Daniel también escribió: Yo tuve otro sueño acerca de lo
que estaba por pasar. Cuando eso sucedió, Ciro llevaba ya tres años como rey de
Persia. También ese sueño era muy difícil de entender, pero yo me propuse
entenderlo, y lo logré.
Durante tres semanas estuve muy triste. No comí carne ni
tomé vino, ni probé nada de lo que me gustaba. Tampoco me puse ningún perfume.
El día veinticuatro del mes de Abib, yo estaba a la orilla del gran río Tigris.
De pronto, miré a alguien parecido a un hombre. Estaba vestido con ropa de
lino, y tenía puesto un cinturón de oro puro. Su cuerpo parecía estar hecho de
cristal amarillo, y su cara tenía el brillo de un relámpago. Sus ojos parecían
llamas de fuego, sus brazos y sus pies brillaban como metal pulido, y hablaba
tan fuerte que su voz sonaba como el murmullo de mucha gente. Se trataba del
ángel Gabriel.
Cuando tuve este sueño, yo estaba solo, pues los que
estaban conmigo se asustaron tanto que fueron a esconderse. Hasta yo mismo me
puse pálido de miedo, y sentí que me desmayaba. Al oír que el ángel me hablaba,
me desmayé y caí de cara al suelo. Pero el ángel me ayudó a levantarme, y me
puso de rodillas, con las manos sobre el suelo. Entonces me dijo: Daniel,
levántate y escucha bien lo que voy a decirte. Dios te ama, y por eso me envió
a darte este mensaje.
Mientras el ángel hablaba conmigo, yo me puse de pie,
pero seguí temblando. Y el ángel me dijo: Daniel, no tengas miedo. Dios escuchó
tus oraciones desde el primer día, cuando trataste de entender ese sueño tan
difícil y te humillaste ante él. Por eso Dios me envió a decirte que tú has
visto lo que va a pasarle a tu pueblo en el futuro. Yo iba a venir antes, pero
no pude hacerlo porque, durante veintiún días, el ángel encargado de cuidar al
reino de Persia me lo impidió. Yo me había quedado solo, junto a los reyes de
Persia, pero vino en mi ayuda Miguel, uno de los ángeles más importantes de
todos.
Mientras el ángel Gabriel me decía todo esto, yo me quedé
callado y sólo miraba al suelo. Entonces alguien más, que también parecía un
hombre, me tocó los labios. Yo le dije al ángel que estaba conmigo: Mi señor,
lo que estoy viendo me llena de angustia y me deja sin fuerzas. ¿Cómo quiere
usted que le hable, si casi no puedo respirar? Aquel personaje volvió a
tocarme, y me dio nuevas fuerzas. Me dijo: ¡No tengas miedo, ni te preocupes de
nada! ¡Alégrate y ten valor, pues Dios te ama!
Y mientras me decía esto, sentí que me volvían las
fuerzas. Entonces le dije: Mi señor, ahora puede usted hablarme, pues ya tengo
nuevas fuerzas. Entonces aquel personaje me dijo: He venido a verte porque
tengo que pelear con el ángel encargado de cuidar a Persia. Cuando yo termine
de pelear contra él, vendrá el ángel encargado de cuidar a Grecia. En mi lucha
contra él, sólo cuento con la ayuda de Miguel, que es el ángel que protege a
Israel. Ahora yo te voy a explicar lo que dice el libro de la verdad.
Aquí puedes darte cuenta que el hombre debe reconocer a
Dios, su poder y su infinita
misericordia, por lo que es prioridad que el hombre cambie y acepte que las
situaciones adversas que vive son para que crezca espiritualmente, desarrolle
una buena conciencia y un carácter firme y que Dios pueda cumplir su propósito
que ya tiene para cada persona. Por lo tanto, es importante que el hombre
busque su fortaleza en Dios para que le ayude a no degradarse.
Así pues, el tiempo apremia, el hombre debe tomar la
decisión de hacer cambios en su vida, pues es fácil que el hombre viva cómodo
en la sociedad actual de consumo, pero es difícil que el hombre se abstenga de
satisfacer cosas triviales o superfluas que lo contaminan, que no purifican su
ser interior, por lo tanto, es inminente que el hombre se apegue a la Palabra
de Dios y obedezca sus mandatos para que pueda lograr esa transformación.
No obstante, Dios renueva al hombre, le da nuevas fuerzas
para que tome sabias decisiones para que avance hacia la victoria en su lucha
interior, pues el hombre que vive bajo el orden de Dios percibe las cosas del
espíritu y tiene la certeza de que Dios envía a dos ángeles buenos para que lo
protejan, y sabes, aunque el hombre natural no lo entienda, esta es la verdad.
Con Alta Estima,
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