Israel dijo: ¡Ustedes, pueblos de las costas más lejanas,
óiganme y presten atención! Yo soy el fiel servidor de Dios. El pronunció mi
nombre desde antes que yo existiera como pueblo. Dios hizo que mis palabras
fueran poderosas como flechas, como
espadas afiladas. Dios me protegió, me cuidó, y me dijo: Tú eres mi fiel
servidor; gracias a ti daré a conocer mi poder.
Sin embargo, yo me dije: He trabajado inútilmente; me he
quedado sin fuerzas y no he logrado nada. En realidad, lo que hago es gracias
al poder de Dios, y ya él ha preparado mi recompensa. Dios me formó desde antes
que naciera para que fuera yo su fiel servidor, y siempre estuviéramos unidos.
Para Dios, yo valgo mucho; por eso él me
fortalece.
Dios le dijo a su fiel servidor: Yo te he enviado para que
reúnas a las tribus de Israel y las hagas volver a su patria. Aun esto es muy
poco para ti. Por eso te pondré como una luz para las naciones, y haré que
lleves la salvación hasta el último rincón del mundo.
Dios, el Salvador y santo de Israel, le dijo al pueblo:
Israel, tú has sido despreciado y odiado por otros pueblos, y ahora eres
esclavo de esos tiranos. Pon atención a mis palabras: Yo soy tu único Dios;
cuando los reyes y los príncipes de otras naciones te vean, se humillarán ante
ti. ¡Yo te he elegido y te cumpliré esta promesa!
Dios les dijo a los israelitas: Cuando llegó el momento de
mostrarles mi bondad, fui bondadoso con ustedes; cuando necesitaron salvación,
yo les di libertad. Yo los formé para que fueran una bendición para otros
pueblos. Por eso ustedes, israelitas, volverán a ocupar las tierras que sus
enemigos destruyeron, y reconstruirán el país. Ustedes les dirán a los presos:
¡Quedan en libertad!, y a los que viven en la oscuridad: ¡Salgan a la luz!
Ustedes encontrarán buenos pastos junto a todos los caminos,
y en cualquier cerro desierto tendrán alimento para el ganado. No tendrán
hambre ni sed, ni los molestará el sol ni el calor, porque yo los amo y los
guío, y los llevaré a fuentes de agua. Les abriré un camino a través de las
montañas y los haré pasar por un terreno llano. Ustedes, los israelitas,
vendrán de muy lejos, de todos los rincones del mundo.
¡Cielos, griten de alegría! ¡Tierra, alégrate mucho! ¡Montañas,
lancen gritos de felicidad! Porque yo, el único Dios, consuelo a mi pueblo y
tengo compasión de los pobres.
El pueblo de Jerusalén decía: Dios me abandonó, mi Dios se
olvidó de mí.
Pero Dios respondió: Jerusalén, ¿acaso puede una madre
olvidar o dejar de amar a su hijo? Y aunque ella lo olvidara, yo no me olvidaré
de ti. Yo te llevo grabada como un tatuaje en mis manos, siempre tengo
presentes tus murallas. Ya se han ido tus destructores; si con rapidez te
destruyeron, con más rapidez serás reconstruida. Levanta los ojos y mira a tu
alrededor, todos los israelitas se reúnen y vuelven hacia ti. Yo soy el único
Dios, y juro por mi vida que todos tus habitantes serán como los adornos de una
novia.
Tú, Jerusalén, estabas en ruinas, pero ya se han alejado los
que te destruyeron. Ahora tendrá tantos habitantes que el país te resultará
pequeño. Los hijos que dabas por
perdidos te dirán al oído: Ese país es demasiado pequeño para todos nosotros.
Tú, Jerusalén, dirás como una madre: ¿Quién me dio tantos
hijos? Yo no tenía hijos ni podía tenerlos; me habían dejado sola, quedé
completamente abandonada. ¿Quién crió a estos hijos míos? ¿De dónde vinieron?
Yo daré una orden a las naciones para que traigan en brazos a tus hijos y a tus
hijas. Los reyes serán tus padres adoptivos, y las princesas, tus niñeras. Se
arrodillarán ante ti y reconocerán que
no quedan avergonzados los que confían en mí, y que yo soy el único Dios.
A un guerrero no se le puede quitar lo que ha ganado en el
combate; un prisionero de guerra no se puede escapar del tirano. Pero yo, el
único Dios, declaro que al guerrero y al tirano les quitarán lo que hayan
conquistado. A ustedes los israelitas les digo que yo salvaré a sus hijos y a
sus hijas de manos de sus enemigos. Haré que sus opresores se coman su propia
carne y se emborrachen con su sangre. Así sabrá toda la humanidad que yo soy el
único Dios, soy el Dios todopoderoso, y el salvador de Israel.
Así pues es imprescindible que el ser humano conozca su
identidad como hijos de Dios, que de gracias por toda su bondad y aprenda a ser
su fiel servidor. Sabes, Dios da valor
al hombre y le fortalece pero es necesario que el hombre se arrepienta, reciba
su perdón y entonces será restaurado pues Dios quiere que el hombre sea luz
dondequiera que se encuentre y sea de bendición a otros.
Asimismo, el Señor le ayudará a cada persona a que siga
caminando por senderos de rectitud, pero es esencial que lo reconozca como su
único Dios, que tome conciencia de lo que hace, se apegue a sus enseñanzas, y el Señor lo guiará por manantiales de agua
para que no tenga hambre ni sed, pues el amor de Dios es tan grande que tendrá misericordia de sus hijos. Así también,
cuando el hombre pone su confianza en Dios, aquellos que se habían apartado de
su camino, se volverán a El, pues es el único Dios todopoderoso.
Con Alta Estima,
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