¡Escúchenme ustedes, jefes y gobernantes de Israel!
¡Ustedes debieran hacer justicia, pero hacen todo lo contrario! Prefieren hacer
lo malo, en lugar de hacer lo bueno. Maltratan mucho a mi pueblo; se lo están
comiendo vivo.
Por eso, cuando me llamen, yo no les responderé. Es tan
grande su maldad que los abandonaré. A los profetas que engañan a mi pueblo,
Dios les ha dicho: Ustedes sólo hablan de paz a quienes les dan de comer, pero
a quienes no los alimentan les declaran la guerra. Por eso no les voy a informar
lo que pienso hacer. Nunca más les comunicaré mensajes y ya no podrán anunciar
el futuro. Esos profetas y adivinos quedarán en completo ridículo. No tendrán
nada que decir, porque yo no les responderé.
Pero yo, Míqueas, estoy lleno del poder de Dios. Por eso
puedo afirmar que nuestro Dios es un Dios justo. También puede acusar a los
israelitas de ser un pueblo pecador y desobediente.
Dios dijo: ¡Escúchenme ustedes, jefes y gobernantes de
Israel! Ustedes rechazan la justicia, y no respetan ninguna ley. En Jerusalén y
en mi templo los crímenes y la violencia son cosa de todos los días. Los
sacerdotes, profetas y jueces enseñan, predican o dictan sentencia sólo a
cambio de dinero.
Y para colmo se atreven a decir: “No tenemos nada que
temer. ¡Dios está con nosotros! ¡Por culpa de ustedes mi templo será derribado!
¡Por culpa de ustedes Jerusalén quedará en ruinas, y el monte de Sión se
cubrirá de maleza!
Aquí puedes darte cuenta que si el hombre vive alejado de Dios, debe limpiar las cosas
negativas que alberga en su corazón pues prefiere hacer lo malo, por lo tanto
en su ser interior guarda maldad, está atrapado en la oscuridad, y en él sólo
predomina la hipocresía, el egoísmo, la hechicería, pero Dios espera que el
hombre construya su vida de acuerdo a su diseño, apegado a su Palabra, y,
entonces el hombre hará un cambio de actitud.
Por lo que de ahora en adelante, el hombre buscará a Dios
en todo momento, dejará a un lado los malos hábitos, practicará la justicia
hacia sus semejantes, permanecerá firme en la fe, pues afianzado de la mano de
Dios, será transformado en un hombre nuevo, que reconoce al Señor como su único
Dios.
No obstante, es
necesario que el hombre tenga temor de Dios, que pida a Dios esa sabiduría que
sólo proviene de lo Alto y modifique su
manera de vivir.
¡Animo! Es tiempo de que el hombre respete la ley de
Dios, que se apegue a su Palabra para que quite la maleza que estorba en su vida, y se
preparare y renueve su entendimiento y su corazón, para que sea transformado en
una persona íntegra.
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