domingo, 30 de agosto de 2015

Que esto sirva de advertencia para todos nosotros.


Yo, Judas, estoy al servicio del Señor Jesucristo y soy hermano de Santiago. Escribo esta carta a todos los que Dios el Padre ama y ha elegido, y que Jesucristo también cuida. Deseo que Dios los trate con mucha compasión y con abundante paz y amor.

Amados hermanos en Cristo, hace tiempo que he querido escribirles acerca de la salvación que Dios nos ha dado. Ahora les escribo para pedirles que luchen y defiendan la enseñanza que Dios ha dado para siempre a su pueblo elegido. Estoy preocupado, pues hay algunos que se han colado entre ustedes, y que los han engañado. Ellos dicen que Jesucristo no es nuestro único Señor y dueño, y que por eso no debemos obedecerle. Piensan que, como Dios nos ama tanto, no nos castigará por todo lo malo que hacemos. Con razón, desde hace mucho tiempo se dice en la Biblia que Dios castigará a esa gente.

Aunque ustedes ya lo saben, quiero recordarles que Dios, después de sacar de Egipto al pueblo de Israel, destruyó a los que no creyeron en él. Así pasó también con los ángeles que rechazaron y abandonaron el lugar de honor que Dios les había dado. Dios los tiene atados para siempre con cadenas, y están encerrados en lugares oscuros, hasta que llegue el gran día  del juicio final.

Algo parecido les sucedió a los que vivían en Sodoma y Gomorra, y en las ciudades cercanas. Los que vivían allí pecaron y practicaron todo tipo de relaciones sexuales prohibidas. Por eso Dios los castigó y los arrojó al fuego que nunca se apaga, para que sufran allí. Que esto sirva de advertencia para todos nosotros.

Lo mismo les va a pasar a los malvados de quienes les estoy hablando. Porque con sus locas ideas dañan su cuerpo, rechazan la autoridad de Dios e insultan a los ángeles, se atrevió a hacer algo así. Cuando Miguel peleaba con el diablo para quitarle el cuerpo de Moisés, no lo insultó, sino que sólo le dijo: Que el Señor te castigue. Sin embargo, esta gente insulta hasta lo que no conoce. Se comportan como los animales, que conocen las cosas pero no las entienden, y por eso terminan destruyéndose a sí mismos.

¡Pobre gente! Se portan como Caín. Y por el afán de ganar dinero, cometen el mismo error que cometió Balaam. Son tan rebeldes que morirán como murió Coré.

Es una vergüenza que esas personas vayan a sus fiestas de amor, pues comen y beben sin ningún respeto. Son líderes que sólo se preocupan de ellos mismos. Son como nubes sin agua, que el viento lleva de un lado a otro. Se parecen a los árboles que no han dado fruto, pues han sido arrancados de raíz y están totalmente muertos. Son gente violenta. Todos pueden ver lo malo que hacen, pues sus maldades son como la espuma de las violentas olas del mar. Son como estrellas perdidas, condenadas a viajar siempre en la más terrible oscuridad.

Hace ya mucho tiempo Enoc, que fue el séptimo hombre después de Adán, habló de esta gente y dijo: Miren, Dios viene acompañado de miles y miles de sus ángeles. Viene para castigar a todos los que hicieron el mal, y castigará a todos los pecadores que lo insultaron.

Esta gente se queja de todo, y lo critica todo. Sólo quiere que se cumplan sus deseos egoístas. Habla con orgullo, y cuando habla bien de los demás, lo hace sólo para aprovecharse de ellos.

Peor ustedes, queridos hermanos, acuérdense de lo que ya les habían dicho los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo. Ellos les enseñaron que, en los últimos tiempos, habría gente burlona, que se dejaría controlar por sus malos deseos. Es esta clase de gente la que los obliga a pelearse y a dividirse, pues hace lo que quiere y no tiene el Espíritu de Dios.

Pero ustedes, queridos hermanos, sigan confiando siempre en Dios. Esa confianza es muy especial. Cuando oren, dejen que el Espíritu Santo les diga lo que deben decir. Confíen todo el tiempo en el amor de Dios, y esperen el día en que nuestro Señor Jesucristo nos dará la vida eterna, pues él también nos ama mucho.

Ayuden con amor a los que no están del todo seguros de su salvación. Rescaten a los que necesitan salvarse del infierno, y tengan compasión de los que necesitan ser compadecidos. Pero tengan mucho cuidado de no hacer el mismo mal que ellos hacen.

Dios puede cuidarlos para que no hagan el mal, y también tiene poder para que ustedes puedan presentarse ante él sin pecado. Se presentarán ante él llenos de alegría, y limpios y sin mancha, como un vestido nuevo.

Por eso, alaben a Dios nuestro Salvador. Por medio de nuestro Señor Jesucristo reconozcan su grandeza, poder y autoridad. Alabemos a Dios por todo esto ahora y siempre. Amén.

Aquí puedes darte cuenta que Dios elige al hombre que le sirve y por ende lo cuida y le ayuda para que se mantenga firme en sus convicciones y no se aparte de sus enseñanzas.

No obstante, es esencial que el hombre no peque más, que reciba a Jesús en su corazón, se arrepienta de su iniquidad, pues Dios le ha perdonado sus pecados y le ha dado libertad para que escoja el camino del bien.

Así pues, es importante que el hombre regenerado que ha aceptado a Jesús en su corazón no debe pecar más, pues su  arrepentimiento es verdadero y Dios le ha perdonado los pecados y le da libertad para que el hombre escoja el camino del bien.

Así pues, es importante que el hombre obediente cuide su cuerpo pues debe entender que es templo del Espíritu Santo. Asimismo el hombre no debe rechazar la autoridad de Dios y esto es una advertencia para todos, porque entonces el hombre se destruye a sí mismo, pues su comportamiento rebelde sería como de un animal que hace las cosas por instintos sin entender que lo que hace lo aleja de Dios.

Por tanto, el hombre regenerado, vive en la luz y deshecha de su vida toda actitud de crítica, orgullo, burla, pues el hombre que mantiene esta actitud, lo obliga a pelear y que provoque división con otros, pues hace lo que quiere y no tiene el Espíritu de Dios.

Así lo más importante es que el hombre tenga su confianza en Dios y que el Espíritu Santo les diga lo que deben decir en oración, que muestren su amor a todo aquel que necesita conocer más de Dios para que el hombre esté preparado, limpio y sin mancha, apartado del pecado para presentarse ante Dios.


Con Alta Estima,

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