Yo, Judas, estoy al servicio del Señor Jesucristo y soy
hermano de Santiago. Escribo esta carta a todos los que Dios el Padre ama y ha
elegido, y que Jesucristo también cuida. Deseo que Dios los trate con mucha
compasión y con abundante paz y amor.
Amados hermanos en Cristo, hace tiempo que he querido
escribirles acerca de la salvación que Dios nos ha dado. Ahora les escribo para
pedirles que luchen y defiendan la enseñanza que Dios ha dado para siempre a su
pueblo elegido. Estoy preocupado, pues hay algunos que se han colado entre
ustedes, y que los han engañado. Ellos dicen que Jesucristo no es nuestro único
Señor y dueño, y que por eso no debemos obedecerle. Piensan que, como Dios nos
ama tanto, no nos castigará por todo lo malo que hacemos. Con razón, desde hace
mucho tiempo se dice en la Biblia que Dios castigará a esa gente.
Aunque ustedes ya lo saben, quiero recordarles que Dios,
después de sacar de Egipto al pueblo de Israel, destruyó a los que no creyeron
en él. Así pasó también con los ángeles que rechazaron y abandonaron el lugar
de honor que Dios les había dado. Dios los tiene atados para siempre con
cadenas, y están encerrados en lugares oscuros, hasta que llegue el gran
día del juicio final.
Algo parecido les sucedió a los que vivían en Sodoma y
Gomorra, y en las ciudades cercanas. Los que vivían allí pecaron y practicaron
todo tipo de relaciones sexuales prohibidas. Por eso Dios los castigó y los
arrojó al fuego que nunca se apaga, para que sufran allí. Que esto sirva de
advertencia para todos nosotros.
Lo mismo les va a pasar a los malvados de quienes les
estoy hablando. Porque con sus locas ideas dañan su cuerpo, rechazan la
autoridad de Dios e insultan a los ángeles, se atrevió a hacer algo así. Cuando
Miguel peleaba con el diablo para quitarle el cuerpo de Moisés, no lo insultó,
sino que sólo le dijo: Que el Señor te castigue. Sin embargo, esta gente
insulta hasta lo que no conoce. Se comportan como los animales, que conocen las
cosas pero no las entienden, y por eso terminan destruyéndose a sí mismos.
¡Pobre gente! Se portan como Caín. Y por el afán de ganar
dinero, cometen el mismo error que cometió Balaam. Son tan rebeldes que morirán
como murió Coré.
Es una vergüenza que esas personas vayan a sus fiestas de
amor, pues comen y beben sin ningún respeto. Son líderes que sólo se preocupan
de ellos mismos. Son como nubes sin agua, que el viento lleva de un lado a
otro. Se parecen a los árboles que no han dado fruto, pues han sido arrancados
de raíz y están totalmente muertos. Son gente violenta. Todos pueden ver lo
malo que hacen, pues sus maldades son como la espuma de las violentas olas del
mar. Son como estrellas perdidas, condenadas a viajar siempre en la más
terrible oscuridad.
Hace ya mucho tiempo Enoc, que fue el séptimo hombre
después de Adán, habló de esta gente y dijo: Miren, Dios viene acompañado de
miles y miles de sus ángeles. Viene para castigar a todos los que hicieron el
mal, y castigará a todos los pecadores que lo insultaron.
Esta gente se queja de todo, y lo critica todo. Sólo
quiere que se cumplan sus deseos egoístas. Habla con orgullo, y cuando habla
bien de los demás, lo hace sólo para aprovecharse de ellos.
Peor ustedes, queridos hermanos, acuérdense de lo que ya
les habían dicho los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo. Ellos les enseñaron
que, en los últimos tiempos, habría gente burlona, que se dejaría controlar por
sus malos deseos. Es esta clase de gente la que los obliga a pelearse y a
dividirse, pues hace lo que quiere y no tiene el Espíritu de Dios.
Pero ustedes, queridos hermanos, sigan confiando siempre
en Dios. Esa confianza es muy especial. Cuando oren, dejen que el Espíritu
Santo les diga lo que deben decir. Confíen todo el tiempo en el amor de Dios, y
esperen el día en que nuestro Señor Jesucristo nos dará la vida eterna, pues él
también nos ama mucho.
Ayuden con amor a los que no están del todo seguros de su
salvación. Rescaten a los que necesitan salvarse del infierno, y tengan
compasión de los que necesitan ser compadecidos. Pero tengan mucho cuidado de
no hacer el mismo mal que ellos hacen.
Dios puede cuidarlos para que no hagan el mal, y también
tiene poder para que ustedes puedan presentarse ante él sin pecado. Se presentarán
ante él llenos de alegría, y limpios y sin mancha, como un vestido nuevo.
Por eso, alaben a Dios nuestro Salvador. Por medio de
nuestro Señor Jesucristo reconozcan su grandeza, poder y autoridad. Alabemos a
Dios por todo esto ahora y siempre. Amén.
Aquí puedes darte cuenta que Dios elige al hombre que le
sirve y por ende lo cuida y le ayuda para que se mantenga firme en sus
convicciones y no se aparte de sus enseñanzas.
No obstante, es esencial que el hombre no peque más, que
reciba a Jesús en su corazón, se arrepienta de su iniquidad, pues Dios le ha
perdonado sus pecados y le ha dado libertad para que escoja el camino del bien.
Así pues, es importante que el hombre regenerado que ha aceptado
a Jesús en su corazón no debe pecar más, pues su arrepentimiento es verdadero y Dios le ha
perdonado los pecados y le da libertad para que el hombre escoja el camino del
bien.
Así pues, es importante que el hombre obediente cuide su
cuerpo pues debe entender que es templo del Espíritu Santo. Asimismo el hombre
no debe rechazar la autoridad de Dios y esto es una advertencia para todos,
porque entonces el hombre se destruye a sí mismo, pues su comportamiento rebelde
sería como de un animal que hace las cosas por instintos sin entender que lo
que hace lo aleja de Dios.
Por tanto, el hombre regenerado, vive en la luz y
deshecha de su vida toda actitud de crítica, orgullo, burla, pues el hombre que
mantiene esta actitud, lo obliga a pelear y que provoque división con otros, pues
hace lo que quiere y no tiene el Espíritu de Dios.
Así lo más importante es que el hombre tenga su confianza
en Dios y que el Espíritu Santo les diga lo que deben decir en oración, que muestren
su amor a todo aquel que necesita conocer más de Dios para que el hombre esté
preparado, limpio y sin mancha, apartado del pecado para presentarse ante Dios.
Con Alta Estima,
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