Si Cristo les ha dado
a ustedes poder para animar a los demás, y si el amor que ustedes tienen los
lleva a consolar a otros, y si todos ustedes tienen el mismo Espíritu y son
compasivos, les pido que vivan en armonía y que se amen unos a otros. Así me
harán muy feliz. Pónganse de acuerdo en lo que piensan, deseen las mismas cosas
y no hagan nada por orgullo o sólo por pelear. Al contrario, hagan todo con
humildad, y vean a los demás como mejores a ustedes mismos. Nadie busque el
bien sólo para sí mismo, sino para todos. Tengan la misma manera de pensar que
tuvo Jesucristo.
Aunque Cristo siempre
fue igual a Dios, no insistió en esa igualdad. Al contrario, renunció a esa igualdad,
y se hizo igual a nosotros, haciéndose esclavo de todos. Como hombre, se
humilló a sí mismo y obedeció a Dios hasta la muerte: ¡murió clavado en una
cruz!
Por eso Dios le
otorgó el más alto privilegio, y le dio el más importante de todos los nombres,
para que ante él se arrodillen todos los que están en el cielo, y los que están
en la tierra, y los que están debajo de la tierra; para que todos reconozcan
que Jesucristo es el Señor y den gloria a Dios el Padre.
Queridos hermanos,
cuando yo estaba con ustedes, siempre me obedecían. Ahora que estoy lejos,
deben obedecerme más que nunca. Por eso, con respeto y devoción a Dios,
dedíquense a entender lo que significa ser salvado por Dios. Porque es Dios
quien los ayuda a practicarlo, y lo hace porque así lo quiere.
Hagan todo sin hablar
mal de nadie y sin discutir por todo, para que no pequen ni nadie pueda
culparlos de nada. En este mundo lleno de gente malvada y pecadora, ustedes,
como hijos de Dios, deben alejarse de la maldad y brillar por su buen comportamiento.
Nunca dejen de creer en el mensaje que da vida. Así, yo podré estar orgulloso
de ustedes el día que Cristo vuelva, y sabré que mi trabajo y mis esfuerzos no
fueron inútiles.
Ustedes confían en
Dios y le sirven, y eso es como si le presentaran una ofrenda. Tal vez a mí me
maten, y entonces mi muerte será parte de esa ofrenda a Dios. Si esto llega a
suceder, seré muy feliz. Y quiero compartir esa alegría con ustedes.
¡Alégrense, pues, conmigo!
Espero que pronto el
Señor me permita enviarle a Timoteo, y me alegrará mucho recibir noticias de ustedes. Timoteo es el único que
se preocupa por ustedes, y que los quiere tanto como yo. Los demás sólo se
ocupan de sus propias cosas y no de lo que le agrada a Jesucristo.
Pero ustedes
ya conocen la buena conducta de Timoteo, y saben que él me ha ayudado como si
fuera mi hijo. Juntos hemos anunciado la buena noticia. Espero enviarlo a
ustedes, tan pronto sepa yo si quedaré o no en libertad, aunque confío que
pronto Dios también me dejará ir a verlos.
Hace algún tiempo,
ustedes enviaron al hermano Epafrodito para que me ayudara en lo que me hiciera
falta. El ha trabajado y luchado conmigo para defender el mensaje de la buena
noticia.
Ahora me parece conveniente que él vuelva a ustedes, pues tiene muchos
deseos de verlos de nuevo. Está preocupado porque ustedes se enteraron de su
enfermedad. Y la verdad es estuvo tan grave, que casi se muere. Pero Dios fue
bueno con él, y también conmigo, para que no me pusiera más triste de lo que
estoy. Por eso lo envío enseguida, para que ustedes se alegren al verlo y yo
deje de estar triste. Recíbanlo con alegría, como se lo merece un servidor del
Señor Jesús. Muestren aprecio por quienes son como él, pues por trabajar para
Cristo casi se muere: arriesgó su propia vida por darme la ayuda que ustedes no
podían darme personalmente.
Aquí puedes darte
cuenta que el hombre regenerado tiene el Espíritu de Dios en su ser interior y
su comportamiento es de acuerdo a como lo hizo nuestro Señor Jesucristo, dando
amor a los demás, ver a los otros como superiores a uno mismo, hacer todo con
humildad y buscando el bien para todos.
Por tanto, el hombre
debe reconocer a Jesús como nuestro salvador, el Señor que gobierna nuestra vida, pues El murió en la cruz y
renunció al privilegio de ser igual a Dios y se entregó a sí mismo para ser
igual al hombre.
No obstante, el
hombre como hijo de Dios debe alejarse de la maldad y ser luz ante los demás
por su buen comportamiento.
Así pues, el tiempo
apremia y el hombre debe estar preparado y no dejar de creer en la Palabra de
Dios que es fuente de vida, confiando y sirviendo a Dios, como una ofrenda
agradable a El.
Con Alta Estima,
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