miércoles, 2 de julio de 2014

Esta tierra es su herencia y deberán repartirla por sorteo…



Aquel hombre me llevó de nuevo a la entrada del templo. Allí me di cuenta de que, por debajo de la entrada, salía agua. Esa agua venía del sur, y luego de pasar por el costado derecho del templo, corría hacia el este, que era hacia done estaba orientado el templo. Luego aquel hombre me hizo salir por la puerta norte, y rodeando el templo por la parte de afuera me llevó hasta la entrada del este. Allí pude ver que también por el lado sur brotaba agua.

El hombre se dirigió hacia el este. Tomó una cuerda y midió quinientos metros; luego me ordenó cruzar la corriente. El agua me llegaba a los tobillos. Enseguida midió otros quinientos metros, y nuevamente me ordenó cruzar la corriente. Ahora el agua me llegaba a las rodillas. El hombre midió otros quinientos metros, y otra vez me hizo cruzar la corriente. Para entonces el agua me llegaba a la cintura. Midió quinientos metros más, y la corriente era ya un río muy hondo que no pude cruzar a pie. La única manera de cruzarlo era nadando. Entonces el hombre me preguntó: ¿Te fijaste bien en todo esto?

Cuando regresamos a la orilla del río, vi que en las dos orillas había muchos árboles. Entonces el hombre me dijo: Estas aguas corren hacia el este, y al llegar al desierto desembocan en el Mar Muerto. Allí el agua salada se vuelve dulce. Desde En-gadi hasta en-eglaim, y por dondequiera que pasen estas aguas, habrá muchísimos peces. También habrá pescadores que pondrán a secar sus redes. ¡Habrá tantos peces, y de tantas clases, como en el mar Mediterráneo! Todo lo que se mueva en esas aguas vivirá, porque ellos harán que el agua amarga se vuelva dulce. Sólo seguirán siendo salados los charcos y los pantanos, que no servirán más que para sacar sal.

En las dos orillas del río crecerá toda clase de árboles frutales. Sus hojas nunca se caerán, sino que usarán como medicina. Serán regados con el agua que sale del templo, y el fruto que darán cada mes servirá de alimento.

Dios ha establecido ya los límites de la tierra de Israel. El mismo ha dicho: Esta tierra se la prometí a los antepasados de ustedes, y es la herencia que les daré. Ustedes deberán repartirla por partes iguales entre las doce tribus, pero a la tribu de José deben darle dos partes.

Por el norte, el límite partirá del mar Mediterráneo, y pasará por la ciudad de Hetlón, Sedad, Berotá y Sibraim. Estas ciudades están entre los territorios de Damasco y Hamat. De allí seguirá hasta Hasar-haticón, o Hasar-enán, que limita con Haurán.

Por el este, el límite lo marcará el río Jordán. Partirá del punto que está entre Haurán y Damasco, y se extenderá por toda la frontera que divide a Israel de Galaad, hasta la ciudad de Tamar, que está junto al Mar Muerto.

Por el sur, el límite partirá de Tamar, y se extenderá hasta el oasis de Meribá-cadés, en dirección al arroyo de Egipto, hasta llegar al Mediterráneo.

Por el oeste, el límite será el mar Mediterráneo, desde la frontera con Egipto hasta la costa que está frente a la entrada de Hamat.

Esta tierra es su herencia, y deberán repartirla por sorteo entre las doce tribus de Israel. En el reparto deberán incluir a los extranjeros refugiados, y también a los hijos que ellos tengan mientras vivan entre ustedes. Sus hijos tendrán el mismo derecho que los israelitas por nacimiento. El territorio que les de lo tomarán de la tribu donde estén viviendo. Esta es una orden de Dios.

Aquí puedes darte cuenta que es esencial que el hombre se vuelva a Dios, que lo busque y aprenda a conocerlo a través de su Palabra, para que su vida sea edificada al obedecer sus mandatos y  sus enseñanzas. Así es que el hombre fortalecido con el espíritu de Dios tendrá la fuerza para vencer lo adverso pues ha encontrado la puerta hacia el camino eterno que es Jesucristo, pero sabes, el hombre seguirá librando batallas continuas pues Dios le seguirá probando para que sea cada día mejor, que brille en tanta oscuridad  y alcance la herencia de la tierra que da gozo y paz.


Con Alta Estima,

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