Dios le comunico al profeta Abdías lo que pensaba hacer
con el país de Edom. Le dijo: Yo soy el Dios de Israel, y ya envié un mensajero
por todas las naciones. Escuchen bien su mensaje; ¡Tomen sus armas, naciones
todas! ¡Vamos a la guerra contra Edom!
Y tú, Edom, escúchame bien: Yo voy a hacer de ti la más
pequeña de las naciones. ¡Todo el mundo te despreciará! Tú te crees muy
importante porque vives entre las rocas; piensas que estás muy seguro por vivir
en las altas montañas; crees que nadie podrá derribarte, ¡pero estás muy
equivocado!
Yo soy el Dios todopoderoso, y juro que te derribaré
aunque vueles como las águilas y pongas tu nido entre las estrellas. Cuando un
ladrón te asalta de noche, no te quita todo lo que tienes, sino lo que tengas
de más valor; y cuando los que cosechan uvas entran a tus viñedos, no se llevan
todos los racimos. ¡Pero a ti te han quitado todo! Los que estaban de tu parte
y decían que eran tus amigos te pusieron trampas y te engañaron; los que
compartían tu mesa se volvieron tus enemigos, te echaron de tu propia tierra ¡y
tú ni cuenta te diste!
Pero escúchame, Edom: Yo soy el Dios todopoderoso, y te
juro que viene el día en que no quedará en tus montañas ni uno solo de tus
sabios. ¡Yo acabaré con todos ellos! En la ciudad de Temán tus valientes
temblarán de miedo, y en las montañas de Edom todos morirán en la batalla.
Tú, Edom, quedarás en vergüenza y serás destruido por
completo por haber tratado con violencia a tus parientes, los israelitas.
Cuando un ejército enemigo atacó la ciudad de Jerusalén y derribó sus portones,
tú te portaste igual que ellos; viste cómo se repartían las riquezas de la
ciudad, ¡Y no hiciste nada para impedirlo!
No debiste haberte alegrado cuando tus hermanos sufrían;
no debiste haber reído cuando Judá estaba en ruinas; no debiste burlarte de
ellos cuando estaban angustiados; no debiste entrar en Jerusalén ni alegrarte
de su desgracia cuando mi ciudad era destruida; no debiste robarle sus riquezas
cuando ya no podía defenderse.
No debiste quedarte donde se cruzan los caminos para
matar allí a los que huían, ni debiste haberlos entregado en manos de sus
enemigos cuando ya no sabían qué hacer. ¡Pero ya está cerca el día en que
juzgaré a todas las naciones! ¡Ese día te daré tu merecido! ¡Ese día te voy a
dar el mismo trato que diste a otros!
Mi pueblo sufrió mucho en el monte donde está mi templo;
¡pero así sufrirán también todas las naciones extranjeras, y al fin
desaparecerán! ¡Será como si no hubieran existido! Pero algunos de mi pueblo
buscarán refugio en mi templo y allí se pondrán a salvo, pues Sión es mi monte
preferido. Allí los descendientes de Jacob recobrarán lo que les pertenece.
Así como el fuego quema a estopa, la gente de Edom será
destruida por las doce tribus de Israel. ¡Nadie en Edom quedará con vida! Yo
soy el Dios de Israel, y les juro que así será.
Los israelitas del sur recibirán las montañas de Edom;
los israelitas de la llanura recibirán el territorio filisteo, el territorio de
Efraín y el territorio de Samaria; los de la tribu de Benjamín recibirán el
territorio de Galaad; la gran multitud de israelitas que fueron llevados a
otros países recibirá el territorio de los cananeos, hasta la ciudad de
Sarepta; y los habitantes de Jerusalén que fueron llevados a Sefarad, recibirán
las ciudades del sur. Todos ellos vendrán a mi templo como un pueblo
victorioso; gobernarán al orgulloso país de Edom, ¡y yo seré su rey!
Aquí puedes darte cuenta que el hombre vive todavía bajo
la naturaleza caída, con actitudes en las que todavía predominan el orgullo, la
soberbia, la vanidad, la rebelión, la indiferencia de unos con otros, el
egoísmo, las cuales deben ser quitados del corazón del hombre para que pueda
avanzar en su crecimiento espiritual y por ende, en su relación personal con
Dios.
Por lo tanto, el hombre debe practicar la humildad pues
el orgullo provoca una actitud de autosuficiencia, y entonces, el hombre llega
a pensar que “nadie puede hacerle nada”, “que hará lo que se ha propuesto ”pero
entonces, el hombre actúa bajo su propia
fuerza pero esta actitud le disgusta a
Dios, pues el hombre está diciendo “que
no necesita a Dios”. Por tanto, lo
conveniente es que el hombre se someta a Dios y que El sea el rey de su
corazón, que obedezca sus enseñanzas y
viva apegado a su Palabra, pues Dios es un Dios vivo.
No obstante, el hombre debe volverse a Dios, lea su Palabra para que Dios edifique su vida,
la cual le dará fuerza y sabiduría.
Con Alta Estima,
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