros pecados. Además, Cristo nos permite gobernar como reyes, y
nos ha puesto como sacerdotes al servicio de Dios su Padre. Por eso, ¡alaben
todos a Jesucristo, y que sólo él tenga todo el poder del mundo!. Amén.
¡Miren!
¡Cristo viene en las nubes!
Todos lo verán venir,
Aun los que lo mataron;
Y todos los habitantes del mundo
Llorarán por él.
Así sucederá. Amén.
El Señor todopoderoso, el que vive y siempre ha vivido, y
que está por llegar dice: Yo soy el principio y el fin.
Yo, Juan, soy su hermano en Cristo, pues ustedes y yo
confiamos en él. Y por confiar en él, pertenezco al reino de Dios, lo mismo que
ustedes; tengo los mismos problemas y dificultades, pero también tengo la
fuerza que Dios nos da para soportar esos sufrimientos. Por anunciar el mensaje
de Dios y hablar de Jesucristo fui enviado a la isla de Patmos. Pero un domingo
quedé bajo el poder del Espíritu Santo. Entonces escuché detrás de mí una voz
muy fuerte, que sonaba como una trompeta. Esta voz me dijo: Escribe en un libro
lo que ves, y envíalo a las siete iglesias de la provincia de Asia, es decir, a
las iglesias de Efeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia y
Laodicea.
Cuando me volví para ver quién me hablaba, vi siete
candelabros vi a alguien que parecía ser Jesús, el Hijo del hombre. Vestía una
ropa que le llegaba hasta los pies, y a la altura del pecho llevaba un cinturón
de oro. Su cabello era tan blanco como la lana, y hasta parecía estar cubierto
de nieve. Sus ojos parecían llamas de fuego, y sus pies brillaban como el
bronce que se funde en el fuego y luego se pule. Su voz resonaba como enormes y
estruendosas cataratas. En su mano derecha tenía siete estrellas, y de su boca
salía una espada delgada y de doble filo. Su cara brillaba como el sol de
mediodía.
Al verlo, caí a sus pies como muerto. Pero él puso su
mano derecha sobre mí, y me dijo: No tengas miedo. Yo soy el primero y el
último, y estoy vivo. Estuve muerto, pero ahora vivo para siempre, y tengo
poder sobre la muerte.
Escribe lo que has
visto, tanto lo que ahora sucede como lo que sucederá después. Yo te explicaré
el significado secreto de las siete estrellas que viste en su mano, y de los
siete candelabros de oro. Las siete estrellas representan a los ángeles de las
siete iglesias, y los siete candelabros representan a las siete iglesias.
Aquí puedes darte cuenta que es prioridad que el hombre cambie
su manera de vivir, que busque a Dios, que cumpla sus mandamientos, y deje de
ser permisivo en las cosas que haga y que sabe no son correctas pues no están
de acuerdo al orden establecido por Dios; por eso el hombre regenerado, debe
despertar de su ceguera espiritual ya que nuestro Señor Jesucristo quien nos
ama tanto vino al mundo a morir para que Dios perdonara los pecados del hombre.
No obstante, nuestro Señor Jesucristo ha sido el primero
en resucitar para que el hombre tenga una nueva vida y tenga su confianza en El,
que recuerde que Dios lo ha elegido para ser sacerdote y que le sirva y anuncie
el mensaje de Dios, que diga la verdad a otros y que el hombre enderece su
camino pues el hombre se ha enfriado y se ha alejado de sus enseñanzas y esto
no agrada a Dios pues no lucha contra el mal y entonces el maligno asecha a las
iglesias pues la iglesia no confronta al hombre a que debe cambiar y renovar su
mente y corazón, que tenga un arrepentimiento genuino y esté preparado para que sus generaciones no sean
contaminadas.
Así pues, es tiempo de que el hombre regenerado sea
valiente, que recupere sus valores y principios morales y aunque tenga
problemas y dificultades entienda que tiene el Espíritu de Dios en su ser
interior que le da esa fuerza para soportar esos sufrimientos.
Así pues, el hombre obediente que teme a Dios pertenece
al pueblo de Dios, y sabe que esto es la
verdad y se cumplirá, por eso el hombre regenerado tiene que ser luminaria en
dondequiera que se encuentre, y que esa luz ilumine a los que se encuentran a
su alrededor, esa luz no debe apagarse pues nuestro Señor Jesucristo tiene el
poder sobre la muerte y El vive para siempre en cada uno de nosotros.
Con Alta Estima,
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