Si creemos que Jesús es el Mesías, en verdad seremos
hijos de Dios. Y recordaremos que, si amamos al Padre, también debemos amar a
los hijos de ese mismo Padre. Y sabemos que amamos a Dios y obedecemos sus
mandamientos, cuando también amamos a los hijos de Dios. Nosotros demostramos
que amamos a Dios cuando obedecemos sus mandamientos; y obedecerlos no es
difícil. En realidad, todo el que es hijo de Dios vence lo malo de este mundo,
y todo el que confía en Jesucristo obtiene la victoria. El que cree que Jesús
es el Hijo de Dios, vence al mundo y a su maldad.
Cuando Jesucristo vino a este mundo, fue bautizado en
agua, y al morir derramó su sangre. El Espíritu de Dios es testigo de esto, y
todo lo que el Espíritu dice es verdad. Son tres los que nos enseñan que esto
es verdad: el Espíritu de Dios, el agua del bautismo, y la sangre que Jesús
derramó al morir en la cruz. Y los tres dicen lo mismo.
Nosotros valoramos lo que dice la gente, pero valoramos
más lo que Dios dice, porque nos habla acerca de su Hijo. Confiar en el Hijo de
Dios es creer en lo que Dios ha dicho. Pero el que no cree en Dios lo hace
pasar por mentiroso, porque no ha creído lo que Dios mismo ha dicho acerca de
su Hijo Jesucristo.
Y lo que Dios ha dicho es que él nos ha dado vida eterna,
y que tendremos esa vida si creemos en su Hijo. Si vivimos unidos al Hijo de
Dios, tenemos vida eterna. Si no vivimos unidos al Hijo de Dios, no tenemos
vida eterna.
Les escribo esto a ustedes, que confían en el Hijo de
Dios, para que sepan que tienen vida eterna. Confiamos en Dios, pues sabemos
que él nos oye, si le pedimos algo que a él le agrada. Y así como sabemos que
él oye nuestras oraciones, también sabemos que ya nos ha dado lo que le hemos
pedido.
Si alguno ve que un hermano de la iglesia comete un pecado
que no lleva a la muerte, debe orar por ese hermano, para que Dios le dé vida.
Pero debe tratarse de un pecado que no lleve a la muerte. Porque hay pecados
que llevan a la muerte, y quiero decirles que no se debe orar por quienes los
cometen.
Todo tipo de maldad es pecado, pero no todo pecado lleva
a la muerte. Sabemos que los hijos de Dios no pecan porque Jesucristo, el Hijo
de Dios, los cuida, y el diablo no puede hacerles daño. Sabemos que somos de
Dios, y que el resto de la gente en el mundo está dominada por el diablo. Y
también sabemos que el Hijo de Dios ha
venido, y que nos ha dado la capacidad de conocer al Dios verdadero. Nosotros
vivimos unidos a su Hijo Jesucristo, él es el Dios verdadero, que da vida
eterna.
Cuidado, hijos míos, no obedezcan a los dioses falsos.
Aquí puedes darte cuenta que lo esencial es que el hombre
crea y confíe en el Señor Jesús, el Hijo de Dios, quien vino al mundo a morir y
su sangre derramada limpia los pecados del hombre y por tanto, el hombre que obedezca
los mandamientos demuestra su amor a Dios y que está unido al Hijo de Dios y
puede vencer al mundo.
Así pues el hombre que confía en Jesucristo sabe de
antemano que sus peticiones han sido contestadas, pero es necesario que el
hombre pida de acuerdo a la voluntad de Dios, que entienda que no debe orar por
aquellas personas que han cometido faltas graves, ni mucho menos por personas
que blasfemen contra el Espíritu Santo.
Así pues, el hombre que confía en Jesús, debe ser obediente pues es hijo de Dios, más
no puede pecar más y al aceptar a
nuestro Señor Jesús en su vida se ha apartado del mal, y Espíritu de Dios le da
al hombre la capacidad de conocer al Dios verdadero.
Con Alta Estima,
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