¡Escuchen, israelitas, el mensaje de su Dios! El les
dice: Yo tengo un pleito contra ustedes, los israelitas. Ustedes no son
sinceros, ni aman a su prójimo. Todo el mundo mata y roba, miente y jura en
falso, y no es fiel en su matrimonio. Por todos lados hay violencia. ¡Nadie me
reconoce como su Dios! Por eso todos en el país lloran y se desaniman, y van
desapareciendo los animales de la tierra, del cielo y del mar.
Mi acusación es sólo contra los sacerdotes, ¡nadie más es
responsable! De día y de noche pecan, y hacen pecar a los profetas; ¡por eso
destruiré a su descendencia! Mi pueblo no ha querido reconocerme como su Dios, y por eso se está muriendo. ¡Ni
los sacerdotes me reconocen! Por eso no quiero que sigan sirviendo en mi
templo. Ya que olvidaron mis mandamientos, yo también me olvidaré de sus hijos.
Mientras más sacerdotes había, más gente pecaba contra
mí; por eso, en vez de premiarlos, los voy a humillar. Con las ofrendas que da
mi pueblo para el perdón de sus pecados, ustedes hacen negocio. Por eso hacen
todo lo posible para que el pueblo siga pecando.
La verdad es que castigaré tanto al pueblo como a los
sacerdotes, pues ambos se han alejado de mí. Por eso, aunque coman mucho,
siempre se quedarán con hambre; y por más que traten de tener hijos, jamás
llegarán a tenerlos.
¡Por andar con prostitutas y emborracharse con vino, han
perdido la cabeza! Es tan fuerte su deseo sexual que prefieren andar con
mujerzuelas; por eso se han apartado de mí. ¡Es increíble! Mi pueblo le pide
consejos a un pedazo de madera; ¡quiere que un simple palo le ayude a adivinar
el futuro! Suben a lo alto de las colinas, y bajo la sombra de los árboles
presentan ofrendas a sus dioses; ¡sus hijas y sus nueras se portan como unas
mujerzuelas! Pero yo no voy a castigarlas por tener sexo con tantos hombres,
pues ustedes mismos tienen sexo con mujeres que adoran a otros dioses.
Un pueblo que pierde la cabeza, acaba por destruirse! Si
ustedes, israelitas, siguen adorando a otros dioses, ¡por lo menos que Judá no
siga ese mal ejemplo! ¡Ya no adoren a esos ídolos de Guilgal y Bet-avén! ¡Ya no
juren en mi nombre! Ustedes son muy rebeldes; ¡son más tercos que una mula! No
esperen que yo los trate como si fueran mansos corderos.
Si ustedes, israelitas, quieren seguir adorando ídolos,
¡pues sigan haciéndolo! ¡Mientras se emborrachan, van en busca de mujerzuelas!
Prefieren la mala vida a vivir como gente decente. Por seguir adorando a esos
ídolos, van a quedar en vergüenza y serán destruidos por completo.
Aquí puedes darte cuenta que el hombre debe aprender a
ser sincero consigo mismo, y por ende, con Dios. Por lo tanto, es necesario que
el hombre deje de mentir, de jurar en falso, debe aprender a ser fiel a Dios, a
sus principios y que no se aparte de El.
No obstante, el hombre no debe perder la cabeza, como tomar
vino en exceso que lo lleve a conducirse mal y hacer inmoralidades, lo esencial
es que el hombre confíe en Dios, se apegue a su Palabra pues sólo con
obediencia y cumpliendo con sus mandatos, el hombre evitará su autodestrucción.
Sabes, es tiempo de que el hombre busque a Dios, que
aprenda a vivir como gente decente para que honre a Dios con su buen
comportamiento.
Con Alta Estima,
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