Cuando Jesucristo
venga como Rey, juzgará a todos, tanto a los que estén vivos como a los que
estén muertos. Por eso pongo a Dios y a Jesucristo por testigos de lo que te
ordeno. Tú anuncia el mensaje de Dios en todo momento. Anuncialo, aunque ese
momento no parezca ser el mejor. Muéstrale a la gente sus errores, corrígela y
anímala; instrúyela con mucha paciencia. Porque llegará el día en que la gente
no querrá escuchar la buena enseñanza. Al contrario, querrá oír enseñanzas
diferentes. Por eso buscará maestros que le digan lo que quiere oír. La gente
no escuchará la verdadera enseñanza, sino que prestará atención a toda clase de
cuentos. Pero tú, Timoteo, mantén la calma en todo momento, soporta los
sufrimientos y anuncia siempre la buena noticia. Haz bien tu trabajo.
Ya falta poco para
que yo muera, y mi muerte será mi ofrenda a Dios. He luchado por obedecer a
Dios en todo, y lo he logrado, he llegado a la meta, y en ningún momento he
dejado de confiar en Dios. Sé que Dios es un juez justo y que, cuando juzgue a
todos, me dará una corona como premio a mi obediencia. Y no sólo a mí me la
dará, sino también a todos los que operan con ansias su regreso.
Haz todo lo posible
por venir a verme pronto. Demas me ha abandonado y se ha ido a la ciudad de
Tesalónica, pues ama demasiado las cosas de este mundo. Crescente se fue a la
región de Galacia, y Tito a la de Dalmacia. El único que está conmigo es Lucas.
Marcos puede ayudarme
mucho en mi trabajo, así que búscalo y tráelo contigo cuando vengas. A Tíquico
lo envié a la ciudad de Efeso. Cuando vengas, tráeme el abrigo que dejé en la
ciudad de Tróade, en casa de Carpo. Trae también los libros, especialmente los
pergaminos.
Cuídate de Alejandro,
el herrero, pues me ha hecho mucho daño y está en contra de lo que enseñamos.
Pero yo sé que el Señor Jesucristo habrá de castigarlo.
La primera vez que no
tuve que presentar mi defensa ante las autoridades de Roma, nadie me ayudó.
¡Todos me abandonaron! Le pido a Dios que no los castigue por eso. Pero el
Señor Jesucristo si me ayudó, y me dio valor para anunciar su mensaje a gente de otros países. Así Dios
me salvó de la muerte, como si me hubiera rescatado de la boca de un león
hambriento. Yo sé que Dios siempre me cuidará y me potegerá de todo mal, hasta
que me lleve a su reino celestial. ¡El merece que lo alabemos por siempre!
Amén.
Dale mis saludos a
Priscila y a Aquila, y a toda la familia de Onesíforo. Erasto se quedó en la
ciudad de Corinto, y a Trófimo lo dejé en la ciudad de mileto porque estaba
enfermo. Haz todo lo posible por venir antes de que llegue el invierno.
Te envían sus saludos
Eubulo, Pudente, Lino y Claudia, y todos los hermanos de la iglesia. Que el
Señor Jesucristo te bendiga. Que el amor de Dios los acompañe siempre.
Aquí puedes darte
cuenta que es fundamental que el hombre obediente enseñe el mensaje de Dios, y haga que la gente lo entienda y sea
consciente, mire sus errores, se corrija
y sea instruido con paciencia.
No obstante, el
hombre debe mantener la calma ante las dificultades, y que confíe en Dios, que haga bien el trabajo de enseñar la verdad
y alcance la meta, obedecer a Dios en todo.
Así pues, se viven
tiempos difíciles pues el hombre se afana por las cosas de este mundo, y lo importante
es que el hombre ame a Dios, y busque la sabiduría para que su vida sea llena
de riqueza espiritual.
Por lo que el hombre
regenerado alaba a Dios y está consciente de que cuando anuncie el mensaje
sufrirá y no debe confiar en la gente pues habrá falta de sinceridad pero con la certeza
de que Dios siempre lo protege de todo mal.
Con Alta Estima
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