martes, 25 de agosto de 2015

Nosotros demostramos que amamos a Dios cuando obedecemos sus mandamientos


Si creemos que Jesús es el Mesías, en verdad seremos hijos de Dios. Y recordaremos que, si amamos al Padre, también debemos amar a los hijos de ese mismo Padre. Y sabemos que amamos a Dios y obedecemos sus mandamientos, cuando también amamos a los hijos de Dios. Nosotros demostramos que amamos a Dios cuando obedecemos sus mandamientos; y obedecerlos no es difícil. En realidad, todo el que es hijo de Dios vence lo malo de este mundo, y todo el que confía en Jesucristo obtiene la victoria. El que cree que Jesús es el Hijo de Dios, vence al mundo y a su maldad.

Cuando Jesucristo vino a este mundo, fue bautizado en agua, y al morir derramó su sangre. El Espíritu de Dios es testigo de esto, y todo lo que el Espíritu dice es verdad. Son tres los que nos enseñan que esto es verdad: el Espíritu de Dios, el agua del bautismo, y la sangre que Jesús derramó al morir en la cruz. Y los tres dicen lo mismo.

Nosotros valoramos lo que dice la gente, pero valoramos más lo que Dios dice, porque nos habla acerca de su Hijo. Confiar en el Hijo de Dios es creer en lo que Dios ha dicho. Pero el que no cree en Dios lo hace pasar por mentiroso, porque no ha creído lo que Dios mismo ha dicho acerca de su Hijo Jesucristo.

Y lo que Dios ha dicho es que él nos ha dado vida eterna, y que tendremos esa vida si creemos en su Hijo. Si vivimos unidos al Hijo de Dios, tenemos vida eterna. Si no vivimos unidos al Hijo de Dios, no tenemos vida eterna.

Les escribo esto a ustedes, que confían en el Hijo de Dios, para que sepan que tienen vida eterna. Confiamos en Dios, pues sabemos que él nos oye, si le pedimos algo que a él le agrada. Y así como sabemos que él oye nuestras oraciones, también sabemos que ya nos ha dado lo que le hemos pedido.

Si alguno ve que un hermano de la iglesia comete un pecado que no lleva a la muerte, debe orar por ese hermano, para que Dios le dé vida. Pero debe tratarse de un pecado que no lleve a la muerte. Porque hay pecados que llevan a la muerte, y quiero decirles que no se debe orar por quienes los cometen.

Todo tipo de maldad es pecado, pero no todo pecado lleva a la muerte. Sabemos que los hijos de Dios no pecan porque Jesucristo, el Hijo de Dios, los cuida, y el diablo no puede hacerles daño. Sabemos que somos de Dios, y que el resto de la gente en el mundo está dominada por el diablo. Y también sabemos que  el Hijo de Dios ha venido, y que nos ha dado la capacidad de conocer al Dios verdadero. Nosotros vivimos unidos a su Hijo Jesucristo, él es el Dios verdadero, que da vida eterna.

Cuidado, hijos míos, no obedezcan a los dioses falsos.

Aquí puedes darte cuenta que lo esencial es que el hombre crea y confíe en el Señor Jesús, el Hijo de Dios, quien vino al mundo a morir y su sangre derramada limpia los pecados del hombre y por tanto, el hombre que obedezca los mandamientos demuestra su amor a Dios y que está unido al Hijo de Dios y puede vencer al mundo.

Así pues el hombre que confía en Jesucristo sabe de antemano que sus peticiones han sido contestadas, pero es necesario que el hombre pida de acuerdo a la voluntad de Dios, que entienda que no debe orar por aquellas personas que han cometido faltas graves, ni mucho menos por personas que blasfemen contra el Espíritu Santo.

Así pues, el hombre que confía en Jesús,  debe ser obediente pues es hijo de Dios, más no puede pecar  más y al aceptar a nuestro Señor Jesús en su vida se ha apartado del mal, y Espíritu de Dios le da al hombre la capacidad de conocer al Dios verdadero.


Con Alta Estima,

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