lunes, 4 de noviembre de 2013

¡Mejor ponte a salvo!...


Es necesario que el ser humano tome conciencia de todo lo que hace, con disciplina se apegue a la sabiduría que puede hallar en las enseñanzas de Jesucristo pues además de proporcionarle entendimiento, desarrolle la prudencia y tome buenas decisiones, pero sabes, esta búsqueda de la sabiduría debe ser constante para encontrarla de manera  que  las experiencias que el hombre transite diariamente le sirvan de crecimiento en sus valores pues es la luz que le guía en su camino.

Querido jovencito, si algún amigo te pide que respondas por él y te comprometas a pagar sus deudas, no aceptes ese compromiso, pues caerás  en la trampa. No dejes que tu amigo te atrape; ¡mejor ponte a salvo! Te recomiendo que vayas a verlo y le ruegues que no te comprometa. Que no te agarren de tonto; mejor ponte a salvo, como huyen del cazador, las aves y los venados.

¡Vamos, joven perezoso, fíjate en la hormiga! ¡Fíjate en cómo trabaja, y aprende a ser sabio como ella! La hormiga no tiene jefes, ni capataces ni gobernantes, pero durante la cosecha recoge su comida y la guarda. Jovencito perezoso, ¿cuánto más seguirás durmiendo?¿cuándo vas a despertar? Te duermes un poco, te tomas la siesta, tomas un descansito y te cruzas de brazos… ¡así acabarás en la más terrible pobreza!
Hay gente mala y sinvergüenza que anda contando mentiras; para engañar a los otros, guiña el ojo, apunta con los dedos, y hace señas con los pies. Esa gente sólo piensa hacer lo malo, y siempre anda provocando pleitos. Por eso la desgracia vendrá sobre ellos de repente; cuando menos lo esperen, serán destruidos sin remedio.

Hay seis clases de gente, y puede añadirse una más que Dios no puede soportar: La gente orgullosa, la gente violenta, la gente mentirosa, la gente malvada, la gente ansiosa de hacer lo malo, la gente que miente en un juicio, y la que provoca pleitos familiares.

Querido jovencito, cumple al pie de la letra con los mandamientos de mi padre y con las enseñanzas de tu madre. Grábatelos en la memoria, y tenlos siempre presentes; te mostrarán el camino a seguir, velarán tu sueño mientras duermes, y hablarán contigo cuando despiertes. Los mandamientos y las enseñanzas son como una lámpara encendida; la corrección y la disciplina te mostrarán cómo debes vivir; te cuidarán de la mujer infiel, que con palabras dulces te convence. No pienses en esa malvada; no te dejes engañar por su hermosura ni te dejes cautivar por su mirada. Por una prostituta puedes perder la comida, pero por la mujer de otro puedes perder la vida.

Si te echas brasas en el pecho, te quemarás la ropa; si caminas sobre brasas, te quemarás los pies; si te enredas con la esposa de otro, no quedarás sin castigo. No se ve mal que un ladrón robe para calmar su hambre, aunque si lo sorprenden robando debe volver siete veces el valor de lo robado; a veces tiene que pagar con todas sus posesiones. Pero el  que se enreda con la mujer de otro comete la peor estupidez, busca golpes, encuentra vergüenzas ¡y acaba perdiendo la vida! Además, el marido engañado da rienda suelta a su furia; si de vengarse se trata, no perdona a nadie. Un marido ofendido no acepta nada a cambio; no se da por satisfecho ni con todo el oro del mundo.

Querido jovencito, ten presente lo que te digo y obedece mis mandamientos. Cúmplelos, y vivirás; grábalos en tu mente, nunca te olvides de ellos. Cuida mis enseñanzas como a tu propia vida. Hazte hermano de la sabiduría; hazte amigo del conocimiento, y te librarás de la mujer que te engaña con sus palabras y le es infiel a su esposo. Un día en que yo estaba mirando a través de la ventana, vi entre los muchachos imprudentes a uno más imprudente que otros. Llegó a la esquina, cruzó la calle, y lentamente se dirigió a la casa de esa mujer. Ya había caído la noche. El día llegaba a su fin. En ese preciso instante la mujer salió a su encuentro. Iba vestida como una prostituta, y no disimulaba sus intenciones. Llamaba mucho la atención; se veía que era una mujer incapaz de quedarse en casa. A esa clase de mujeres se las ve andar por las calles, o andar vagando por las plazas, o detenerse en cada esquina esperando a ver quién pasa. Cuando la mujer vio al joven, se le echó al cuello y lo besó, y abiertamente le propuso: Puedo invitarte a comer de la carne ofrecida a mis dioses. Hoy les cumplí mis promesas, y estoy en paz con ellos. Por salí a tu encuentro; te buscaba, ¡ya te encontré! Tengo tendida en la cama una colcha muy fina y colorida. Mi cama despide el aroma de los perfumes más excitantes. Ven conmigo; hagamos el amor hasta mañana. Mi esposo no está en casa, pues ha salido de viaje. Llenó de dinero sus bolsas, y no volverá hasta mediados del mes.

Con tanta dulzura le habló, que lo hizo caer en sus redes. Y el joven se fue tras ella como va el buey al matadero; cayó en la trampa como un venado cuando le clavan la flecha; cayó como los pájaros, que vuelan contra la red sin saber que perderán la vida. Querido jovencito: obedéceme; pon atención a lo que te digo. No pienses en esa mujer, ni pierdas por ella la cabeza. Por culpa suya muchos han muerto; ¡sus víctimas son ya demasiadas! Todo el que entra a su casa va derecho a la tumba.

Así pues el hombre debe alejarse del pecado y  apegarse con disciplina a la Palabra de Dios para que tome conciencia y actúe con cordura, pues es el único camino para hallar la sabiduría e inteligencia y  evite los peligros que aparten su pensamiento y su corazón del camino correcto.


Con Alta Estima,

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