martes, 1 de septiembre de 2015

¡Ya viene el día en que Dios cumplirá todo lo que se anuncia en este libro!


Dios le ha mostrado a Jesucristo lo que pronto sucederá, para que él se lo enseñe a sus servidores.  Por eso Jesucristo se lo ha comunicado a Juan, su servidor, por medio de un ángel; y Juan ha puesto por escrito toda la verdad.

¡Dios bendiga a quien lea en público este mensaje! ¡Y bendiga también a los que lo escuchen y lo obedezcan! ¡Ya viene el día en que Dios cumplirá todo lo que se anuncia en este libro!

Yo, Juan, saludo a las siete iglesias que están en la provincia de Asia. Dios es el que vive, el que siempre ha vivido, y el que está por venir. Deseo que Dios y Jesucristo, y los siete espíritus que están delante de su trono, los amen a ustedes y les den su paz. Podemos confiar en que Jesucristo nos ama y dice la verdad acerca de Dios. El fue el primero en resucitar, y es también el que gobierna sobre todos los reyes de la tierra.

Por medio de la muerte de Jesucristo, Dios nos ha perdonado nuestros pecados. Además, Cristo nos permite gobernar como reyes, y nos ha puesto como sacerdotes al servicio de Dios su Padre. Por eso, ¡alaben todos a Jesucristo, y que sólo él tenga todo el poder del mundo!. Amén.

¡Miren!
¡Cristo viene en las nubes!

Todos lo verán venir,
Aun los que lo mataron;
Y todos los habitantes del mundo
Llorarán por él.
Así sucederá. Amén.

El Señor todopoderoso, el que vive y siempre ha vivido, y que está por llegar dice: Yo soy el principio y el fin.

Yo, Juan, soy su hermano en Cristo, pues ustedes y yo confiamos en él. Y por confiar en él, pertenezco al reino de Dios, lo mismo que ustedes; tengo los mismos problemas y dificultades, pero también tengo la fuerza que Dios nos da para soportar esos sufrimientos. Por anunciar el mensaje de Dios y hablar de Jesucristo fui enviado a la isla de Patmos. Pero un domingo quedé bajo el poder del Espíritu Santo. Entonces escuché detrás de mí una voz muy fuerte, que sonaba como una trompeta. Esta voz me dijo: Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias de la provincia de Asia, es decir, a las iglesias de Efeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia y Laodicea.

Cuando me volví para ver quién me hablaba, vi siete candelabros vi a alguien que parecía ser Jesús, el Hijo del hombre. Vestía una ropa que le llegaba hasta los pies, y a la altura del pecho llevaba un cinturón de oro. Su cabello era tan blanco como la lana, y hasta parecía estar cubierto de nieve. Sus ojos parecían llamas de fuego, y sus pies brillaban como el bronce que se funde en el fuego y luego se pule. Su voz resonaba como enormes y estruendosas cataratas. En su mano derecha tenía siete estrellas, y de su boca salía una espada delgada y de doble filo. Su cara brillaba como el sol de mediodía.

Al verlo, caí a sus pies como muerto. Pero él puso su mano derecha sobre mí, y me dijo: No tengas miedo. Yo soy el primero y el último, y estoy vivo. Estuve muerto, pero ahora vivo para siempre, y tengo poder sobre la muerte.

Escribe  lo que has visto, tanto lo que ahora sucede como lo que sucederá después. Yo te explicaré el significado secreto de las siete estrellas que viste en su mano, y de los siete candelabros de oro. Las siete estrellas representan a los ángeles de las siete iglesias, y los siete candelabros representan a las siete iglesias.

Aquí puedes darte cuenta que es prioridad que el hombre cambie su manera de vivir, que busque a Dios, que cumpla sus mandamientos, y deje de ser permisivo en las cosas que haga y que sabe no son correctas pues no están de acuerdo al orden establecido por Dios; por eso el hombre regenerado, debe despertar de su ceguera espiritual ya que nuestro Señor Jesucristo quien nos ama tanto vino al mundo a morir para que Dios perdonara los pecados del hombre.

No obstante, nuestro Señor Jesucristo ha sido el primero en resucitar para que el hombre tenga una nueva vida y tenga su confianza en El, que recuerde que Dios lo ha elegido para ser sacerdote y que le sirva y anuncie el mensaje de Dios, que diga la verdad a otros y que el hombre enderece su camino pues el hombre se ha enfriado y se ha alejado de sus enseñanzas y esto no agrada a Dios pues no lucha contra el mal y entonces el maligno asecha a las iglesias pues la iglesia no confronta al hombre a que debe cambiar y renovar su mente y corazón, que tenga un arrepentimiento genuino y esté preparado  para que sus generaciones no sean contaminadas.

Así pues, es tiempo de que el hombre regenerado sea valiente, que recupere sus valores y principios morales y aunque tenga problemas y dificultades entienda que tiene el Espíritu de Dios en su ser interior que le da esa fuerza para soportar esos sufrimientos.

Así pues, el hombre obediente que teme a Dios pertenece al pueblo de Dios, y  sabe que esto es la verdad y se cumplirá, por eso el hombre regenerado tiene que ser luminaria en dondequiera que se encuentre, y que esa luz ilumine a los que se encuentran a su alrededor, esa luz no debe apagarse pues nuestro Señor Jesucristo tiene el poder sobre la muerte y El vive para siempre en cada uno de nosotros.


Con Alta Estima,

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