Hijos, obedezcan a
sus padres. Ustedes son de Cristo, y eso es lo que les corresponde hacer. El
primer mandamiento que va acompañado de una promesa es el siguiente: Obedezcan
y cuiden a su padre y a su madre. Así les irá bien, y podrán vivir muchos años en
la tierra. Y ustedes, padres, no hagan enojar a sus hijos. Más bien edúquenlos
y denles enseñanzas cristianas.
Esclavos, obedezcan a
los que aquí en la tierra son sus amos. Obedézcanlos con respeto, sinceridad, y
de buena gana, como si estuvieran sirviendo a Cristo mismo. Esto deben hacerlo
en todo momento, y no sólo cuando sus amos los estén viendo. Ustedes son
esclavos de Cristo, así que deben hacer con alegría y entusiasmo lo que Dios
quiere que hagan, como si lo hicieran para el Señor y no sólo para sus amos.
Pueden estar seguros de que el Señor premiará a todos por lo bueno que hayan
hecho, sin importar que hayan sido esclavos o libres.
También ustedes,
amos, deben matar a sus esclavos con igual respeto, y sin amenazas. Recuerden
que tanto ustedes como ellos pertenecen al mismo dueño. Ese dueño es Dios, que
está en el cielo, y él no tiene favoritos.
Finalmente, dejen que
el gran poder de Cristo les dé las fuerzas necesarias. Protéjanse con la
armadura que Dios les ha dado, y así podrán resistir los ataques del diablo.
Porque no luchamos contra gente como nosotros, sino contra espíritus malvados
que actúan en el cielo. Ellos imponen su autoridad y su poder en el mundo
actual. Por lo tanto, ¡Protéjanse con la armadura completa! Así, cuando llegue
el día malo, podrán resistir los ataques del enemigo y se mantendrán firmes
hasta el fin.
¡Manténganse alerta!
Que la verdad y la justicia de Dios los vistan y protejan como una armadura.
Compartan la buena noticia de la paz; ¡estén siempre listos a anunciarla! Que
su confianza en Dios los proteja como un escudo, y apague las flechas
encendidas que arroja el diablo.
Que la salvación los
proteja como un casco, y que los defienda la Palabra de Dios, que es la espada
del Espíritu Santo. No se olviden de orar. Y siempre que oren a Dios, dejen que
los dirija el Espíritu Santo. Manténganse en estado de alerta, y no se den por
vencidos. En sus oraciones, pidan siempre por todos los que forman parte del
pueblo de Dios.
Oren también por mí,
y pídanle a Dios que me dé el valor de anunciar el plan que él había mantenido en secreto. El Señor me
envió a anunciar ese plan, y por eso estoy preso. Pídanle a Dios que me dé el
valor de anunciar sin ningún temor la buena noticia.
Les envío a Tíquico,
nuestro querido compañero y fiel servidor
de Cristo, para que los anime y les cuente cómo estoy y qué hago. Deseo
que Dios el Padre, y el Señor Jesucristo, les de paz, amor y confianza a todos
los miembros de la iglesia. Y espero que Dios sea bueno con todos los que nunca
dejan de amar a nuestro Señor Jesucristo.
Aquí puedes darte
cuenta que lo más importante es ante todo que el hombre reconozca que es hijo
de Dios y cumpla sus mandamientos, sobre todo debe ser obediente y cuidar a sus
padres para que viva muchos años en la tierra.
Asimismo, es
importante que el hombre sea consciente en todo lo que haga y actúe con
sinceridad, de buena gana, con alegría y entusiasmo como si lo hiciera para
Dios y no sólo para el hombre.
No obstante, el
hombre no debe creerse superior a los demás, pues Dios no tiene favoritos.
Así pues, es esencial
que el hombre ponga su confianza en Dios, para que lo proteja con la armadura
que Dios le ha dado, que viva apegado a Su Palabra, que es la espada del
Espíritu Santo y, entonces vestido con la verdad y justicia de Dios, venza los
dardos del enemigo y esté listo para anunciar la buena noticia.
Por tanto, es tiempo
de que el hombre esté alerta, que haga oración y que sea dirigida por el
Espíritu Santo, que siempre ame a Dios pues es parte de su pueblo.
Con Alta Estima,
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