Por último, hermanos,
les pedimos que oren por nosotros, para que hagamos llegar a todas partes el
mensaje del Señor Jesús, y para que la gente lo reciba con aprecio, así como lo
hicieron ustedes. Pídanle también a Dios que nos proteja de la gente malvada,
porque no todos quieren confiar en Jesucristo. Pero el Señor Jesucristo les
dará una firme confianza y los protegerá del mal, porque él siempre cumple lo
que dice.
Gracias al Señor
Jesucristo, estamos seguros de que ustedes hacen y seguirán haciendo lo que les
hemos ordenado. Deseamos que el Señor Jesús los ayude a amar a los demás, así
como Dios ama a todos, y que les dé su fortaleza para resistir en medio del
sufrimiento.
Hermanos míos, con la
autoridad que nuestro Señor Jesucristo nos da, les ordenamos que se alejen de
cualquier miembro de la iglesia que no quiera trabajar ni viva de acuerdo con
la enseñanza que les dimos. Ustedes saben cómo deben vivir para seguir nuestro
ejemplo: nunca estuvimos entre ustedes sin hacer nada, y nunca recibimos comida
sin pagar por ella. Al contrario, trabajábamos de día y de noche para que
ninguno de ustedes tuviera que pagar nada por nosotros. En realidad, teníamos
derechos a pedirles que nos ayudaran, pero preferimos trabajar para ganarnos el
pan, y así darles un ejemplo a seguir. Cuando estábamos con ustedes, les
decíamos que quien no quiera trabajar
tampoco tiene derecho a comer. Pero nos hemos enterado de que hay entre ustedes
algunos que no quieren trabajar, y que se la pasan metiéndose en asuntos
ajenos. A esas personas les llamamos la atención y, con la autoridad que el
Señor Jesucristo nos da, les ordenamos que trabajen para ganarse la vida, y que
dejen de molestar a los demás.
En cuanto a ustedes,
hermanos, no se cansen de hacer el bien. Aléjense de cualquier miembro de la
iglesia que no obedezca lo que ordenamos en esta carta, para que le dé
vergüenza. Pero no lo traten como a un enemigo, sino repréndalo como a un
hermano.
Que el Señor que da
la paz, les dé paz en todo lugar y en todo tiempo, y los acompañe siempre.
Yo, Pablo, escribo
este saludo final con mi propia mano. Así es como firmo todas mis cartas, esta
es mi letra. Deseo que nuestro Señor sea bueno y amoroso con todos ustedes.
Aquí puedes darte
cuenta que es esencial que el hombre confíe en Dios y El les ayudará a que
resistan el tiempo difícil pues Dios le
protegerá de la gente malvada.
Ahora bien, es
necesario que el hombre sea obediente al mensaje de Dios, que ame a los demás y
que aprendan a vivir de acuerdo a las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo
para que sean ejemplo a otros, y que sea diligente en todo lo que haga.
Por lo tanto, el
hombre no debe cansarse de hacer lo bueno para que viva en paz, y esta paz sólo viene de Dios.
Con Alta Estima,
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