martes, 2 de junio de 2015

Sólo les pido que vivan dignamente, como lo enseña la buena noticia de Cristo.


Querido hermanos de la iglesia de Filipos: Nosotros, Pablo y Timoteo, que somos servidores de Jesucristo, enviamos un saludo a todos ustedes, que pertenecen al pueblo especial de Dios y están unidos a Jesucristo. Saludos también para los líderes y los diáconos. Que Dios, nuestro Padre, y el Señor Jesucristo, los amen mucho y les den su paz.

Siempre doy gracias a mi Dios, al acordarme de ustedes; y cuando oro, siempre pido con alegría por todos, porque me ayudaron a anunciar la buena noticia desde el primer día que la oyeron hasta ahora. Dios empezó el buen trabajo en ustedes, y estoy seguro de que lo irá perfeccionando hasta el día en que Jesucristo vuelva.

Está bien que yo piense así de todos ustedes, porque los quiero mucho, y porque ustedes comparten conmigo el trabajo de amor que Dios me ha encargado. En la cárcel, o delante de los jueces, ustedes siempre me apoyan para afirmar la verdad de esta buena noticia. Dios sabe que no miento cuando digo que los extraño y los quiero con el tierno amor que Jesucristo me da.
Le pido a Dios que ustedes se amen cada vez más, y que todo lo aprendan bien y lo juzguen correctamente, para que sepan cómo elegir lo mejor. Así, cuando Cristo vuelva, estarán sin pecado y nadie podrá acusarlos de nada. Porque, con la ayuda de Jesucristo, ustedes harán lo bueno, para que la gente alabe y honre a Dios.

Queridos hermanos, quiero que sepan que lo que me ha pasado, más bien me ha ayudado a anunciar la buena noticia. Todos los guardias del palacio, y el resto de la gente, saben que estoy preso por servir a Cristo. Además, al saber que estoy preso, la mayoría de los hermanos se han animado a anunciar el mensaje de Dios, sin miedo y con más confianza en el Señor Jesucristo.
Es cierto que algunos anuncian la buena noticia porque de veras quieren ayudar: aman a Cristo y saben que Dios me ha dado la tarea de defender la buena noticia. En cambio, hay otros que lo hacen sólo por competir conmigo, o porque me envidian. Y esos que me envidian no la anuncian con sinceridad; lo hacen porque son egoístas y sólo quieren crearme más problemas aquí en la cárcel. Pero eso no importa; porque, sean sinceros o no, están anunciando el mensaje de Cristo,y eso me hace sentirme muy feliz. Y más feliz me sentiré cuando sepa que, por medio de las oraciones de ustedes, y con la ayuda del Espíritu de Jesucristo, pronto saldré de la cárcel. Espero firmemente no hacer nada que pueda avergonzarme. Al contrario, sea que yo viva o muera, quiero portarme siempre con valor para que, por medio de mí, la gente hable de lo maravilloso que es Cristo.

Si vivo, quiero hacerlo para servir a Cristo, pero si muero, salgo ganando. En realidad, no sé qué es mejor, y me cuesta mucho trabajo elegir. En caso de seguir con vida, puedo serle útil a Dios aquí en la tierra; pero si muero, iré a reunirme con Jesucristo, lo cual es mil veces mejor. Pero yo sé que ustedes me necesitan vivo. Por eso estoy seguro de que me quedaré, para poder ayudarlos a tener más confianza en Dios y a vivir felices. Así que, cuando yo esté otra vez con ustedes, tendrán más motivos para alabar a Jesucristo.

Sólo les pido que vivan dignamente, como lo enseña la buena noticia de Cristo. Porque, sea que yo vaya o no a verlos, quiero estar seguro de que todos ustedes viven muy unidos y que se ponen de acuerdo en todo, y que luchan unidos por anunciar la buena noticia.

No tengan miedo de sus enemigos. Si ustedes se comportan con valentía, verán que ellos serán destruidos y ustedes serán salvados, porque Dios les dará el triunfo. Dios les ha dado a ustedes el privilegio de confiar en Cristo, y también de sufrir por él.  Así que tendrán los mismos problemas que yo he tenido, y ya saben muy bien lo que he sufrido y estoy sufriendo.

Aquí puedes darte cuenta que es prioridad que el hombre ame a los demás y que todo lo aprendan bien y lo juzguen correctamente para que tomen buenas decisiones y viva dignamente.

No obstante, lo fundamental es que el hombre acepte a Jesucristo como su salvador y entonces el hombre pertenece al pueblo de Dios  pues está unido a Jesucristo.

Ahora bien, el hombre que obedece la Palabra de Dios es transformado y cambia su manera de vivir hasta perfeccionarse cuando Jesús vuelva, pues el hombre se aparta del pecado y con la ayuda de Jesucristo el hombre hará lo bueno para que la gente hable de lo maravilloso que es Cristo y lo alabe.


Con Alta Estima

No hay comentarios:

Publicar un comentario