Querido Tito: Yo te
ayudé a confiar en Jesucristo, y por eso tú eres para mí como un verdadero
hijo. Tú y yo confiamos en Dios; por eso yo le pido a él, que es nuestro Padre,
y a Jesucristo, nuestro Salvador, que se llenen de su amor y de su paz.
Como bien sabes, soy
servidor de Dios y apóstol de Jesucristo. Fui enviado por él para que los
elegidos de Dios confíen en él, y para que lleguen a conocer la verdad que
enseña nuestra religión. Así estarán seguros de recibir la vida eterna, que
Dios nuestro Salvador prometió desde hace mucho tiempo. Y sabemos que Dios no
miente. En el momento que él consideró oportuno, me dio ese mensaje y me pidió
que lo anunciara a los demás.
Te dejé en la isla de
Creta para que resolvieras los problemas pendientes, y para que nombraras
líderes en las iglesias de cada pueblo. Tal y como te dije, un líder de la
iglesia debe ser alguien al que no se le pueda acusar de nada malo. Debe ser
esposo de una sola mujer, y sus hijos deben creer en Jesucristo y ser
obedientes. Dios les ha encargado a los líderes de la iglesia que vigilen el
trabajo de todos, para que todo se haga bien. Por esto, no deben ser tiranos,
ni enojarse con facilidad ni emborracharse. Tampoco deben ser violentos, ni
tramposos en sus negocios. Al contrario, deben hacer siempre lo bueno, y recibir
con gusto en su casa a quienes los visiten. Deben pensar bien las cosas antes
de hacerlas, y ser justos, santos y disciplinados en todo. No deberán creer
otro mensaje que no sea el verdadero mensaje recibido de Dios, y mucho menos
enseñarlo. Así podrán animar a otros por medio de la buena enseñanza, y
convencer a los que oponen a ella.
Porque por allí andan
muchos que no obedecen la verdadera enseñanza, sino que engañan a los demás con
sus enseñanzas tontas. Esto pasa, sobre todo, con algunos de ustedes que
insisten en seguir practicando la circuncisión. No los dejes enseñar, porque
confunden a familias enteras, y lo hacen sólo para ganar dinero.
Fue uno de los
propios profetas de Creta el que dijo: Esa gente de Creta es mentirosa, glotona
y perezosa. Se portan como animales salvajes.
¡Y es verdad! Por eso
tienes que reprender mucho a esta clase de gente, y ayudarla para que vuelva a
confiar en Jesucristo como es debido. Ayúdalos a no prestar atención a
mandamientos dados por gente mentirosa, ni a cuentos inventados por los judíos.
Los que obedecen
sinceramente a Jesucristo consideran que todo es bueno. Pero los que no
obedecen ni confían en él, creen que nada es bueno, sólo piensan en lo malo, y
no les remuerde la conciencia. Dicen que conocen a Dios pero, cuando vemos el
mal que hacen, sabemos que eso no es cierto. Son odiosos y desobedientes,
incapaces de hacer algo bueno.
Aquí puedes darte
cuenta que el hombre que sirve al Señor debe cambiar su estilo de vida y
corregir su conducta, pues debe ser intachable ante los ojos de Dios, sobre
todo obedecer sus mandamientos.
Asimismo, en cuanto
al trabajo, el hombre debe hacerlo bien, con paciencia y ayudando a otros, es
decir, que haga siempre lo bueno.
No obstante, el
hombre debe pensar bien las cosas antes de hacerlas, siendo justo, santo y
disciplinado en todo.
Por tanto, lo
esencial es que el hombre preste atención a lo verdadero, que confíe en nuestro
Señor Jesucristo como es debido, y por ende, el hombre obediente es consciente
de que todo es bueno.
Con Alta Estima,
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