En ese tiempo aparecerá Miguel, que es jefe de los
ángeles y defensor de Israel. Serán días de grandes preocupaciones, como no las
ha habido desde que Dios creó este mundo. Cuando llegue el momento, Dios pondrá
a salvo a todos los de tu pueblo. Ya el nombre de ellos está escrito en el
libro de la vida. Ese día volverán a vivir muchos de los que ya han muerto.
Unos se levantarán de la tumba para vivir para siempre, pero otros volverán a
vivir para sufrir por siempre la vergüenza y el horror. Pero los maestros
sabios, que enseñaron a muchos a andar por el buen camino, brillarán para
siempre como las estrellas del cielo.
Y tú, Daniel, no digas nada de esto a nadie. Mantén
cerrado el libro hasta que llegue la hora final, pues muchos andarán de un lado
a otro queriendo saber más. Yo, Daniel, vi también a otros dos hombres. Uno de
ellos estaba en una de las orillas del río, y el otro estaba en la orilla
opuesta. Mientras el ángel vestido con ropa de lino estaba parado sobre las
aguas del río, uno de aquellos hombres le preguntó: ¿Cuándo dejarán de suceder
estas cosas tan maravillosas? El ángel levantó las manos al cielo y, en el
nombre del Dios de la vida, juró: Esto terminará cuando termine la destrucción
del pueblo de Dios, es decir, dentro de tres años y medio.
Yo oí lo que el ángel dijo, pero no entendí nada. Por eso
le pregunté: Mi señor, y después de que haya pasado todo esto, ¿qué sucederá?
El ángel me contestó: A ti, Daniel, te toca llevar una vida normal. Nadie debe saber
nada de todo esto, hasta que llegue la hora final. Muchos van a sufrir por todo
lo que te he dicho, pero después de ese sufrimiento serán mejores personas. La
gente malvada seguirá siendo malvada, y no se dará cuenta de lo que estará
sucediendo. Pero los maestros sabios si se darán cuenta de todo.
A partir del momento en que no se permita presentar las
ofrendas diarias, y que se ofrezca en el templo de Dios algo horrible y
asqueroso, pasarán mil doscientos noventa días. Felices los que esperen todo ese
tiempo confiando en Dios. Y tú, Daniel, vive tranquilo hasta el día de tu
muerte. Cuando llegue la hora final, te levantarás de entre los muertos para
recibir tu premio.
Aquí puedes darte cuenta que el hombre debe volverse a Dios, buscando vivir
apegado a su Palabra y que se aparte de la maldad. Así pues, el hombre debe
estar ¡Alerta! Aprendiendo a conocer a Dios, empapándose de su Palabra y el
Señor le dará la sabiduría y le ayudará a vencer la adversidad, que supere el
sufrimiento, pase las pruebas para que sean mejores personas y entonces podrán
percibir lo que está sucediendo pues se acerca la hora final, pero sabes, lo
más importante es que el hombre confíe y espere en Dios.
Con Alta Estima,
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