Dios dijo: Ciudad de Babilonia, baja ya de tu trono y
siéntate en el suelo. Eres como una viuda joven, y no volverán a llamarte
“hermosa” y “delicada”. Ya no podrás disfrutar de lujos y privilegios; ahora
tendrás que trabajar. Toma una piedra y muele el grano para hacer la harina,
pues ha quedado destruida y tendrás que valerte por ti misma.
Yo, El Dios santo de Israel, el Dios todopoderoso, voy a
vengarme de ti. ¡Ya te ven los pueblos como si estuvieras desnuda! ¡Siéntate en
silencio, ciudad de Babilonia! Siéntate en un rincón oscuro, porque no volverán
a llamarte “Reina de las naciones”. Yo me enojé con mi pueblo; me enojé con los
israelitas y los dejé caer en tu poder. Pero tú, Babilonia, no te compadeciste
de ellos, y maltrataste a los ancianos con una carga muy pesada.
Creíste que nunca dejarías de ser reina y no te pusiste a
pensar cómo terminaría todo esto. Por eso, ciudad de Babilonia, escucha bien:
tú eres como una mujer que ama el lujo y se sienta tranquila en su trono;
piensas que nadie es mejor que tú, y crees que nunca será viuda ni te quedarás
sin hijos. Pero de repente, en un majestuoso día, te sucederán dos desgracias,
y de nada te servirán tus brujerías y tu magia: te quedarás viuda y perderás
todos tus hijos.
A pesar de tu maldad, te sentías segura, porque nadie te
llamaba la atención. Tu sabiduría y tus conocimientos te hicieron perder la
cabeza, mientras te decías a ti misma: Yo , y nadie más que yo”. Pero cuando
menos lo esperes te caerá una desgracia, que ni con tu magia podrás evitar.
Babilonia, sigue con las brujerías y la magia que has
practicado toda tu vida, a ver si te sirven de algo, a ver si consigues asustar
a alguien. ¡Que se presenten ahora los sabios que te han dado consejos! ¡Que
traten de salvarte los que miran a los astros para anunciarte el futuro! Pero
esos adivinos son como paja: el fuego los devorará y no podrán salvarse de las
llamas. Ese fuego no será como el fuego de una chimenea que da calor al hogar.
Esos adivinos, que has consultado toda tu vida andan perdidos, cada uno por su
lado. ¡Así que nadie podrá salvarte!
Así pues, lo importante es que el hombre lea la Palabra de
Dios para que adquiera conocimiento y sabiduría que viene de lo Alto, ya que el
hombre no debe seguir contaminándose de la vanalidad de este mundo sino más bien que fortalezca su ser interior y elimine la
soberbia, la autosuficiencia que no le edifican, sino al contrario lo llevan a
la autodestrucción pues cada persona es
necesario muera a su “yo”, rectifique en su andar, desarrolle una conciencia madura, renueve su
mente y su corazón para que avance en su camino. Sabes, es esencial, que esté
preparado espiritualmente para que
el Señor reine en su vida y sea salvo.
Con Alta Estima,
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