El ser humano debe caracterizarse por hacer cosas que
agraden a Dios y sobretodo conducirse con integridad, con un trato justo y honesto
con otros, y una actitud recta y sincera para mantenerse firme en su camino,
desarrollando una conciencia firme y sensata con el entendimiento que lo
ayudará a discernir lo bueno de lo malo, a ser prudente al hablar o si es mejor
guardar silencio demostrando dominio
propio y ser una persona confiable.
Dios rechaza a los
tramposos, pero acepta a los honrados. El orgulloso termina en la vergüenza
y el humilde llega a ser sabio. Al bueno lo guía la justicia, al traidor lo
destruye la hipocresía. Cuando te enfrentes al Gran Juez, de nada te servirán
las riquezas; sólo haciendo lo que es justo te librarás de la muerte. Cuando
somos honrados, todo en la vida es más fácil; pero a los malvados su propia
maldad los destruye. Cuando somos honrados, estamos a salvo del mal; pero a los
traidores su ambición los domina. Cuando mueren los malvados, mueren con ellos
su esperanza y sus sueños de grandeza. A los malvados les cae la desgracia,
pero los buenos quedan a salvo. Los chismes de los malvados destruyen a sus
semejantes, pero a la gente honrada la salva la sabiduría.
Cuando los buenos triunfan, la ciudad se alegra; cuando los
malvados mueren, todo el mundo hace fiesta. La presencia de los buenos trae
bienestar a la ciudad; la presencia de los malvados sólo le trae desgracias. El
que es imprudente critica a su amigo; el que piensa lo que dice sabe cuándo
guardar silencio. La gente chismosa todo lo cuenta; la gente confiable sabe
callar. Sin buenos gobernantes, la nación fracasa con muchos consejeros puede
salvarse. Si te comprometes a pagar las deudas de un desconocido te metes en
grandes problemas; evita esos compromisos y vivirás tranquilo. La mujer
bondadosa gana respeto, y el hombre emprendedor gana riquezas. Compadécete de
los demás y te harás bien a ti mismo; pero si les haces daño, el daño te lo
harás tú.
Las ganancias del malvado no son más que una mentira; la
verdadera ganancia consiste en hacer el bien. El premio del bueno es la vida, y
el del malvado es la muerte. Dios no soporta a los malvados, pues piensan sólo
en la maldad; en cambio a la gente honrada le muestra su bondad. Una cosa es
segura: Los malvados no quedarán sin castigo, pero la gente buena se salvará.
La mujer bella pero tonta es como anillo de oro en la trompa de un cerdo. Los
deseos de los buenos siempre traen bendición; los deseos de los malos sólo
traen destrucción.
Quienes son generosos, reciben en abundancia; quienes ni sus
deudas pagan acaban en la miseria. El que es generoso, progresa; el que siembra
también cosecha. Al que esconde el trigo para venderlo más caro, la gente lo
maldice, al que lo vende a buen precio, la gente lo bendice. Trata de hacer el
bien, y te ganarás amigos; busca hacer la maldad, y el mal te destruirá. Quien
confía en sus riquezas, se encamina al fracaso; pero quien es honrado camina
seguro al triunfo. El tonto que daña a su familia acaba perdiéndolo todo, y
termina siendo esclavo del sabio. El premio de los buenos es la vida misma, y
el premio de los sabios es el aprecio de la gente. Si aquí en la tierra los
buenos reciben su recompensa, ¡con más razón reciben su merecido los malvados y
los pecadores!
Quien ama la corrección,
también ama el conocimiento; ¡hay que ser tonto para no aprender del castigo!
Al que es bondadoso Dios le muestra su bondad, pero al que es tramposo Dios le
da su merecido. La maldad no es apoyo seguro; la bondad es una base firme. La
buena esposa llena de orgullo a su esposo; la mala esposa le arruina la vida.
La gente buena hace planes justos; la malvada sólo piensa en engañar. Cuando
habla la gente malvada, tiende trampas mortales; cuando habla la gente buena,
libra a otros de la muerte. Caen los malvados, y termina su existencia; sólo
queda con vida toda la gente buena.
Al sabio se le alaba por su sabiduría; al tonto se le
desprecia por su estupidez. Más vale pobre acompañado, que rico abandonado. Los
buenos saben que hasta los animales sufren, pero los malvados de nadie tienen
compasión. El que trabaja la tierra siempre tiene comida de sobra, pero el que
sueña despierto es un gran tonto. Los malvados son esclavos de sus malos deseos
pero los buenos son como árboles que dan mucho fruto.
Los malvados caen en la trampa de sus propias mentiras; los
buenos triunfan sobre el mal. Cada uno recibe lo que merecen sus palabras y sus
hechos. El tonto está seguro de que hace lo correcto; el sabio hace caso del
consejo. Los tontos fácilmente se enojan; los sabios perdonan la ofensa. La
gente honrada siempre dice la verdad, pero el testigo falso dice puras
mentiras. El que habla sin pensar hiere como un cuchillo, pero el que habla
sabiamente sabe sanar la herida. El que dice la verdad vive una larga vida; el
que sólo dice mentiras no vive mucho tiempo. En la mente de los malvados sólo
hay engaño; entre los que aman la paz reina la alegría. El bueno no sufre ningún
daño; al malvado los males le llegan juntos. Dios no soporta a los mentirosos,
pero ama a la gente sincera.
Si realmente eres sabio, no presumas de lo que sabes; sólo
los tontos se jactan su estupidez. Trabaja, y triunfarás; no trabajes, y
fracasarás. La angustia causa tristeza; pero una palabra amable trae alegría.
El buen amigo da buenos consejos; el malvado se pierde en su maldad. El
perezoso se queda sin comida; el trabajador la tiene en abundancia. Hacer lo
bueno da larga vida; haz el bien y vivirás.
No obstante, el hombre debe cuidar su mente, sus pensamientos
y lo que guarda en su corazón, actuar con humildad y sensatez y sobre todo ser
precavido en la manera de hablar, pidiendo a Dios sabiduría para que de su boca
sólo salgan palabras de edificación a otros.
Con Alta Estima,
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