Aquí te puedes dar cuenta que el Predicador es el rey
Salomón, y su nombre significa según el diccionario etimológico “Pacífico”,
el origen del nombre es la palabra hebrea “Shalom” que quiere decir paz.
Y sabes,
este rey le pidió a Dios sabiduría, por eso se hizo famoso por su sabiduría y
equidad. Pero, al tener tanta abundancia empezó a pecar y como consecuencia
tuvo muchos problemas pues se alejó de Dios, ya no estuvo bajo su protección.
Quizá a través de los años Salomón entendió que la sabiduría sólo la da Dios.
A través de este Libro él instruye que todas las cosas de
este mundo son vanidad.
Lo importante es que el ser humano obedezca a Dios y guarde sus
mandamientos, que es necesario que establezca el reino de Dios en su vida, pues en ello radica lo eterno, así como Salomón tuvo abundancia y
experimentó que a pesar de tener exceso de cosas materiales el hombre siente que a
su vida está vacía, qué le falta sentirse contento. Además, que a pesar de que el hombre debe ser útil trabajando no debe afanarse pues la vida es corta. Lo esencial,
es desarrollar la vida interior, cambiar la manera de pensar y avanzar con un
nuevo estilo de vida.
Estas son las
palabras del Predicador, hijo de David, que fue rey en Jerusalén: ¡En este
vida nada tiene sentido! ¡Todo es una ilusión! Realmente, en esta vida nada
ganamos con tanto trabajar. Unos nacemos, y otros morimos, pero la tierra jamás
cambia. El sol sale por la mañana, y por la tarde se oculta, y vuelve corriendo
a su lugar para salir al día siguiente. El viento gira y gira, y no deja de
girar; a vece sopla hacia el norte, y a veces sopla hacia el sur. Los ríos
corren hacia el mar, y luego vuelven a sus fuentes para volver a vaciarse en el
mar, pero el mar jamás se llena. ¡Qué difícil me resulta explicar lo aburrido
que es todo esto! ¡Nadie se cansa de ver! ¡Nadie se cansa de oír! Lo que antes
sucedió, vuelve a suceder; lo que antes se hizo, vuelve a hacerse. ¡En esta
vida no hay nada nuevo!
Cuando alguien llega a decir: ¡Aquí tengo algo nuevo!,
resulta que eso ya existía antes de que naciéramos. Nosotros no nos acordamos
de lo que otros hicieron, ni los que vengan después se acordarán de lo que
hicimos. ¡Los que vengan después creerán empezar de nuevo!
Yo, el Predicador, fui rey de Israel, y reiné en la ciudad
de Jerusalén. Toda mi sabiduría la dediqué a tratar de entender lo que se hace
en este mundo. ¡Esta es la tarea que Dios nos dejó, y es una tarea muy pesada!
Pude darme cuenta de que no tiene sentido nada de lo que se hace en este mundo;
¡todo es como querer atrapar el viento! Como dice el dicho: Nadie puede
enderezar lo torcido, ni contar lo que no tiene. Entonces me puse a pensar:
Vaya, vaya, aquí me tienen, hecho todo un gran personaje. Nunca hubo en
Jerusalén nadie más sabio que yo; nunca nadie tuvo tantos conocimientos. Aquí
me tienen, dedicado por completo a tratar de comprender lo que es la sabiduría;
¡conozco hasta las más grandes tonterías! Pero también eso es como querer
atrapar el viento. Lo cierto es que mientras más se sabe, más se sufre;
mientras más se llena uno de conocimientos, más se llena de problemas.
Asimismo, este gran rey investigó y experimentó que el
hombre a mayor conocimiento más se da cuenta que debe desarrollar una
conciencia de que las cosas mundanas no te dejan crecer, son un obstáculo, ya
que todas las cosas son triviales pues lo verdadero es conocer y amar a Dios,
ya que el ser humano es imperfecto y es urgente haga un cambio, corregir su manera de actuar, con esfuerzo, constancia y obediencia
a las enseñanzas de la Palabra para contrarrestar la naturaleza caída del hombre y sólo con
Jesucristo en su vida avanzará y ganará la victoria.
Con Alta Estima,
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