Hermanos, Dios los ha
llamado a ustedes para que sean su pueblo elegido. Por eso, pónganse a pensar
seriamente en quién es Jesús: ¡El es nuestro apóstol y nuestro jefe de
sacerdotes! Dios le encargó que nos ayudara, y él lo obedeció, así como Moisés
también obedeció cuando Dios le ordenó ayudar a todo su pueblo.
Pero Dios le dio a
Jesús más honra que a Moisés. Es como cuando se construye una casa; el que la
construye es más importante que la casa misma. Toda casa ha sido construida por
alguien, pero Dios es quien ha hecho todo lo que existe. Moisés sirvió a Dios y
lo obedeció en todo, pues ayudó al pueblo de Dios tal como se le ordenó, y
anunció al pueblo lo que Dios iba a decir en el futuro. Pero Cristo, que es el
Hijo de Dios, es obediente y ayuda a este pueblo de Dios, que somos nosotros. Y
nosotros somos parte de ese pueblo, si seguimos creyendo firmemente y con
alegría en la salvación que recibiremos.
Por eso hay que hacer
lo que el Espíritu Santo dice: Si hoy escuchan la voz de Dios, no sean tercos,
como aquellos israelitas, que no quisieron obedecerlo en el desierto. Ellos
quisieron ver hasta dónde soportaría Dios su desobediencia.
Por eso Dios ¡Pues les dijo: Aunque los traté bien durante
cuarenta años, sus antepasados me pusieron a prueba en el desierto. Entonces me
enojé, y les hice ver que vivían en el error, pues no obedecían mis
mandamientos. Por eso, ya enojado decidí: No voy a permitirles entrar en la
tierra prometida, donde los habría hecho descansar.
¡Cuidado, hermanos!
No piensen en lo malo, ni dejen de confiar en el Dios que vive para siempre,
para que no se aparten de él. Al contrario, mientras aún queda tiempo, cada uno
debe animar al otro a seguir confiando. Así nadie dejará de obedecer a Dios, ni
pensará que, si peca, hace el bien. Al principio, cuando confiamos en Cristo,
nos hicimos compañeros suyos; y si no dejamos de confiar en él, seguiremos
siendo sus compañeros siempre. Por eso la Biblia dice: Si hoy escuchan la voz
de Dios, no sean tercos, como aquellos israelitas que no quisieron obedecerlo.
¿Y quiénes fueron los
que escucharon a Dios y no quisieron obedecerlo? ¡Pues todos aquellos que
Moisés sacó de Egipto! ¿Y con quiénes estuvo Dios enojado durante cuarenta
años? ¡Pues con los que pecaron y luego cayeron muertos en el desierto! ¿Y a
quiénes les juró Dios que no le daría
descanso en la región de Canaán? ¡Pues a
los que no le obedecieron! Y en verdad, no pudieron entrar a Canaán y
descansar, porque no confiaron en Dios.
Aquí puedes darte
cuenta que es tiempo de que el hombre decida voluntariamente creer en Jesús, el Hijo de Dios, quien vino
al mundo en obediencia a Dios y para rescatar al hombre del pecado, que no
incurriera en los mismos errores y ayudarlo a mantenerse firme en sus
convicciones, que crea firmemente en Dios.
Por tanto, es necesario
que el hombre esté atento a la voz de Dios, que sea obediente a los mandamientos,
que confíe siempre en El y que haga lo que el Espíritu Santo le dice, y que
nunca el hombre ponga a prueba a Dios, sino al contrario, el hombre debe
mostrar su fidelidad a Dios, tener descanso en El y esperar en lo que Dios ha
prometido.
Con Alta Estima,
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