martes, 15 de julio de 2014

Alégrate y ten valor, pues Dios te ama…


Daniel también escribió: Yo tuve otro sueño acerca de lo que estaba por pasar. Cuando eso sucedió, Ciro llevaba ya tres años como rey de Persia. También ese sueño era muy difícil de entender, pero yo me propuse entenderlo, y lo logré.

Durante tres semanas estuve muy triste. No comí carne ni tomé vino, ni probé nada de lo que me gustaba. Tampoco me puse ningún perfume. El día veinticuatro del mes de Abib, yo estaba a la orilla del gran río Tigris. De pronto, miré a alguien parecido a un hombre. Estaba vestido con ropa de lino, y tenía puesto un cinturón de oro puro. Su cuerpo parecía estar hecho de cristal amarillo, y su cara tenía el brillo de un relámpago. Sus ojos parecían llamas de fuego, sus brazos y sus pies brillaban como metal pulido, y hablaba tan fuerte que su voz sonaba como el murmullo de mucha gente. Se trataba del ángel Gabriel.

Cuando tuve este sueño, yo estaba solo, pues los que estaban conmigo se asustaron tanto que fueron a esconderse. Hasta yo mismo me puse pálido de miedo, y sentí que me desmayaba. Al oír que el ángel me hablaba, me desmayé y caí de cara al suelo. Pero el ángel me ayudó a levantarme, y me puso de rodillas, con las manos sobre el suelo. Entonces me dijo: Daniel, levántate y escucha bien lo que voy a decirte. Dios te ama, y por eso me envió a darte este mensaje.

Mientras el ángel hablaba conmigo, yo me puse de pie, pero seguí temblando. Y el ángel me dijo: Daniel, no tengas miedo. Dios escuchó tus oraciones desde el primer día, cuando trataste de entender ese sueño tan difícil y te humillaste ante él. Por eso Dios me envió a decirte que tú has visto lo que va a pasarle a tu pueblo en el futuro. Yo iba a venir antes, pero no pude hacerlo porque, durante veintiún días, el ángel encargado de cuidar al reino de Persia me lo impidió. Yo me había quedado solo, junto a los reyes de Persia, pero vino en mi ayuda Miguel, uno de los ángeles más importantes de todos.

Mientras el ángel Gabriel me decía todo esto, yo me quedé callado y sólo miraba al suelo. Entonces alguien más, que también parecía un hombre, me tocó los labios. Yo le dije al ángel que estaba conmigo: Mi señor, lo que estoy viendo me llena de angustia y me deja sin fuerzas. ¿Cómo quiere usted que le hable, si casi no puedo respirar? Aquel personaje volvió a tocarme, y me dio nuevas fuerzas. Me dijo: ¡No tengas miedo, ni te preocupes de nada! ¡Alégrate y ten valor, pues Dios te ama!

Y mientras me decía esto, sentí que me volvían las fuerzas. Entonces le dije: Mi señor, ahora puede usted hablarme, pues ya tengo nuevas fuerzas. Entonces aquel personaje me dijo: He venido a verte porque tengo que pelear con el ángel encargado de cuidar a Persia. Cuando yo termine de pelear contra él, vendrá el ángel encargado de cuidar a Grecia. En mi lucha contra él, sólo cuento con la ayuda de Miguel, que es el ángel que protege a Israel. Ahora yo te voy a explicar lo que dice el libro de la verdad.

Aquí puedes darte cuenta que el hombre debe reconocer a Dios,  su poder y su infinita misericordia, por lo que es prioridad que el hombre cambie y acepte que las situaciones adversas que vive son para que crezca espiritualmente, desarrolle una buena conciencia y un carácter firme y que Dios pueda cumplir su propósito que ya tiene para cada persona. Por lo tanto, es importante que el hombre busque su fortaleza en Dios para que le ayude a no degradarse.
Así pues, el tiempo apremia, el hombre debe tomar la decisión de hacer cambios en su vida, pues es fácil que el hombre viva cómodo en la sociedad actual de consumo, pero es difícil que el hombre se abstenga de satisfacer cosas triviales o superfluas que lo contaminan, que no purifican su ser interior, por lo tanto, es inminente que el hombre se apegue a la Palabra de Dios y obedezca sus mandatos para que pueda lograr esa transformación.

No obstante, Dios renueva al hombre, le da nuevas fuerzas para que tome sabias decisiones para que avance hacia la victoria en su lucha interior, pues el hombre que vive bajo el orden de Dios percibe las cosas del espíritu y tiene la certeza de que Dios envía a dos ángeles buenos para que lo protejan, y sabes, aunque el hombre natural no lo entienda, esta es la verdad.


Con Alta Estima,

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