La ley de Moisés era
sólo una muestra de lo bueno que Dios nos iba a dar, y no lo que en verdad nos
daría. Por eso, la ley nunca puede hacer
perfectos a los que, cada año, van al santuario a ofrecer a Dios los mismos
sacrificios de siempre. Si en verdad la ley pudiera quitarles el pecado, no se
sentirían culpables y dejarían de ofrecer sacrificios a Dios. Pero sucede lo
contrario. Cada año, cuando ofrecen esos sacrificios, lo único que logran es
recordar sus pecados. Porque la sangre de los toros y de los chivos que se
sacrifican no puede quitar los pecados.
Por eso, cuando
Cristo vino a este mundo, le dijo a Dios: Tú no pides sacrificios a cambio de
tu perdón; por eso no me has dado un cuerpo.
Por eso te dije: Aquí
me tienes, para cumplir tu voluntad. Así me lo enseña la Ley de Moisés.
En primer lugar, este
salmo dice que Dios no quiere, ni le gustan los sacrificios y las ofrendas, ni
los animales quemados sobre el altar, aunque la ley manda que sean presentados.
Después de eso, el salmo dice que Cristo vino a cumplir la voluntad de Dios. Es
decir, Cristo quitó aquellos sacrificios
antiguos, y estableció uno nuevo. Dios nos eligió porque Jesucristo
obedeció sus órdenes al morir en la cruz, y ofreció su cuerpo como sacrificio
una sola vez y para siempre.
Aunque los
sacrificios de animales no quitan el pecado, los sacerdotes judíos siguen
ofreciéndolos muchas veces todos los días. Pero Jesucristo le ofreció a Dios un
solo sacrificio para siempre, y así nos perdonó nuestros pecados. Luego se
sentó a la derecha del trono de Dios, y allí estará esperando, hasta que Dios
derrote a sus enemigos. Porque, con un solo sacrificio, Jesucristo hizo que
Dios hiciera perfectos a todos los que eligió para ser parte de su pueblo. Así
lo asegura el Espíritu Santo cuando dice: Por eso, este será mi nuevo pacto con
el pueblo de Israel; haré que mis enseñanzas las aprendan de memoria. Y que
sean la guía de su vida. Y nunca más me acordaré de sus pecados y maldades.
Por lo tanto, si
nuestros pecados han sido perdonados, ya no es necesario darle a Dios más
ofrendas para que nos perdone.
Hermanos, la sangre
que Jesús derramó al morir nos permite ahora tener amistad con Dios, y entrar
con toda libertad al lugar más santo. Pues cuando Jesús murió, abrió la cortina
que nos impedía el paso. Pero ahora Jesús está vivo, y por medio de él podemos
acercarnos a Dios de un modo nuevo y distinto. El es nuestro gran sacerdote,
encargado del santuario que está en el cielo. Por eso, mantengamos una amistad
sincera con Dios, teniendo la plena seguridad de que podemos confiar en él.
Porque Cristo nos dejó limpio de pecado, como si nos hubiera lavado con agua
pura, y ya estamos libres de culpa. Sigamos confiando en que Dios nos salvará.
No lo dudemos ni un instante, porque él cumplirá lo que prometió. Tratemos de
ayudarnos unos a otros, y de amarnos y hacer lo bueno. No dejemos de reunirnos,
como hacen algunos. Al contrario, animémonos cada vez más a seguir confiando en
Dios, y más aún cuando ya vemos que se acerca el día en que el Señor juzgará a
todo el mundo.
Si seguimos pecando
después de haber conocido la verdadera enseñanza de Dios, ningún sacrificio
podrá hacer que Dios nos perdone. No nos quedará más remedio que esperar, con
un miedo terrible, el juicio fina, que es cuando los enemigos de Dios serán
destruidos con fuego ardiente.
Si en un juicio dos
testigos afirman que alguien ha desobedecido la ley de Moisés, los jueces no le
tienen compasión a esa persona y ordenan su muerte. ¡Imagínense entonces el
terrible castigo que recibirán los que desprecian al Hijo de Dios, y los que
dicen que su muerte no sirve para nada!. Los que hacen eso insultan al Espíritu
de Dios, que los ama, y menosprecian la muerte de Cristo, es decir, el nuevo
pacto por medio del cual Dios les perdona sus pecados. Además, como todos
sabemos, Dios dijo que él se vengará de sus enemigos, y que los castigará por
todo lo malo que han hecho. También dijo que juzgará a su pueblo. ¡Que terrible
debe ser que el Dios de la vida tenga que castigarnos!
Recuerden todas las
dificultades y los sufrimientos por los que ustedes pasaron al principio,
cuando aceptaron la buena noticia. A pesar de eso, nunca dejaron de confiar. A
muchos de ustedes sus enemigos los insultaron y los maltrataron delante de la
gente, y en otras ocasiones ustedes sufrieron con quienes eran tratados así.
También tuvieron ustedes compasión de los que estaban en la cárcel, y con
alegría dejaron que las autoridades les quitarán sus pertenencias, porque
sabían que en el cielo tienen algo mucho mejor y más duradero.
Por eso, no dejen de
confiar en Dios, porque sólo así recibirán un gran premio. Sean fuertes, y por
ningún motivo dejen de confiar en él cuando estén sufriendo, para que así
puedan hacer lo que Dios quiere y reciban lo que él les ha prometido. Pues Dios
dice en la Biblia: Muy pronto llegará el que tiene que venir, ¡Ya no tarda! Los
que son fieles en todo y confían en mí vivirán para siempre. Pero si dejan de
serme fieles, no estaré contento con ellos.
Gracias a Dios,
nosotros no somos los que dejan de ser fieles y acaban siendo castigados, sino
que somos de los que reciben la salvación por confiar en Dios.
Aquí puedes darte
cuenta que el hombre debe entender que
sólo la sangre preciosa de Nuestro Señor Jesucristo puede quitar los pecados
del hombre, entonces es necesario que el hombre busque a Dios, pues Dios le da
la oportunidad al hombre fiel que vuelva a ser amigo de Dios.
No obstante, lo
esencial es que el hombre sea sincero con Dios y cambie verdaderamente, que
renueve su mente, su corazón, su estilo de vida pues con el sacrificio de Nuestro Señor Jesús,
quien resucitó y le dio nueva vida al hombre, el hombre regenerado se ha acercado
a Dios y establece una relación personal con Dios.
Por tanto, el tiempo apremia
y Jesús ya no tarda, el hombre debe estar preparado y contento pues al confiar
en Dios, recibe de El la salvación.
Con Alta Estima,
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