Desde allí, Jonás oró a Dios: Cuando estaba sufriendo,
tú, mi Dios, me ayudaste. Cuando estaba casi muerto, pedí ayuda y me la diste.
Me arrojaste a lo más hondo del mar. Sólo agua veía yo por todos lados; grandes
olas cruzaban sobre mí. Llegué a pensar que ya no me querías, que no volvería a
entrar en tu templo. Me había hundido por completo. El mar me cubría todo, y
las algas se enredaban en mi cabeza.
Creí que ya nunca saldría del fondo del mar. Pero tú,
Dios mío, me salvaste la vida. Cuando ya estaba sin fuerzas, me acordé de ti, y
oré. Mi oración llegó hasta tu santuario. Los que adoran a otros dioses, a los
ídolos sin vida, no pueden decir que tú eres su Dios.
Pero yo voy a adorarte y a cantarte con alegría. Cumpliré
las promesas que te hice. ¡Porque sólo tú puedes salvar! Por fin, Dios le
ordenó al pez: Arroja a Jonás en la orilla del mar!
Aquí puedes darte cuenta que Dios pone a prueba al hombre,
que bajo la fuerza humana son difíciles de sobreponer pero sabes, lo esencial
es que el hombre viva apegado a la Palabra de Dios, la obedezca y la cumpla, para
que Dios le de sabiduría y ponga en sus manos todo lo que le acontece, que le
pida ayuda a Dios en oración pues Dios es compasivo y El perdona a todo aquel
que se arrepiente verdaderamente.
No obstante, es esencial que el hombre pida al Señor
fuerza para vencer la maldad, y pueda salir del fango en que se encuentra, que reconozca que
sólo poniendo su vida en las manos de Dios, El le ayudará a avanzar, a no
volverse a hundir, por tanto, asido de la mano de Dios, el hombre renovará su fuerza.
Con Alta Estima,
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