En el pueblo de Israel hubo también algunos que decían
ser enviados por Dios, pero no lo eran. Así también, entre ustedes, habrá
quienes se crean maestros enviados por Dios, sin serlo. Ellos les darán
enseñanzas falsas y peligrosas, sin que ustedes se den cuenta, y hasta dirán
que Jesucristo no es capaz de salvar. Por eso, cuando ellos menos lo esperen,
serán destruidos por completo. Mucha gente vivirá como esos falsos maestros,
haciendo todo lo malo que se les antoje. Por culpa de ellos, la gente hablará mal
de los cristianos y de su modo de vivir. Esos falsos maestros desearán tener
más y más dinero, y lo ganarán enseñando mentiras. Pero Dios ya decidió
castigarlos desde hace mucho tiempo, y no se salvarán de ese castigo.
Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que los
mandó al infierno. Y allí están, encadenados en la oscuridad, hasta que llegue
el día en que Dios juzgará a todos. Dios tampoco perdonó a la gente malvada que
vivía en tiempos de Noé. Más bien, les envió el diluvio, y todos murieron. Dios
salvó a Noé, porque enseñaba a la gente a hacer el bien, y junto con Noé salvó
a otras siete personas. Además, Dios castigó a los que vivían en las ciudades
de Sodoma y Gomorra: los quemó hasta dejarlos hechos cenizas, para que
sirvieran de ejemplo de lo que les pasaría a los malvados. Pero a Lot no lo
quemó, pues era un hombre bueno. Aunque Lot vivía en esas ciudades, todos los
días sufría mucho al ver y oír las maldades que esa gente cometía.
Esto nos demuestra que Dios sabe solucionar los problemas
y dificultades que tienen los que lo obedecen, pero que también habrá de
castigar a los que hacen lo malo, y lo hará el día en que juzgue a todos. El
castigo será, especialmente, para los que no obedecen sus órdenes y viven
haciendo todo lo malo que les antoja.
Esos falsos maestros son tercos y orgullosos, y no tienen
miedo de insultar a los ángeles buenos. Sin embargo, los ángeles, aunque son
más poderosos que esos falsos maestros, no se atreven a insultarlos delante de
Dios.
Esos hombres no entienden nada, todo lo hacen por
capricho, y discuten acerca de lo que no entienden; son como los animales, que
nacen para que los atrapen y los maten. Sufrirán por haber hecho sufrir a
otros, pues creen que serán felices haciendo, a plena luz del día, todo lo malo
que se les antoja. Da vergüenza ver lo malo que hacen, y el escándalo que
arman, cuando los acompañan a ustedes en sus fiestas de la iglesia.
Esos hombres no pueden ver a una mujer sin desear tener
relaciones sexuales con ella; ¡nunca se cansan de pecar! Engañan a los que no
confían mucho en Cristo, y son muy buenos para conseguir lo que desean. Pero
Dios los castigará. ¡De eso no hay duda! Andan perdidos, pues han dejado de
obedecer a Dios para seguir el ejemplo de Balaam hijo de Beor, que quiso ganar
dinero haciendo lo malo. Pero precisamente por hacer lo malo, una burra lo
regañó: le habló con voz humana, y no lo dejó seguir haciendo esas tonterías.
Esos falsos maestros son como pozos secos, sin agua; ¡son
como nubes llevadas por fuertes vientos! Pero Dios los castigará y los echará
para siempre a la más profunda oscuridad. Porque ellos, para impresionar a la
gente, dicen cosas bonitas que, en realidad, no sirven para nada. Obligan a
otros a participar en sus mismos vicios y malos deseos, y engañan a los que con
mucho esfuerzo apenas logran alejarse del pecado. Les prometen que serán libres
de hacer lo que quieran, pero ellos mismos no pueden dejar de hacer el mal. Y
será ese mismo mal el que acabará por destruirlos, pues quien no puede dejar de
pecar es esclavo del pecado. Además, los que han conocido a nuestro Señor y
Salvador Jesucristo ya no siguen el ejemplo de los pecadores de este mundo,
pero, si se dejan engañar con esas cosas, y además se dejan controlar por el
pecado, quedarán peor que antes. Más les valdría no haber conocido este santo
mandamiento, ni saber de qué manera quiere Dios que vivan, que saber esto y no
obedecerlo. Así, esas personas demuestran la verdad del dicho: El perro vuelve
a su vómito, y también la verdad de este otro: El cerdo recién bañado vuelve a
revolcarse en el lodo.
Aquí puedes darte cuenta que para Dios es fundamental que
el hombre sea sincero y que al aceptar a Jesús en su vida sea auténtico y
verdaderamente renovado para que su vida sea transformada y cambie su manera de
vivir, obedezca la Palabra y la cumpla en su diario vivir, y sean ejemplo a los
que no creen en Nuestro Señor Jesucristo.
Así también es necesario que el hombre regenerado se
aparte de lo malo y de tanto afán de este mundo y al contrario, el hombre
muestre una actitud humilde, y que
enseñe a la gente a hacer el bien.
Por tanto, el hombre obediente debe sentir seguridad de
que Dios soluciona sus problemas y dificultades, pues tiene su confianza en Dios.
Así pues, el hombre regenerado debe ser como un pozo de
agua viva pues vive apegado a la Palabra de Dios, ya no es esclavo del pecado
sino que vive de acuerdo al orden que Dios ha establecido.
Con Alta Estima,
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