Amados hermanos en Cristo, esta es la segunda carta que
les escribo. En las dos he querido darles consejos, para que puedan pensar
correctamente. Recuerden el mensaje que los profetas de Dios nos dieron hace mucho tiempo: No olviden el
mandamiento que nos dio nuestro Señor y Salvador Jesucristo, y que los
apóstoles les enseñaron a ustedes. En primer lugar, tomen en cuenta que, en los
últimos días, vendrán algunos que sólo pensarán en sus malos deseos. Se
burlarán de ustedes y les preguntarán: ¿Qué pasó con la promesa de que
Jesucristo regresaría? Ya murieron nuestros padres, ¡y todo sigue igual que
cuando el mundo fue creado! Esa gente no quiere darse cuenta de que, hace mucho
tiempo, Dios creó los cielos y la tierra, y de que con sólo una orden separó la
tierra y los mares. Además, Dios usó el agua del diluvio para destruir al mundo
de esa época; pero, con ese mismo poder, ha dado la orden de que, en el momento
indicado, los cielos y la tierra que
ahora existen sean destruidos con fuego. Serán quemados el día en que Dios
juzgue a todos y destruya a los que hacen el mal.
Además, hermanos míos, no olviden que, para el Señor, un
día es como mil años y mil años son como
un día. No es que Dios sea lento para cumplir su promesa, como algunos piensan.
Lo que pasa es que Dios tiene paciencia con ustedes, porque él no quiere que
nadie muera, sino que todos vuelvan a obedecerle.
Pero cuando el Señor Jesús regrese, vendrá como cuando un
ladrón entra en una casa a robar. En ese día, los cielos desaparecerán en medio
de un ruido espantoso, las estrellas serán destruidas por el fuego, y la tierra
y todo lo que hay en ella desaparecerán.
Ya que todo será destruido de esa manera, ustedes deben
obedecer sólo a Dios, hacer el bien, y esperar con ansias el día en que Dios juzgará
a todo el mundo. Ese día, el fuego destruirá los cielos y derretirá las
estrellas. Pero nosotros esperamos el cielo nuevo y la tierra nueva que Dios ha
prometido, donde todo será bueno y justo.
Por eso, queridos amigos, mientras esperan a que esto suceda,
hagan todo lo posible por estar en paz con Dios, y porque él los encuentre sin
pecado. Recuerden que nuestro Señor Jesucristo nos trata con paciencia, para
que podamos ser salvos. Ya nuestro querido compañero Pablo les ha escrito
acerca de esto, y fue Dios mismo quien se lo explicó. En todas sus cartas Pablo
les ha hablado de esto, aunque algo de lo que dice en ellas no es fácil de
entender. Por eso no las entienden la gente ignorante ni los que confían en
Cristo, y luego las explican mal. Lo mismo hacen con toda la Biblia, y por Dios
los castigará.
Queridos amigos, con esto quedan advertidos. Así que
cuídense mucho, no sea que los engañe la gente malvada y ustedes dejen de creer
firmemente en Dios. Mejor dejen que el amor y el conocimiento, que nos da
nuestro Señor y Salvador Jesucristo, los ayude a ser cada vez mejores
cristianos.
¡Alabemos a Jesucristo ahora y siempre! Amén
Aquí puedes darte cuenta que es necesario que el hombre
sea obediente a las enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo y confíen en El y entonces
el hombre haga lo bueno pues nuestro Señor Jesucristo volverá y vendrá a juzgar
a todos.
Por tanto, es tiempo de que el hombre se vuelva a Dios,
¡urgente! que el hombre se esfuerce y cambie su manera de vivir y se aparte del pecado para que entonces el
hombre esté en paz con Dios.
Así pues, el hombre debe pedir a Dios que le de sabiduría
para que entienda el mensaje de Dios y se mantenga firme en sus convicciones,
dejando que el conocimiento y amor de nuestro Señor Jesucristo sea revelado al
hombre y le ayude a renovar su mente y purificar su corazón y por ende el
hombre sea mejor cristiano cada día.
Con Alta Estima,
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