Nuestro Dios me permitió ver los saltamontes que estaba
por lanzar sobre los campos de Israel. Ya se había levantado la primera
cosecha, la que pertenece al rey. Pero faltaba levantar la segunda cosecha, la
que es para el pueblo. Cuando vi que los saltamontes se estaban comiendo hasta
la hierba, le rogué a Dios: ¡Perdona a tu pueblo, Dios mío! ¿Cómo vamos a
sobrevivir, si somos un pueblo tan pequeño?
Entonces Dios sintió compasión de nosotros, y dijo: Está
bien. Tampoco voy a mandar este fuego contra ustedes. Nuestro Dios también me
permitió verlo cuanto estaba junto a un muro, con una plomada de albañil en la
mano. Me pregunto: ¿Qué es lo que ves,
Amós? Yo le respondí: Veo una plomada de albañil.
Entonces Dios me dijo: Con esta plomada voy a ver si mi
pueblo se comporta rectamente. Ya no voy a perdonarle un solo pecado más.
Destruiré los pequeños templos donde los israelitas adoran a sus ídolos, y le
declararé la guerra a la familia del rey Jeroboam.
Un sacerdote de Betel, llamado Amasías, mandó a decirle a
Jeroboam, rey de Israel: Amós anda haciendo planes en contra de Su Majestad.
Como israelitas, no podemos dejar que siga haciéndolo. Según él, Su Majestad
morirá en el campo de batalla, y los israelitas serán llevados presos a otro
país.
Amasías habló también conmigo, y me dijo: Óyeme tú, que
dices que has visto lo que va a suceder: ¡largo de aquí!. Mejor vete a Judá.
Allá podrás ganarte la vida como profeta. Deja ya de profetizar aquí en Betel,
porque en esta ciudad está el templo más importante del reino, y aquí es donde
el rey viene a adorar.
Yo le respondí: Pues fíjate que no soy ningún profeta, ni
tampoco mi padre lo fue. Me gano la vida cuidando ganado y cosechando higos
silvestres. Si ahora profetizo, es porque Dios mismo me pidió que dejara de
cuidar el ganado, y me mandó a anunciarle este mensaje a su pueblo Israel.
Tú dices que yo no debo profetizar contra los israelitas,
porque son descendientes de Isaac. Ahora escúchame tú lo que Dios me manda a
decirte: En esta misma ciudad, tu mujer se volverá prostituta, y tus hijos y
tus hijas morirán atravesados por la espada. Otros se quedarán con tus tierras,
tú morirás lejos de tu patria, y los israelitas serán llevados a un país muy
lejano.
Aquí puedes darte cuenta, Que Dios ejerce su voluntad y
que El tiene autoridad sobre todas las cosas, El gobierna el universo pues El es
el Creador de todo cuanto existe, por lo tanto, el hombre debe honrar a Dios
con su actitud, y por ende, demostrar un buen comportamiento.
No obstante, sólo Dios puede echar la plomada sobre la
vida de cada persona para evaluar su conducta, pues así como la plomada en una
construcción provoca una línea perfectamente recta determinando cualquier falla
en la misma. Asimismo, Dios es el único
que puede juzgar al hombre, por lo que es prioridad que el hombre cambie y desarrolle
una buena conciencia, reflexione y medite cada día si lo que hace es lo correcto, y tome la decisión voluntaria de buscar a Dios,
se apegue a su Palabra y entonces, su vida será edificada sobre roca, mantendrá
cimientos con convicciones firmes para que el hombre de buen fruto.
Con Alta Estima,
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