¡Todas esas personas
están a nuestro alrededor como testigos! Por eso debemos dejar de lado el
pecado que es un estorbo, pues la vida es una carrera que exige resistencia.
Pongamos toda nuestra
atención en Jesús, pues de él viene nuestra confianza, y es él quien hace que
confiemos cada vez más y mejor. Jesús soportó la vergüenza de morir clavado en
una cruz porque sabía que, después de tanto sufrimiento, sería muy feliz. Y
ahora se ha sentado a la derecha del trono de Dios.
Pero ustedes parecen
haberse olvidado ya del consejo que Dios les da a sus hijos en la Biblia:
Querido jovencito, no tomes las instrucciones de Dios como algo sin
importancia. Ni te pongas triste cuando él te reprenda. Porque Dios corrige y
castiga a todo aquel que ama y considera su hijo.
Si ahora ustedes
están sufriendo, es porque Dios los ama y los corrige, como si fueran sus
hijos. Porque no hay un padre que no corrija a su hijo. Si Dios no los corrige,
como lo hace con todos sus hijos, entonces ustedes no son en verdad sus hijos.
Cuando éramos niños, nuestros padres aquí en la tierra nos corregían, y
nosotros los respetábamos. Con mayor razón debemos obedecer a Dios, que es
nuestro Padre que está en el cielo, pues así tendremos vida eterna.
Cuando éramos niños,
nuestros padres nos corregían porque pensaban que eso era lo mejor para
nosotros. Pero Dios nos corrige para nuestro verdadero bien, para hacernos
santos como él. Desde luego que ningún castigo nos gusta en el momento de
recibirlo, pues nos duele. Pero si aprendemos la lección que Dios nos quiere
dar, viviremos en paz y haremos el bien.
Por todo eso, no
debemos dejar de confiar totalmente en Dios. Si la vida es como una carrera, y
ustedes tienen ya cansadas las manos y débiles las rodillas, cobren nuevas
fuerzas. Corran por un camino recto y parejo, para que el pie que esté cojo se
sane y no se tuerza más.
Traten de vivir en
paz con todos, y de obedecer a Dios; porque si no lo hacen, jamás lo verán cara
a cara. No dejen que nadie se aleje del amor de Dios. Tampoco permitan que
nadie cause problemas en el grupo, porque eso les haría daño; ¡sería como una
planta amarga, que los envenenaría! Ninguno debe tener relaciones sexuales
prohibidas ni despreciar a Dios. Eso fue lo que hizo Esaú, pues cambió sus
derechos de hijo mayor por un plato de comida, y cuando quiso que su padre le
reconociera esos derechos, él no se los reconoció. Esaú lloró mucho, pero ya no
había nada que hacer.
Ustedes no se
acercaron al monte Sinaí, el cual se podía ver y tocar, y en el que había
fuego, oscuridad, tinieblas y tormenta. Tampoco oyeron el sonido de una
trompeta, ni la voz de Dios dándoles mandamientos. Los que oyeron esa voz en el
monte Sinaí pedían que se callara, pues no podían obedecer el mandamiento que
les ordenaba: Deberían matar a pedradas, o con una lanza, a cualquier persona o
animal que ponga un pie en este monte. Tan terrible fue lo que ellos vieron en
ese monte, que Moisés mismo dijo: Estoy temblando de miedo.
Ustedes, por el contrario,
se han acercado al monte Sión y a la ciudad de Dios, quien vive para siempre.
Esa es la ciudad de Jerusalén, que está en el cielo. Allí hay miles de ángeles
que alaban a Dios, y allí están todos aquellos a quienes Dios trató como a
hijos, y a quienes les dio el derecho de vivir en el cielo. Ustedes se han
acercado a Dios, quien juzgará a todo el mundo.
También se han acercado a los
espíritus de las personas buenas que Dios hizo perfectas. Se han acercado a
Jesús, y recuerden que, por medio de él, Dios hizo un nuevo con ustedes.
Gracias a la sangre que Jesús derramó al morir, hemos sido perdonados de
nuestros pecados. Por eso Jesús es mejor que Abel, pues la sangre de Abel no
ofrece perdón, sino que pide venganza.
Tengan cuidado cuando
Dios les llame la atención. No lo rechacen porque los israelitas que en el
pasado lo rechazaron, no escaparon del castigo. En aquella ocasión, cuando Dios
les habló, su voz hizo temblar la tierra. Y si nosotros rechazamos a Dios, que
nos llama la atención desde el cielo, tampoco escaparemos del castigo. Porque
ahora él dice: Otra vez haré temblar, no sólo la tierra, sino también el cielo.
Y cuando dice otra vez, entendemos que él quitará las cosas creadas, las que no
pueden ser movidas. Gracias a Dios, el reino que él nos da no puede ser movido.
Por eso debemos adorar a Dios con el amor y la fuerza que a él le gusta
recibir. Porque nuestro Dios es como un fuego destructor.
Aquí puedes darte
cuenta que lo fundamental es que el hombre confíe en el Señor Jesús pues El nos
da ejemplo de seguir ¡Adelante!, El venció la adversidad, sufrió y murió en la
cruz y resucitó para dar al hombre una vida nueva, la vida eterna y, entonces
el hombre no debe rendirse sino debe ser
obediente a las instrucciones de Dios, porque es primordial que las cumpla para que Dios no le reprenda.
No obstante, el
hombre que es obediente, honra a Dios con su conducta pues es necesario que el
hombre se esfuerce en vivir apegado a la Palabra de Dios para ser mejor cada
día y haga el bien.
Por tanto, lo
esencial es que el hombre siga a Jesús y viva de acuerdo a su ejemplo,
obediente hasta la cruz y entonces el hombre que hace el bien, llegue a ser
santo, y por ende, logre establecer la paz en su vida.
Así pues, es
necesario que el hombre cobre nuevas fuerzas para que siga en el camino
correcto, que si cojea de un pie, ya no se tuerza más.
Así es que el hombre
debe poner su atención en Jesús, sobremanera
que obedezca a Dios, para que siempre esté cerca de El y aunque en la vida haya
tormentas, con la confianza en Dios, el hombre saldrá victorioso pues Dios
reina en su ser interior y esto es inamovible.
Con Alta Estima,
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