Aménse siempre los
unos a los otros, como hermanos en Cristo. No se olviden de recibir bien a la
gente que llegue a sus casas, pues de ese modo mucha gente, sin darse cuenta,
ha recibido ángeles. Preocúpense por los hermanos que están en la cárcel y por
lo que han sido maltratados. Piensen cómo se sentirán ustedes si estuvieran en
la misma situación.
Todos deben
considerar el matrimonio como algo muy valioso. El esposo y la esposa deben ser
fieles el uno al otro, porque Dios castigará a los que tengan relaciones
sexuales prohibidas y sean infieles en el matrimonio.
No vivan preocupados
por tener más dinero. Estén contentos con lo que reciben, porque Dios ha dicho
en la Biblia: Nunca te dejaré desamparado.
Por eso, podemos
repetir con toda confianza lo que dice la Biblia: No tengo miedo. Nadie puede
hacerme daño porque Dios me ayuda.
Piensen en los
líderes que les anunciaron el mensaje de Dios, pues ellos confiaron siempre en
Dios. Piensen mucho en ellos y sigan su ejemplo.
Jesucristo nunca
cambia: es el mismo ayer, hoy y siempre. Por eso, no hagan caso de enseñanzas
extrañas, que no tienen nada que ver con lo que Jesucristo nos enseñó. Esas
reglas acerca de lo que se debe comer, y de lo que no se debe comer, nunca han
ayudado a nadie. Es mejor que nos de fuerza el amor de Dios.
Los sacerdotes del
antiguo lugar de culto no tienen derecho a comer de lo que hay en nuestro
altar. El jefe de los sacerdotes lleva al antiguo lugar de culto la sangre de
los animales sacrificados, para ofrecérsela a Dios y pedir el perdón por los
pecados. Sin embargo, los cuerpos de esos animales se queman fuera del lugar
donde vive el pueblo. Del mismo modo, Jesús murió fue de la ciudad de Jerusalén
para que, por medio de su sangre, Dios perdonara a su pueblo. Por eso, también
nosotros debemos salir junto con Jesús, y compartir con él la vergüenza que le
hicieron pasar al clavarlo en una cruz. Porque este mundo no tenemos una ciudad
que dure para siempre, sino que vamos al encuentro de la ciudad que está por
venir.
Nuestra ofrenda a
Dios es darle gracias siempre, por medio de Jesucristo, pues hemos dicho que él
es nuestro Señor. Nunca se olviden de hacer lo bueno, ni de compartir lo que
tienen con los que no tienen nada. Esos son los sacrificios que agradan a Dios.
Obedezcan a sus
líderes, porque ellos cuidan de ustedes sin descanso, y saben que son
responsables ante Dios de lo que a ustedes les pase. Traten de no causar
problemas, para que el trabajo que ellos hacen sea agradable y ustedes puedan
servirles de ayuda.
Oren por nosotros.
Estamos seguros de que Dios no tiene nada contra nosotros, pues tratamos de
portarnos bien en todo. Oren especialmente para que yo pueda ir pronto a
visitarlos.
El Dios de paz
resucitó a nuestro Señor Jesús, y por medio de la sangre que Jesús derramó al
morir, hizo un pacto eterno con nosotros. Somos el rebaño de Jesús, y él es
nuestro gran Pastor. Por eso le pido al Dios de paz que haga que ustedes sean
buenos y perfectos en todo, y que Jesucristo los ayude a obedecerlos. ¡Que
Jesús reciba la gloria y la honra por siempre! Amén.
Hermanos, les he
escrito estas breves palabras para animarlos. Léanlos con paciencia. Quiero
decirles que nuestro hermano Timoteo ya está en libertad, y si llega pronto, me
acompañará a visitarlos.
Saluden por favor a
todos los líderes y a todos los hermanos que forman el pueblo santo de Dios.
Los hermanos que están en Italia les mandan saludos. ¡Deseo de todo corazón que
Dios los llene de su amor!
Aquí puedes darte
cuenta que el hombre debe estar contento con lo que tiene, pues Dios siempre
cuida de cada uno de nosotros, y entonces el hombre tiene la seguridad que con
la confianza en Dios nadie le puede hacer daño pues Dios le ayuda.
Por tanto, el hombre
debe ser consciente que nuestro Señor Jesucristo nunca cambia y con su amor tan
grande Dios le da al hombre esa fuerza que necesita, y por eso el hombre debe
dar gracias a Dios por todo y hacer lo bueno.
Así pues, el hombre obediente entiende que sólo Dios
puede ayudarlo a ser perfecto en todo, pues El es nuestro gran Pastor, y por ende el hombre forma parte del pueblo Santo de
Dios.
Con Alta Estima,
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